“Sí, cumplo 80 años y me siento súper bien, con una capacidad intelectual mucho mayor, evidentemente, de cuando era más joven”, fueron las palabras con las que el arquitecto inició esta conversación con la que celebra ocho décadas de vida.

Enseguida, añade que “la experiencia y el tiempo lo han hecho aún más perfeccionista”; y sí, pues esta virtud -o defecto para algunos- le ha permitido un reconocimiento a su labor dentro de la industria arquitectónica, del diseño y el arte, tanto a nivel nacional como internacional.

Pero, ¿cómo logró que su nombre hablara por sí solo? Todo empezó cuando era aún un niño, cuando tuvo la oportunidad de rodearse de otros grandes talentos, quienes, sin imaginar, forjarían de a poco su camino más adelante.

“De alguna u otra manera, siempre conté con un jardín que me rodeara en la vida y, desde que tuve manera de caminar, hacía cosas con lo que me encontrara a mi paso: lodo, ramas y arena para crear una especie de maquetas arquitectónicas y diseños en la tierra”, relató.

"Lo más importante es que todos los jóvenes creadores hagan su trabajo y creación de manera positiva, que todo sea en pro de la auténtica belleza y no del momento para sorprender a alguien sin motivo especial: creo en la arquitectura pura, en un diseño, objeto o edificio que tenga 40 o 50 años y no se le note la edad, ese es un factor muy importante”.

En 2019 develó su obra ‘La Cárcel de la Esfera’ en la Universidad Iberoamericana, acompañado de su hijo, Cecil.

“Al principio, mis papás no hacían mucho caso, aunque al final sí se dieron cuenta de que había algo en mí que no me llevaría a ser doctor o ingeniero; también ayudó, de manera indirecta, que mi papá era muy amigo de muchos arquitectos conocidos en México, empezando por Luis Barragán, de quien fui muy cercano posteriormente”.

Ahondar en su infancia lo llevó automáticamente a un grato recuerdo, mientras radicó en Coyoacán, donde resultó ser vecino de otras dos grandes figuras, Frida Kahlo y su tocayo, Diego Rivera, llegando a otra interrogante… ¿habrá sido cosa del destino?

“A mis papás les recomendaron un lugar en renta y, curiosamente, estaba muro a muro con La Casa Azul, pero yo era un niño, entonces, no sabía quiénes eran ellos, sólo los veía en la calle”, compartió Matthai, “recuerdo que los changuitos de Frida se saltaban la barda y jalaban las sábanas que mi mamá tenía en el  tendedero del jardín. Fue una gloria mi niñez”.

En 2005 recibió el Premio Luis Barragán en el Colegio de Arquitectos de México.

De padres alemanes, quienes llegaron al País por el desafortunado hecho histórico con Hitler, Diego adquirió una fusión de talentos, la disciplina y el orden de su sangre europea, pero una forma de pensar y ser más al estilo de esta tierra azteca. De ahí, quizá, el secreto de su éxito.

“Yo nací mexicano, pero, lo que ellos me inculcaron lo utilicé en la universidad sin saberlo ni forzarlo, de tal manera que estaba trabajando y estudiando, siendo un estudiante muy bueno, con mención honorífica y todo”, dijo el egresado de la Universidad Iberoamericana.

Fue así que arrancó un futuro prometedor, no sólo como creador de piezas escultóricas y arquitectónicas, sino también como profesor, bajo la línea de lo visualmente hermoso.

“Siempre estuve rodeado de ese lado artístico, además, a mí me nutre mucho leer, la música, me gusta ver un buen ballet contemporáneo, lo que observo en la calle, excursionar un bosque, el mar… todo lo que tiene que ver con la parte estética de la vida es mi alimento mental”

Mathias Goeritz, Pedro Friedeberg y Diego Matthai durante la inauguración de la exposición ‘Artistas de la Descendencia Alemana’ en el Instituto Cultural Alemán Goethe, en 1974

Enlistar sus logros, nos llevarían muchos párrafos más, pero estos son algunos de los más destacados: Premio a la Excelencia Europea, Premio Arquitecto en la Práctica Profesional Luis Barragán, Premio a la Excelencia Universal,
Premio Nacional de Interiorismo por la AMDI, Medalla de Plata en la Bienal de Arquitectura Mexicana, así como 20 exposiciones individuales y más de 150 colectivas en todo el mundo.

Sin demeritar cada uno de estos galardones, un  reconocimiento en particular tiene un gran lugar en su corazón, aquel que recibió de su alma máter, tras reconocer su trayectoria y mostrar orgullo de haberlo formado en sus aulas.

“La Ibero hizo un festejo cuando cumplió 70 años y nos nombraron a 70 personas los
más importantes de la universidad, eso fue un honor enorme para mí, porque imagínate, son muchos años de grupos de alumnos, multiplicado por el número de carreras y que me hayan elegido fue muy gratificante”, compartió el egresado de la generación 71-75.

Tanto es el amor y gratitud que tiene por su casa de estudios, que le donó gran parte de su legado arquitectónico y de diseño, mientras que el de arte, prefiere mantenerlo en familia.

En la década de los 80 con sus hijos Cecil y Verónica Matthai

“En eso ando ahorita, rehaciendo la entrega a la escuela, mientras que, lo demás, supongo que será para mis dos hijos, aunque ninguno está inmerso en mi mundo; son medios hermanos, de dos matrimonios diferentes, y tuve una tercera esposa, pero con ella no tuve ninguno”, dijo el también ponente.

“Ambos son veganos, él se ha ido por un camino más esotérico, claro y lindo con la vida, de ser parte de la naturaleza y meditar, mientras que mi hija, quien vive entre Monterrey y Austin, dedica todo el tiempo a sus hijos, mis tres nietos”.

Ahora que está por celebrar una nueva vuelta al sol este sábado 19 de marzo, Diego Matthai asegura que no parará de crear y probar cosas nuevas, entre ellas, el lanzamiento de un libro con un sinfín de anécdotas que ha recopilado a lo largo del tiempo.

“No es una autobiografía, ni sé cómo se va a llamar, pero ya ando en eso. Será sobre cosas que me han pasado, de personas a las que he conocido y que, de alguna manera, si no influyeron, sí fueron curiosos o jocosos, como cuando me encontré a Frank Sinatra”

DEJA HUELLA

El arquitecto comparte cuáles fueron los proyectos que marcararon el inicio de su carrera.

A los 12 años, fue la primera casa que construyó con planos y medidas y la cual supervisaba los fines de semana
Un laguito para patos con todo y puente en su casa de Coyoacán, junto a La Casa Azul, de Frida Kahlo y Diego Rivera, fue su primera obra de arquitectura o paisaje a los 8 años.