Un libro para iniciar y continuar el siglo 21.
Que de algún almacén español Alfonso Castillo hubiera logrado rescatar un ejemplar del libro Versiones y diversiones de Octavio Paz para mi servicio, fue equivalente a un regalo inigualable. Porque en este caso no se trataba de una edición más de la obra que reunía desde 1973 las traducciones del poeta de Mixcoac. Aquel volumen inicial creció hasta llenar 255 páginas en su tercera aparición en Joaquín Mortiz, mientras que ahora, en el año 2000, el grosor del libro era impresionante. Hablamos de 715 páginas. Pero en todo caso, esos son apenas los números de una abultada triplicación.
Refirámonos a su contenido. Las traducciones de Paz se dirigen sólo a la poesía y no a otros géneros. También digamos que en este título resalta la dualidad del pensamiento de Paz al respecto. Sin cortapisas acepta reconocer que un poeta es el candidato ideal para traducir a otro poeta. Y en otra postura, totalmente divergente, descalifica a ese traductor/poeta porque éste quiere hacer su propio poema más que reflejar las virtudes del original. En otras palabras, el poeta metido en esas andanzas no le guarda fidelidad a la poesía original porque no quiere subordinarse.
¿Cómo resuelve Octavio Paz esta disyuntiva? De la mejor manera -a mi juicio. Procede como un verdadero escritor que acude a todos los medios a su alcance para resolver los enigmas de la creación poética en otras lenguas. Es decir, acude, por ejemplo, al auxilio de letrados en los idiomas que no conoce. Tal es el caso de la lírica china o japonesa, en donde podemos encontrarnos con el mejor Paz. Lean, tan sólo para comprobar lo que acabamos de asentar, Trazos. Chuang-tse y otros.
Pero decíamos, la novedad de esta edición definitiva (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) no radica en el mayor número de autores y poemas, sino en la inclusión de los textos originales (con excepción de los provenientes del sueco y de los idiomas orientales). Tiempo atrás Paz y Pacheco se negaban a publicar obras bilingües porque de ese modo dificultaban que sus lectores se volvieran traductores instantáneos al grito de “yo sí conozco el francés, el sueco, el portugués”.
Paz, con sus versiones de Fernando Pessoa, nos inició en la “adicción” de esa poesía tan diversa y al mismo tiempo tan unitaria. Con Pessoa no funcionaban los pseudónimos. Con Pessoa fueron posibles cuatro poetas verdaderamente independientes uno del otro: Alberto Caeiro (radicalismo), Ricardo Reis (neoclasicismo), Álvaro de Campos (vanguardia) y el mismísimo Pessoa (simbolista).
Junto con el caso notabilísimo de Pessoa, único en la historia, y con el descubrimiento de William Carlos Williams, Octavio Paz nos dejó dos marcas indelebles. Faltaría hablar de la amplia muestra de poetas franceses y el desvelamiento de la exquisita poesía del Japón. La ambición literaria del autor de El arco y la lira pareciera no haber conocido la detención o la mesura. (Miguel Covarrubias)