Deived: Romper la monotonía

@deivedrdz

Con sus pinturas, David Rodríguez logra una especie de registro de lo que ocurre en la Ciudad.

“Empecé con esta idea de hacer murales como una forma de contextualizar mi entorno, mi cotidianidad”, cuenta el artista de 33 años, quien firma como Deived.

Se involucró con este tipo de arte desde que estudiaba en Artes Visuales de la UANL, pero comenzó a pintar por su cuenta en 2016. En sus obras mantiene un discurso que muestra cómo coexisten la naturaleza y la ciudad.

Con sus pinceladas pone lupa en los cambios del día a día en el entorno, muchos de los cuales pasan desapercibidos por el ritmo de vida acelerado.

“Uno se va dando cuenta de cómo la vegetación a veces disminuye y el concreto aumenta, o que donde se abandona una construcción, la vegetación crece”, apunta Deived, quien también trabaja con arte plástico, dibujo, bastidor y tatuajes.

“Esos choques son los que me llaman mucho la atención y trato de representarlos de forma en que ambas partes convivan o en ocasiones luchen por un espacio”.

Deived ha pintado en la Ciudad y otros estados de México; también ha organizado festivales para abrir espacio a que otros artistas puedan compartir sus creaciones.

Su proceso creativo parte de la observación diaria, en los lugares por los que transita, encontrando aspectos como la banqueta que se quiebra con las raíces del árbol.

“No me gustaría usar la palabra saturación, pero sí me gusta llenarlo de mucho color, de volumen”, comenta sobre los detalles de su pintura.

Desde su mirada ambiental, sus representaciones hacen eco a la importancia de estar rodeados de flora para soportar una urbanidad contaminada y monótona.

“Uno de los principales enfoques está en darle ese cambio de perspectiva a la ciudad, esa ímpetu de querer cambiar el gris por color”.

Anahid: El paso del tiempo

@anahid_hdz

A los murales, Anahíd Hernández llegó creyendo que sería buena oportunidad laboral. Veía que muchos artistas pintaban en exterior y sintió que no debía quedarse fuera.

Pronto, sin embargo, la atrapó el reto de pintar en las alturas, bajo el Sol del verano, fríos profundos y fuertes vientos que la hacían tambalearse en lo alto.

“Uno tiene que tener buena condición física”, cuenta la pintora de 35 años, egresada de Artes Visuales de la UANL.

Inició abriéndose camino por su cuenta, en un ambiente mayoritariamente de hombres, buscando pequeños espacios para trabajar su portafolio personal.

Le conmueve recordar cuando la invitaron por primera vez al Festival Callegenera a pintar un mural de 6 metros de largo por 2 de alto. Le parecía enorme.

“No sabía lo que venía después”, dice riendo, para después compartir que lo más alto que ha pintado son 15 metros en un mural de la estación del Metro Félix U. Gómez.

“Emociona mucho que lo tienes en una hoja, tu boceto, y luego lo ves macro. Se siente la satisfacción de que sí se pudo”.

Así como le ocurre a otros artistas públicos se ha topado con todo tipo de respuestas de la gente: curiosidad, aprobación y rechazos. En su caso la reprobación llega por la característica de su pintura, que tachan de “satánica” o “del diablo”.

“Mi pintura siempre ha sido oscura, dark, me gusta mucho buscar cómo veo la consciencia de la muerte, el paso del tiempo, la vida”, comparte la artista.
Ha llevado sus creaciones a entidades como Baja California, Michoacán, Estado de México, Oaxaca y San Luis Potosí.

A diferencia de artistas hombres, cuenta, como mujer se ha enfrentado al miedo a ser acosada o agredida en las calles de la Ciudad.

Tras algunos años dedicándose de lleno al mural, ahora está en una pausa debido a una lesión que ella cree le ocurrió pintando en las alturas.

Espera volver pronto. Mientras tanto continúa en la pintura de caballete y disfruta al ver cómo son más las nuevas generaciones de artistas que pueden vivir del arte.

Chanate: Busca la reflexión

@chanate_art

Entre los murales más conocidos de Chanate podría estar “El Beso” que, tras intentar ser censurado en Monterrey, llegó a un festival de arte urbano de Dinamarca.

La pieza, que retrataba a dos hombres besándose, fue vandalizada y después restaurada por el artista. El hecho se volvió viral.
“Siempre he trabajado el concepto de lo social, de lo humano, de la interacción entre las personas”, apunta Chanate, quien prefiere mantener su nombre artístico.

Hay quienes lo llaman muralista, otros artista urbano. Él prefiere denominarse artista público, pues evoca el papel que tienen los espectadores dentro del proceso creativo.

De los murales lo atrapó el factor social, dice: se involucró en este arte desde la prepa y mucho de pintura la aprendió del maestro Sergio Villarreal, fallecido en 2021.

“No creo que sea una obra en donde el artista impone una idea o un discurso”, reflexiona el diseñador gráfico por la UANL.

“Siempre existe una interacción muy horizontal: el mural se complementa con el discurso que también otras personas responden con la retroalimentación”.

Considera que el arte público abre puertas hacia la búsqueda de un mejoramiento en las condiciones del trabajo en el gremio artístico. Una de sus misiones es mostrar a generaciones más jóvenes que se puede vivir del arte, por lo que también imparte talleres.

“El mural no tiene que ser únicamente decorativo, puede ser con un carácter reflexivo, más narrativo, que cuente una historia, entonces deja de ser únicamente una pintura”, cuenta Chanate, artista que participó en el Festival Callegenera 2021, que llevó el arte a la Línea 3 del Metro.

Además de la zona metropolitana de Monterrey, ha intervenido espacios de casi todo México, así como países de Europa y América del Sur.

Una de sus creaciones más significativas fue cuando en Ciudad del Maíz, en San Luis Potosí, lo invitaron a crear un mural por los 400 años de la localidad: fue un trabajo de 45 metros de largo que le obligó durante 10 días a leer libros sobre la historia del lugar.

“La necesidad de pintar un mural en otro lugar radica en que más personas lo vean”, apunta, “que más personas reflexionen con ello”.