HAY AVANCES Y RIESGOS
Alejandro Werner
¿Cuáles son mis conclusiones de esta conferencia (la grabación del evento puede verse aquí: https://www.youtube.com/watch?v=DfHeJV6vZcY&t=16966s)? En primer lugar, es indiscutible la importante mejora registrada en la distribución del ingreso y en la disminución de la pobreza. Sin embargo, los servicios públicos han mostrado un preocupante deterioro.
Si este deterioro continúa, los avances en equidad y reducción de la pobreza no serán suficientes para fomentar la movilidad social. La educación pública, lejos de ser un motor de progreso social, sigue siendo deficiente en términos de cobertura y calidad y no permite que las nuevas generaciones superen el nivel educativo de sus padres.
Asimismo, el aumento del gasto catastrófico en salud y la disminución en la detección temprana de varias enfermedades limitarán severamente la movilidad social y podrían generar una crisis de salud pública. También es preocupante observar que para la población que se encuentra por debajo de la línea de pobreza, el Estado recauda más en impuestos de lo que le devuelve en transferencias y apoyos.
En ausencia de una mejora sustancial en las políticas de salud y educación, difícilmente el progreso en mejorar la distribución del ingreso y disminución de la pobreza se traducirá en mayor movilidad social.
Respecto a los retos macroeconómicos, hubo consenso sobre la necesidad de reducir gradualmente el déficit fiscal. Esta estrategia reduciría el déficit a 3% de PIB en dos años y debería aprobarse junto con el presupuesto para 2025. También se coincidió en que, debido a las presiones estructurales de gasto, especialmente en pensiones y salud, es imprescindible llevar a cabo una reforma tributaria.
No obstante, en el corto plazo no se anticipan dificultades para el financiamiento del déficit ni una pérdida del grado de inversión. Se discutieron también los riesgos que plantea la relación bilateral con Estados Unidos, sobre todo a raíz de las propuestas del presidente electo Trump de imponer tarifas a las exportaciones mexicanas y debido a su estilo agresivo de comunicación que posiblemente generará ansiedad durante la renegociación del T-MEC.
Sin embargo, dado el endurecimiento de la posición comercial y geopolítica de Estados Unidos hacia China, la lógica detrás de la integración comercial y financiera de América del Norte será aún más fuerte, por lo que espero se llegue a una revisión exitosa del tratado que incorporará una sección “anti-China”.
Asimismo, aunque hubo consenso sobre la desaceleración de la economía nacional, las opiniones difieren en cuanto a si en 2025 el país entrará en recesión. Lo anterior debido a que la economía nacional ya experimentó una importante desaceleración en 2024. Otro punto que generó amplio consenso fue la urgente necesidad de una mayor apertura y rediseño del sector energético.
La falta de inversión en generación de energías renovables y en transmisión eléctrica representa una barrera importante para la inversión en el país. Además, la fragilidad financiera de Pemex es uno de los mayores retos que enfrenta el gobierno en términos de finanzas públicas.
En relación con el cambio climático, los modelos presentados sugieren que México sufrirá un impacto considerable en las próximas décadas, lo que subraya la necesidad de que el país tenga un rol más activo en la creación del marco internacional para enfrentar este desafío histórico.
En cuanto al nearshoring, la experta en comercio internacional que abordó el tema destacó una incógnita: mientras otras economías que han alcanzado un nivel de integración global similar al de México han experimentado un desarrollo económico rápido, nuestro país no ha logrado ese resultado. La experta sugirió que quizás México debería concentrarse en fortalecer los fundamentos tradicionales del desarrollo, como la educación, infraestructura y el Estado de derecho.
RETOS ECONÓMICOS
Gerardo Esquivel
Hay dos retos económicos de corto plazo importantes para México. Uno es el reto estrictamente hablando del dinamismo de la economía; una fuerte desaceleración económica con la que inicia la nueva administración. El otro es el reto fiscal.
La desaceleración es un poco atípica porque normalmente en un año de transición suele pasar que la administración saliente logra un crecimiento relativamente alto y la administración entrante comienza con una cierta desaceleración.
El problema ahora es que la desaceleración empezó desde el año final de la administración del presidente López Obrador y eso va a hacer que la administración entrante arranque con bajo dinamismo y que a eso se sume lo que suele ser un efecto de desaceleración inicial por el cambio de gobierno que normalmente viene como resultado de que terminan proyectos de inversión grandes y en lo que se ponen en marcha, toma tiempo, luego hay una curva de aprendizaje importante de los nuevos funcionarios –que también toma tiempo– y por eso es que suele pasar al menos en el caso de México, pero es cierto también para otras economías.
Suele pasar que hay una cierta desaceleración económica, en el caso de México ese proceso ya está en marcha desde el fin de la administración que acaba de pasar.
Están los datos atípicos asociados a la pandemia. México fue de los países que más sufrió con la pandemia. El PIB se cayó en 2020 en más de 8 por ciento, luego vino una recuperación muy fuerte, pero lo que se puede apreciar, ya de manera más allá de los de los trimestres atípicos asociados a la pandemia, es que en los últimos años hemos venido en un franco proceso de desaceleración del crecimiento económico.
En el segundo trimestre de 2024, el crecimiento anual ya fue de solo 1 por ciento, de tal manera que la estimación de crecimiento para 2024, que al inicio de la administración era de 3 por ciento, al menos para el Gobierno mexicano y para el Banco de México, se estima ahora que va a ser 1.5 por ciento o quizá menos.
El indicador de coyuntura más ilustrativo es la creación de empleo formal. En las tasas de crecimiento de empleo formal hay una desaceleración notable al final del periodo 2023-2024, estamos en tasas de crecimiento de 1.6 por ciento de generación de empleo formal. En otros periodos que estuvimos con niveles similares fueron en momentos de fuerte desaceleración económica y en particular de recesión. No quiere decir que vamos a entrar en una fase tan negativa, pero sí quiere decir que estamos en un franco proceso de desaceleración.
Para entender de dónde viene la desaceleración que está sufriendo México, hay que ver dos regiones que son las que están arrastrando hacia abajo el crecimiento del empleo: La zona del sureste del país está en cero de crecimiento y los estados fronterizos con Estados Unidos — no incluyo a Nuevo León que se suele considerar fronterizo–. Esa zona está incluso en decrecimiento en su medición anual.
El empleo formal en la frontera norte de México es hoy menor de lo que era hace un año. El empleo formal en el sur-sureste del país es hoy apenas el mismo de lo que era hace un año y eso está arrastrando hacia abajo el crecimiento del empleo formal, que solo está en 1.6 por ciento.
Esas dos regiones del País caen por debajo del promedio nacional. En el caso de la frontera norte viene desde 2022, cuando la zona norte del País empieza a convertirse en un factor que contribuye al rezago económico del país; eso está asociado a dos fenómenos que es difícil separar, pero que coinciden en el tiempo: uno, el estancamiento del sector manufacturero norteamericano que empieza a dejar de crecer y, por lo tanto, deja de arrastrar a la economía mexicana. Y el otro, una fuerte apreciación del peso mexicano del 2022 a los primeros meses de este año se apreció más o menos de 20 pesos por dólar, a 16.50, llegó a estar. Eso hizo que perdieran competitividad los productos mexicanos en el extranjero.
El otro factor es la desaceleración de la generación de empleo formal en el sur-sureste del País. Es más reciente. Eso tiene una lógica que está asociada a la transición de Gobierno en el sur sureste del País. Ahí se llevaron a cabo los proyectos prioritarios más importantes de la Administración del Presidente López Obrador y ahí se construyó el Tren Maya, se construyó la refinería, se construyó el Tren Interoceánico.
Esas tres grandes obras de infraestructura que generaron mucho empleo en su momento (2021-2023), en 2024 se terminan o se concluyó una parte importante de las obras, y empieza a despedirse gente por razones obvias y la zona sur-sureste del País, al igual que la zona norte, es un factor que contribuye de manera considerable a la desaceleración de la actividad económica.
El reto es enfrentarse a esta desaceleración que combinada con la transición de gobierno pudiera ser una transición complicada para el inicio de la administración en su primer año.
Un segundo factor de riesgo es la parte fiscal. El tamaño del ajuste que están previendo a nivel gubernamental, que ocurra es un ajuste en el caso del déficit presupuestario, que va a terminar cerca de 6 puntos porcentuales del PIB, de tal manera que el tamaño del ajuste que se requeriría es superior a 3 puntos porcentuales del PIB. El balance tiene que pasar de casi menos 6 a menos 2.5, menos 3.
Una parte es ajuste de gasto corriente y una parte tendría que venir del gasto de inversión. Es alrededor de un billón de pesos (en el caso en español, es un millón de millones de pesos). Es el tamaño del ajuste, que es un ajuste importante, son tres puntos porcentuales del PIB.
Sería indeseable que ocurriera de manera inmediata en un solo año; sería la forma de llevar a la economía a una recesión, porque vista la desaceleración económica en la que ya está la economía agregarle a eso una contracción fiscal de la magnitud que se está hablando me parece indeseable. Sería mejor que la consolidación fiscal ocurriera en un horizonte un poco más largo.
Tiene que ocurrir, pero no tendría que ser tan pronto porque de otra manera va a llevar a la economía inevitablemente a una recesión. Si se hace a mediano plazo puede no ser tan negativo el efecto. Eso requiere, por cierto, que las autoridades económicas sean capaces de informar a los agentes económicos, a los analistas, a los observadores, que eso va a pasar y explicar por qué razón. En lo que ha fallado la administración es en transmitir este tipo de decisiones.
El margen está muy restringido. El balance fiscal de México en los últimos 34 años, en las últimas seis administraciones presidenciales, por ejemplo con Zedillo y con Vicente Fox, tuvimos un balance, casi cero. Con Felipe Calderón inició el déficit. Inició en 2008-2009, como resultado de la contracción de la economía y de la crisis financiera global que requirió una política contra cíclica importante. Ahí comienza el déficit que se mantiene durante la Administración de Peña Nieto.
Se trata de reducir un poco, con un ajuste importante en las finanzas públicas no se elimina del todo, pero la Administración del Presidente López Obrador arranca con un déficit con una magnitud relativamente razonable que mantenía el cociente de deuda PIB estable, pero luego, en los últimos años, esa brecha se fue ampliando hasta cerrar con el déficit que ya hablamos ahora de 5 y 6 puntos porcentuales del PIB.
Ese déficit que está creciendo en los últimos años, la pregunta es si se puede arreglar fácilmente o no. Pero hay un problema más estructural de mediano y largo plazo que es el reto que enfrenta a México. Los ingresos presupuestarios están prácticamente estables en los últimos 15 años. No han subido. Ha ocurrido un cambio en la composición de la fuente de esos ingresos: los ingresos tributarios han subido, subieron de manera importante durante la Administración del Presidente Peña Nieto y se han mantenido y seguido creciendo un poco, pero eso viene acompañado por una caída importante en los ingresos no tributarios, que apenas se ha compensado y ese es el tema hacia adelante para el país.
Los ingresos están estables y los gastos están con una ligera tendencia creciente, que posiblemente va a seguir por dos razones: uno, porque parte de esos gastos, está asociada al pago de pensiones del esquema anterior. No de la pensión universal nueva –que también contribuye—sino la parte importante en este momento proviene del compromiso de pago de pensiones de las generaciones pasadas del régimen pensionario anterior y que conforme la sociedad mexicana se va haciendo más vieja, ese pago va a crecer en el tiempo.
Luego el gasto en salud también va a crecer por razones de la transición demográfica y epidemiológica. Entonces, la presión del gasto es hacia arriba y a eso hay que sumarle que hay gastos sociales, de programas sociales que han ido implementándose en los últimos años, que generarán una presión adicional. Entonces la tendencia del gasto es creciente y la tendencia de los ingresos se estanca.
Está estable. Eso va a ser una presión hacia adelante para el País y para el Gobierno, evidentemente. En eso baso la idea de que requerimos eventualmente discutir una reforma fiscal más profunda que permita que el Estado mexicano pueda tener recursos suficientes. Uno, para reducir el tamaño de su déficit y, dos, para poder gastar en todo caso en las cosas que considera importantes. Si considera importantes los programas sociales e incrementarlos para que lo pueda hacer y, junto con eso, es importante invertir en otras cosas, en particular en infraestructura pública. Hay cosas básicas que hay que hacer y la construcción de infraestructura en el País es una de ellas.
¿REFORMA FISCAL?
Miguel Messmacher
Los países que realmente han convertido y que han crecido más rápido, como Corea del Sur, Taiwán, Singapur, en su momento España o Irlanda, básicamente han crecido a tener montos elevados en inversión física e inversión en capital humano.
En contraste, cuál es la región que no ha convergido: América Latina. México se quería mover hacia intentar tener más inversión, impulsar mucho el sector exportador con un éxito mixto. Pero muchos países de la región, enfatizando esta idea de la demanda interna y salarios mínimos y promoviendo el consumo doméstico, etcétera, pues lo que sabemos después de 70 años es que esa estrategia no parece funcionar muy bien. Pero es un poco la estrategia de desarrollo hacia la cual se ha movido México. No es la señal y no es el movimiento correcto.
Hasta el momento todas las señales son que vamos a mantener esta estrategia de énfasis en salarios mínimos en lugar de estar pensando en qué tenemos que hacer para que aumente el monto de inversión en México.
El tema de la desaceleración vinculada a las transiciones presidenciales, si en un entorno donde te venías retrasando y vas teniendo, no necesariamente crecimiento negativo, pero sí claramente un desempeño más débil que el de Estados Unidos, las tasas de crecimiento anual y cómo claramente tenías unas tasas relativamente más altas de crecimiento y el primer año de la Administración siguiente se desacelera de manera muy importante. Es previsible que volvamos a observar eso. El año electoral en México está siendo un año de débil crecimiento. Cabe la posibilidad que tengamos una recesión moderada el próximo año.
Mi hipótesis es que si bien está el fenómeno fiscal, de déficit, es que también por el lado de la inversión privada debe de suceder algo también en cuanto a que también observamos una disminución importante y una desaceleración importante en la inversión privada.
Mi sospecha es que muchas empresas ya tienen permisos para realizar inversiones. Ya tienen proyectos. Cuando lleguen los nuevos no saben si les van a cancelar los proyectos y les van a pedir, pues, de nuevo aportaciones para terminar con sus proyectos. Mi sospecha es que también los inversionistas privados buscan acelerar todo lo posible los proyectos.
Sería ideal una reforma fiscal por varias razones: en principio te permitiría tener una mejor combinación de política, monetaria y fiscal. Sería mejor que tuvieras una política monetaria más laxa y una política fiscal algo más apretada. Si tienes márgenes más limitados ya no tienes fondos de estabilización como los que tuvo la Administración actual. Ya hay un límite. Una parte de los incrementos en recaudación tributaria que hizo la Administración actual fue sin una reforma fiscal; fue apretando un poco a los contribuyentes con acciones de fiscalización. Eso llegó al límite.
Tengo además la sospecha de que la Presidenta Sheinbaum no tiene el mismo carisma y no necesariamente tiene el mismo control sobre Morena que tenía el Presidente López Obrador. Entonces, en ese sentido, es posible que ella tenga un poco más de presión por el lado de gasto; simplemente para mantener la disciplina en su partido. Entonces por ahí habrá ciertas presiones de gasto.
En un escenario donde las tasas de interés las bajes a 3.25 o 3.50 de la Reserva Federal, que es un poco el pronóstico de Goldman Sachs, mi impresión es que puedes mantener un déficit relativamente alto y los mercados financieros se lo tomarían con cierta tranquilidad.
Si necesitas hacer un ajuste bastante importante y bastante grande mi impresión es que con tal de que se mande una señal medio cosmética de una disminución de medio punto o de un entre medio punto y un punto en un escenario donde la Reserva Federal está regresando a tasas bajas, en ese sentido no tendrás mayor presión inmediata. Obviamente, no es la situación ideal.
Sería ideal hacer la reforma fiscal. ¿Si creo que podrían hacerla? Mi respuesta es no. Más bien estamos regresando a la dinámica que tuvo México de 1970 al 2000, se hacían las reformas cuando te obligaban los mercados. Tú sentías presión fiscal, empezaba a depreciarse el tipo de cambio, empezaban a subir las tasas de interés y era en el contexto de una presión financiera muy fuerte y los mercados restableciendo tu orden, que hacías reformas. Me sospecho que hemos regresado a ese mundo y en ese sentido difícilmente es esperable el que vayamos a tener una reforma, una reforma fiscal.
La Administración anterior y la Administración actual prefieren enfatizar temas de control político versus, por ejemplo, temas de promoción al crecimiento o temas de eficiencia económica.
En mi lista a Santa Claus –no que yo necesariamente tenga mucha esperanza de que algo de esto suceda–, pero con la idea de que a ver, pensando en que la de Sheinbaum es una Administración de izquierda, puedes armar una agenda de izquierda que sea pro crecimiento ¿Cuáles serían los elementos de esa agenda?
Reforzar la competencia económica. Pero qué está pasando: por lo general se ha privilegiado más un acercamiento corporativo a la relación con el sector privado corporativista y eso en general implica cierto acercamiento a la mejora de empresas con poder de mercado. Implicaría un cambio en el equilibrio político.
No pensaría que, pues, una administración de izquierda podría vender una idea o quisiera tener una competencia económica, lo cual sería importante empoderar a los usuarios de los sistemas de educación y salud pública. Hablamos de la importancia del capital humano, empoderar a las familias y a los alumnos. Implica darle menos importancia a los sindicatos y darle más importancia a los padres de familia y a los usuarios de los servicios.
En salario mínimo, digamos, sí había mucho retraso; creo que hubo una parte de incrementos en salarios mínimos que se podían hacer sin mayores efectos. Pero cada vez más debería estar enfocado en la parte de aumentos por productividad.
Sí se puede hacer una reforma fiscal y un elemento importante pueden ser impuestos progresivos en bienes raíces. Técnicamente, es algo muy complejo, pero sí se puede hacer.
Mayor eficiencia de gasto con transparencia, criterios de efectividad y evaluaciones. No pérdida de transparencia. Debería ser consistente con una gente de izquierda siempre y cuando estés dispuesto a ceder poder. Y, finalmente, mejor acceso a justicia efectiva y combate al crimen.