¿Qué pasa en la Universidad de Columbia?
Pablo Piccato *

La situación en la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde trabajo desde 1997, podría resumirse de una manera muy simple: para una nueva generación de estudiantes, el ataque masivo de Israel contra los habitantes de la franja de Gaza los obliga a enfrentar su momento ante la historia. Los estudiantes que empezaron a protestar desde el otoño pasado no son violentos ni antisemitas. Sólo están asumiendo una obligación moral por la que están dispuestos a sacrificar su carrera. Es algo personal, porque su Gobierno, el de Estados Unidos, está dando dinero, aviones y bombas para que el de Israel mate civiles inocentes, muchos de ellos niños, y destruya hogares, hospitales y universidades. Muchos de estos estudiantes son judíos, pero tienen una perspectiva crítica sobre una concepción de su identidad que los obligaría a la lealtad absoluta hacia el Gobierno de Israel.
Esta urgencia por actuar hoy se combina con una tradición de protesta que define, con cierto orgullo, a Columbia. En 1968 los estudiantes ocuparon edificios para protestar contra la construcción de un gimnasio segregado en el parque que divide el campus de Morningside del barrio de Harlem.
La protesta se expandió en resistencia contra la guerra de Vietnam. Aunque la Policía desalojó violentamente a los estudiantes del campus y arrestó a 700, el movimiento eventualmente contribuyó a que el Gobierno de Nixon aceptara que no había una salida victoriosa de Vietnam, tanto en lo estratégico como frente a la opinión pública. En los años 80, los estudiantes de Columbia fueron los primeros en movilizarse contra las inversiones de la universidad en Sudáfrica. El movimiento se extendió a otras universidades y logró, aparte del boicot financiero, la transformación de la opinión ante el régimen del apartheid. Hoy en día los estudiantes piden que la universidad sea transparente sobre la manera en que invierte sus fondos (que andan por los 15 mil millones de dólares, más cerca de 6 mil millones de ingresos anuales) y excluya a las empresas que se benefician de la ocupación ilegal de territorios palestinos.
El impacto de hacer esto, según mi colega Adam Tooze, sería mínimo. Pero aquí es donde se complican las cosas. Inmediatamente después del salvaje ataque de Hamas contra civiles en Israel, el 7 de octubre del año pasado, se puso en movimiento una campaña para bloquear cualquier intento de criticar la previsible y sangrienta respuesta del Gobierno de Netanyahu, o de retirar inversiones de Israel, como en su tiempo se hizo con Sudáfrica. La idea básica de esa campaña es que cualquier crítica a Israel es equivalente al antisemitismo. Obviamente, esta definición de antisemitismo es tan vaga que no sólo le quita valor a la legítima lucha contra esa terrible forma de prejuicio, sino que también impone el silencio sobre cualquier discusión que toque las estrategias de Israel y la colaboración de los Estados Unidos con ellas.
Parte de este uso del antisemitismo como herramienta de presión incluye explotar los sentimientos personales de alumnos y profesores que alegan, en algunos casos genuinamente, que cualquier canto propalestino (“desde el río hasta el mar, Palestina será libre”, por ejemplo) les causa temor porque lo entienden como una amenaza personal de violencia. Ha habido momentos de hostigamiento verbal inaceptables en Columbia, pero hasta ahora, que yo sepa, ningún caso de violencia física grave contra estudiantes judíos. Por lo menos no tan graves como el incidente en enero pasado en el que dos estudiantes, que también son miembros de las fuerzas armadas de Israel, rociaron un agente químico contra alumnos pro palestinos. Situar los temores de algunos estudiantes judíos en este contexto no significa demeritarlos de manera general.
Hay procedimientos disciplinarios que deberían aplicarse en esos casos para garantizar la seguridad de todos en el campus. Pero el hecho es que, hoy en día, es muy difícil separar el grano de la paja cuando cualquier enunciado pro palestino es tomado como antisemitismo y apoyo al terrorismo.
La complicación es aún peor porque la derecha trumpista ha adoptado a las protestas estudiantiles como la nueva encarnación de uno de sus enemigos favoritos. Me refiero a cualquier tipo de educación, investigación, arte o literatura que sea crítico ante el racismo, el sexismo y el colonialismo. Esta cruzada republicana justificó las audiencias en el Congreso en las que tuvieron que comparecer las rectoras de Harvard, la Universidad de Pennsylvania, el Instituto Tecnológico de Massachusets, y, más recientemente, la de Columbia, Nemat Shafik.
Cuando Shafik fue a Washington, el 17 de abril pasado, aceptó sin oponer mucha resistencia la premisa de que Columbia era un lugar plagado de antisemitismo. Ese mismo día, los estudiantes erigieron tiendas de campaña en el pasto que está frente a la biblioteca Butler. Al día siguiente, como para confirmar sus palabras, Shafik pidió a la Policía que desalojara el campamento, lo que resultó en 108 arrestos de estudiantes. El campamento se mudó al pradito que estaba al lado. El 29 de abril, algunos estudiantes tomaron un edificio. Al día siguiente, Shafik le pidió a la Policía de Nueva York que los sacaran, lo que ésta hizo con mucho gusto desplegando cientos de efectivos y bastante violencia, y logrando 119 arrestos.
Los arrestos y sanciones disciplinarias no van a detener a los alumnos que protestan. Si algo logró la acción policial fue dar más inspiración a movimientos semejantes que están apareciendo por todo Estados Unidos y en otros países también. Cualquiera que sepa un poco de historia sabe que todo esto es predecible. El liderazgo de Shafik y su grupo interno se ha convertido en el objeto de la crítica de profesores y alumnos en la universidad. Pero más allá de esa crisis aparente, algo muy simple aún es cierto: los profesores y los alumnos de Columbia continuamos trabajando para recuperar nuestra universidad, una universidad que pueda ser escenario de protestas pacíficas y visionarias, y que resista las presiones externas para imponer el silencio.
* El autor es Profesor de Historia en la Universidad de Columbia
'Tomará tiempo sanar; lo haremos juntos'
Mensaje de la rectora de la Universidad de Columbia, Minouche Shafik, tras el desalojo policial del campus:

El martes, temprano por la mañana, las tensiones en nuestro campus alcanzaron nuevos niveles cuando un pequeño grupo de manifestantes irrumpió en Hamilton Hall, se atrincheró en su interior y lo ocupó durante todo el día. Esta drástica escalada de muchos meses de protesta empujó a la Universidad al borde del abismo, creando un ambiente perturbador para todos y elevando los riesgos de seguridad a un nivel intolerable.
Sé que hablo en nombre de muchos miembros de nuestra comunidad al decir que este giro de los acontecimientos me ha llenado de una profunda tristeza. Lamento que hayamos llegado a este punto.
Durante los últimos meses, hemos sido pacientes al tolerar manifestaciones no autorizadas, incluido el campamento.
Nuestros líderes académicos pasaron ocho días participando durante largas horas en un diálogo serio y de buena fe con representantes de la protesta. Les agradezco su incansable esfuerzo. La Universidad se ofreció a considerar nuevas propuestas sobre desinversión y activismo accionarial, revisar el acceso a nuestros programas de doble titulación y centros globales, reafirmar nuestro compromiso con la libertad de expresión y lanzar programas educativos y de salud en Gaza y Cisjordania.
Algunas otras universidades han logrado acuerdos sobre propuestas similares. Nuestros esfuerzos por encontrar una solución se prolongaron hasta el martes por la noche, pero lamentablemente no pudimos llegar a una solución.
Debido a que mi primera responsabilidad es la seguridad, con el apoyo de los administradores de la Universidad, tomé la decisión de pedirle al Departamento de Policía de la ciudad de Nueva York que interviniera para poner fin a la ocupación de Hamilton Hall y desmantelar el campamento principal junto con un campamento nuevo y más pequeño. Estas acciones se completaron el martes por la noche y agradezco a la Policía de Nueva York por su increíble profesionalismo y apoyo.

También quiero agradecer a todas las personas, incluidos los profesores, el personal y especialmente a nuestros funcionarios de seguridad pública y trabajadores de las instalaciones, por sus incansables esfuerzos en nombre de Columbia y por apoyar a nuestros estudiantes durante este periodo difícil.
Columbia tiene una larga y orgullosa tradición de protesta y activismo en muchos temas importantes como la guerra de Vietnam, los derechos civiles y la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Los manifestantes de hoy también luchan por una causa importante: los derechos de los palestinos y contra la tragedia humanitaria en Gaza. Tienen muchos seguidores en nuestra comunidad y tienen derecho a expresar sus puntos de vista y participar en protestas pacíficas.
Pero los estudiantes y activistas externos que rompen las puertas de Hamilton Hall, maltratan a nuestros oficiales de Seguridad Pública y al personal de mantenimiento y dañan la propiedad, cometen actos de destrucción, no un discurso político.
Muchos estudiantes también se han sentido incómodos y no bienvenidos debido a la perturbación y los comentarios antisemitas hechos por algunos, especialmente en las protestas que se han movilizado persistentemente frente a nuestras puertas.
Tomará tiempo sanar, pero sé que podemos hacerlo juntos. Espero que podamos aprovechar las próximas semanas para restablecer la calma, permitir que los estudiantes completen su trabajo académico y honrar sus logros en la graduación.
También debemos continuar con urgencia nuestro diálogo actual sobre las cuestiones importantes que se han planteado en los últimos meses, especialmente el equilibrio entre la libertad de expresión y la discriminación y el papel de una universidad para contribuir a mejores resultados en el Medio Oriente.
Ambos son temas en los que espero que Columbia pueda liderar el camino hacia nuevas ideas que nos conviertan en el epicentro, no sólo de las protestas, sino de las soluciones a los problemas mundiales.
Atentamente,
Minouche Shafik.
Dicen estudiantes judíos: antisemitismo viene de lejos
Nick Baum, un estudiante de primer año en la Universidad de Columbia y en el Seminario Teológico Judío escribió el pasado 3 de mayo en Jewish, una publicación digital su experiencia en el conflicto estudiantil.

“Muchos de mis compañeros en la Universidad de Columbia han pasado los últimos días expresando furia por el fin de la breve ocupación de Hamilton Hall por manifestantes pro palestinos. La Policía fue llamada el martes por la noche. En un comunicado de prensa, Apartheid Divest de la Universidad de Columbia calificó el arresto de más de 100 manifestantes dentro y fuera del edificio como ‘violencia policial impactante’ que ‘violó todas las reglas escritas y no escritas de las normas universitarias’.
“Lo que no ven: esta ocupación, para algunos estudiantes judíos como yo, mostró cuán comprometidos están nuestros compañeros de salón a no escuchar otras perspectivas. Si se hubiera permitido que continuara la ocupación, muchos de mis compañeros judíos habrían seguido viviendo con miedo sabiendo que los manifestantes que buscaban la destrucción de Israel no sólo habían secuestrado un edificio en el corazón del campus, sino que también tenían acceso a otros edificios, incluidos los de estudiantes de primer año. dormitorios y comedores.
“Tal como están las cosas, llevará mucho, mucho tiempo, comenzar a reconstruir la confianza entre estudiantes sionistas visiblemente judíos como yo y el resto de la comunidad de Columbia”, escribió.
Para Nick Baum la ocupación estudiantil de instalaciones de Columbia es la culminación de meses de cerrazón.
“Fue la culminación de una incapacidad de meses de entablar una deliberación racional y un diálogo significativo por parte de mis compañeros de clase que protestaban, cuyas demandas incluían que Columbia se desvinculara de Israel y cortara los vínculos con las instituciones académicas israelíes.
“En repetidas ocasiones demostraron una incapacidad para entablar un discurso significativo con voces judías y proisraelíes en el campus. En cambio, adoptaron y amplificaron una cultura en la que muchos estudiantes evitan activamente el diálogo.
“Esa cultura se afirmó por primera vez sólo unos días después de los horribles ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre, cuando una gran manifestación pro palestina se apoderó del centro del campus, antes de que Israel iniciara cualquier respuesta militar.
“Muchos de mis amigos judíos, incluido yo mismo, nos sentimos profundamente alarmados por la protesta, que no condenó el terrorismo de Hamás”, explicó.
Baum relata que había dejado de sorprenderse de la proliferación de consignas contra Israel.
“En algún momento dejé de sorprenderme al ver carteles que decían ‘Israel es la nueva Alemania nazi’ y líderes que dicen ‘los sionistas no merecen vivir’ alrededor del campus. Los manifestantes se han emborrachado con su propia retórica y, a medida que se ha evitado aún más el diálogo con los judíos sionistas, nosotros hemos sido vilipendiados aún más por ellos.
“Al excluir las voces judías y proisraelíes en el campus, muchos manifestantes han sido guiados por el camino del extremismo. Incrementan formas de retórica cada vez más amenazantes que se convierten en la norma.
“Para mí, su ocupación de Hamilton Hall no representa una orgullosa defensa de la libertad de expresión, sino la gravedad de una brecha que me ha hecho sentir cada vez más inseguro en el campus”, expuso en su colaboración.
Linchamiento antisemita

Noa Fay, una dirigente estudiantil judía, estudiante de último año de Barnard College, describió este viernes 3 de mayo en el podcast People of the Pod, de American Jewish Committee, conducido por Manya Brachear Pashman, la persistencia de un ambiente de linchamiento en la Universidad de Columbia.
“Lo que estamos viendo es una especie de linchamientos. Parece que ahora que todo el mundo está afectado, hasta ahora se lo están tomando en serio. Pero en realidad, los estudiantes judíos hemos estado lidiando con esto literalmente desde el 7 de octubre, y hasta ahora parece llamar la atención de alguien”, explicó.
Manya Brachear Pashman le pregunta sobre el movimiento propalestino:
“¿Están protestando contra la guerra?”
Noa Fay responde: “No, no, no. En general se trata de manifestaciones antiisraelíes. Y en este punto, manifestaciones antijudías. Así que creo que están utilizando el asunto de la guerra para ganar credibilidad. Y la guerra definitivamente está alimentando su ira, supongo que se podría decir, pero no se trata de la guerra. Y nunca ha sido sobre la guerra.
“Había una comunidad antiisraelí muy fuerte en el campus. Y eso fue mucho antes del 7 de octubre, durante los altos el fuego que ya estaban teniendo lugar entre Hamás e Israel. Y aún así, teníamos exactamente la misma retórica. La única diferencia ahora es que ha ganado mucha tracción. Así que no, no se trata en absoluto de la guerra”.
Para Fay, el ambiente universitario se ha transformado.
“Tuve una experiencia desafortunada con un profesor. En un curso sobre la esclavitud, la esclavitud americana. Fue un curso sorprendente hasta que esta retórica antiisraelí llegó hasta aquí. Pero en esta clase, este profesor ha comunicado consistentemente sus sentimientos antiisraelíes y también lo ha hecho trayendo conferencistas que han demostrado muy abiertamente su naturaleza antiisraelí.
“Un conferencista vino y negó la violación de mujeres israelíes el 7 de octubre (en el ataque de Hamas). Yo estaba temblando. Estaba temblando en mi asiento. Sólo porque, ¿qué dices ante algo así? Quiero decir, fue simplemente horrible.
“Pero también podemos identificar que es problemático porque no tenemos a un israelí que venga a decir el lado judío de la historia y el lado israelí de la historia.
“Y porque tenemos esa falta de representación de perspectivas. Lo sabemos, es adoctrinamiento. He tenido toda mi experiencia con todo este asunto del antisemitismo, incluido lo que acabo de describir con este profesor, que mi experiencia ha sido leve en comparación con otros estudiantes”.
Gaza es nuestro Vietnam
