Muchas personas estando solteras saben que quieren casarse, pero hay ciertas dudas o resistencia a dar ese gran paso. La soltería bien llevada es hermosa. Tiene sus propios retos, pero es muy abundante, pacífica y brinda mucha libertad para actuar o decidir con independencia, pues no tienes que consultar nada con nadie.
Cuentas con un mundo de opciones a elegir. Sólo piensas en ti, tus necesidades, planes, tiempos, placeres y todos tus logros son tuyos para celebrar o disfrutar. Hasta ahí, parecería que la soltería es mejor que el matrimonio saludable. Por eso y por muchos miedos o creencias limitantes debido al dolor de relaciones pasadas, personas sin pareja dudan sobre las relaciones comprometidas.
Consideran que es mucho trabajo. No ven el beneficio de limitar sus opciones y compartir sus recursos o agendas. Piensan que consultar sus decisiones es ceder su poder y pensar en el esfuerzo que implican los hijos los asfixia. Sin embargo, esto no es blanco o negro. Nada en la vida lo es. Por ello, para que puedas decidir si una relación comprometida o un matrimonio saludable vale la pena para ti, debemos considerar algo fundamental. El amor no es un sentimiento, es una decisión de emprender un proyecto de vida.
Y, para construirlo, se requiere vocación. Así como poner un negocio, ser fitness o escribir un libro no es para cualquiera, lo mismo pasa con el matrimonio, no es para cualquiera. Eso no quiere decir que no sea hermoso. Sólo significa que aquellas personas que realmente se preparen a emprender ese plan, pasar por el camino rocoso del trabajo y crecimiento individual y en pareja que implica, podrán disfrutar el éxito, los placeres y beneficios que resultan al hacerlo bien.

Tristemente, no muchos inician su matrimonio sabiendo esto y, entonces, al pensar que casándose o estando en pareja serán más felices, se topan con pared, se frustran, se rinden y ahogan en el dolor, desilusión y decepción, culpando al amor o a su ex pareja, como si un restaurantero abriera su negocio con mucha ilusión, pero sin saber nada al respecto, y culpara a los clientes por no ir y quebrar su negocio, en lugar de asumir que necesitaba aprender.
Una soltería mal llevada puede ser igual de estresante, triste, vacía y con sabor a soledad, que un matrimonio mal llevado. Y, así mismo, un matrimonio saludable o una buena soltería pueden ser sumamente satisfactorias.
La plenitud, paz y felicidad no dependen de tu estado civil, sino de cómo manejas ese estado civil y esa relación contigo y/o con la otra persona. Sin embargo, a las personas que nos gusta tener un equipo para librar las batallas y celebrar las victorias, el matrimonio es una gran opción y vale todo el esfuerzo que se le pone, porque las recompensas que da son hermosas.
El matrimonio y el amor de pareja no existe para hacerte feliz. Si crees que al tener pareja o casarte, vas a despertar todos los días enamorado o feliz, lo único que vas a sentir ¡es frustración! La mayoría de las personas que empieza una relación o se casa vive una etapa inicial de mucho enamoramiento, pasión, sexo alocado y diversión.
Tanto la soltería como el matrimonio son caminos válidos hacia tu plenitud y felicidad.
Está bien elegir el camino que quieras tomar,
pero según éste serán los retos o desafíos que tengas que superar.
Tú decides por qué te quieres esforzar y qué quieres construir.
Sin importar lo que decidas, constrúyete a ti, a tu mundo y tu plenitud. Eso es indispensable para ambos caminos.
Ya después decidirás si compartirás y sigues construyendo todo eso con alguien o no”.
Eso, sin duda, es hermoso y placentero. Sin embargo, no es un amor bonito y no es lo que sostiene a la relación a largo plazo. Tu compañero no existe sólo para darte placer, existe para ayudarte a crecer. Y el éxito en una relación no versa solamente sobre cuánto puedan disfrutar, sino sobre cuánto se puedan esforzar, conversar y reinventar.
Cuando decides estar emparejado o casarte, decides sacrificarte, entregarte, servir y esforzarte para que ese proyecto funcione. Y es que eso es exactamente el amor: la decisión de construir un proyecto en común y hacer todo en tus manos, como en equipo, para que ese proyecto florezca y dé buenos frutos.
Con el pasar del tiempo, el amor se transforma, eso es normal y, muchas veces, si el equipo hace lo necesario, se transforma en algo mejor. Si entras en una relación o te casas pensando en sentir “felicidad” todo el tiempo, te estás engañando y confundiendo la auténtica felicidad con placer o euforia. Estar en una relación, implica hacer ajustes, afrontar desafíos, resolver problemas y superar obstáculos.
Así es la vida. Eso no siempre es placentero y, por ello, ante el estrés, muchas personas no sienten el impulso de seguir y eso les hace creer que “el amor se acabó” o que “la llama se apagó”. El amor no se acaba ni la llama se apaga, lo que se acaba es el sentimiento intenso del enamoramiento y lo que se apaga son las personas que deciden dejar de esforzarse por esa relación, sólo porque ya no se sienten con el impulso para seguir a través del estrés de los desafíos o ajustes.

Quieren sólo el placer. Por eso van de relación en relación y de enamoramiento en enamoramiento, como lo hace un adicto, de dosis en dosis.
El amor, como cualquier proyecto, no siempre es divertido. Y no importa cuán compatibles sean tu pareja y tú, o que tanto se hagan sonreír mutuamente o cuánto se admiren, no dejan de ser tan solo dos seres humanos en un proceso de crecimiento y aprendizaje, viviendo en un mundo en el que las cosas pueden salir mal, sin importar lo buena persona que seas.
El amor bonito no es un paseo por el parque, es más bien el resultado del trabajo y esfuerzo que se hace un día a la vez para que pueda durar por siempre. Y va a haber días en los que te despertarás sintiendo que esa relación no va para ningún lado, que ya no hay forma de salvarla, que quisieras terminar, recuperar tu soltería y preocuparte sólo por ti para no tener que esforzarte tanto ni comunicarte, negociar, ceder o tolerar ¡Pero ojo con eso! Si terminas solo porque es difícil, repetirás ese patrón en cada una de tus siguientes relaciones después.
Construir un amor bonito nunca es fácil, pero siempre es hermoso y vale el esfuerzo. Espera y acepta los problemas en tu relación, pero aprende a lidiar con ellos porque no es más feliz aquella pareja que no tiene problemas. Eso no existe. Es más feliz la pareja resiliente, que aprende las habilidades necesarias para resolver problemas.
Cuanto más preparados estén en lo individual y, como equipo, más fuerte será su relación ante la adversidad. Si esperas tener pareja para mejorar tu vida o para que una persona te haga feliz, NO TE CASES. Mejor sigue soltera o soltero y dedícate a conquistar tu mundo interior. Eso será darte a ti, todo aquello que buscas que alguien más te entregue.
No se trata de ser una persona perfecta, pero sí trabajada, con el equipamiento interior necesario para ser un buen miembro de equipo y construir ese proyecto. Ten pareja o cásate cuando hayas hecho lo anterior, y solamente si realmente tienes la convicción de que quieres conquistar un mundo en común con alguien.

El matrimonio o cualquier relación verdaderamente comprometida implica renunciar
a muchas libertades, placeres, tiempos y planes.
Ya no puedes pensar sólo en ti, todo tiene que ser
consultado y debes considerar que todas tus acciones y decisiones afectarán,
de buena o mala manera, a tu pareja e hijos, si los tienes.
Debes esforzarte bastante por mantener a flote la relación y, por si fuera poco, enfrentar las complicaciones de la vida cotidiana”.
No existen relaciones felices, sino personas felices relacionándose. Una buena relación, no sólo es placentera a nivel físico, sino que es muy satisfactoria para el alma y el corazón. Claro que habrá besos, sexo, risas, cenas y diversión, pero también te brindará mucha estabilidad emocional, contención, mayor enfoque, paz interior, será un soporte para tu salud mental, un apoyo para conseguir tus metas y una forma de filtrar y renovar tus prioridades.
Hay muchos beneficios que se obtienen al estar en pareja con la persona correcta, pero poco es lo que se habla de ellos. El matrimonio saludable, al igual que cualquier relación comprometida, es una desafío de evolución personal. Sin embargo, muchos siguen condicionados a creer que será un cuento de ha- das que los hará felices.
Estas expectativas poco realistas los preparan para la decepción. Y lo más triste es que ante la crisis o el fracaso de la relación, ambos se culpan de lo sucedido, en lugar de responsabilizarse de su triste participación. Por eso no aprenden nada y no lo hacen mejor en la siguiente ocasión, repitiendo un patrón de dolor y decepción, que les rompe el corazón.

El matrimonio es una experiencia muy confrontativa porque saca a la luz viejas heridas, inseguridades y cosas que no sabíamos que teníamos. Pero, por difícil que suene, la recompensa de hacerlo bien es enorme, hermosa y vale todo el esfuerzo. Lo que vale la pena en la vida es así. Ningún empresario ha logrado un negocio exitoso sin esfuerzo. Nadie logra un buen cuerpo sin disciplina y nadie ha logrado algo sin dar los pasos necesarios.
La satisfacción en un matrimonio saludable proviene del establecimiento de la confianza. De escuchar a tu pareja con empatía, de aceptar las pláticas difíciles, de llegar a acuerdos. Y de perdonar una y otra vez, entre otras cosas. Esas son habilidades que no traemos de fábrica, se deben desarrollar. No todos las desarrollan y, por ello, no logran matrimonios armoniosos, ni solterías plenas.
Yo era un soltero muy pleno, pero decidí emprender este proyecto que me ilusionaba. Tal vez lo logremos, tal vez no. No lo sé. Lo que sí sé, es que haré todo lo que está en mis manos, un día a la vez. Y eso seguramente me llevará al resultado que anhelo.
Porque no es cuestión de suerte, sino de convicción, voluntad y habilidad. No se vuelve más fácil, uno se vuelve más hábil y, entonces, se siente más fácil. ¡El amor es decisión, esfuerzo y disciplina! Es hacer lo correcto por el bien común, incluso, cuando surjan dificultades y diferencias o cuando sea más fácil renunciar y rendirse.
Construir una pareja es uno de los retos más fuertes de la vida.
Se necesita mucha comunicación, humildad y voluntad para comprender, aceptar, aprender y crecer.
Se debe tener filosofía de equipo y construir las habilidades necesarias para ser un buen miembro para ese equipo.
Sólo así se puede buscar el bien común e ir juntos contra lo que sea,
en lugar de estar siempre el uno contra el otro. Además, al crecer ambos miembros del equipo en lo individual,
es cuando pueden darse los frutos saludables de esa relación:
hijos amados, amor bonito a través de los años, un sentido de satisfacción, plenitud y paz”.
Entender esto desde antes, me ha dado una relación hermosa (no perfecta), durante más de tres años de novios y el primer año de casados que, en teoría, muchos piensan que es el más difícil. Pero es que la persona correcta para tu vida no es aquella que es perfecta y hace todo bien desde el inicio y sin errores, eso no existe.
La persona correcta para formar un equipo de vida y un amor bonito, tener hijos y muchas cosas más es aquella que está dispuesta a crecer contigo, a surfear lo mejor posible una montaña rusa de emociones, a ayudarte a crecer a ti y construir a tu lado de forma incansable.
No muchos viven bajo esta filosofía. No quieren comprometerse ni esforzarse. Quieren recompensas sin esfuerzo. Que todo sea placentero o perfecto, sin retos, adversidades y problemas.
Eso no es realista ni posible, por eso no emprenden el proyecto del matrimonio saludable y prefieren ir de enamoramiento en enamoramiento, porque es lo fácil o peor aún, muchos otros, ante la primera etapa de ajustes, estrés o problemas, tiran la toalla, se rinden, divorcian, rompen su corazón, el de su pareja y el de sus hijos.
Muchas personas quieren un amor bonito, pero lo quieren sin esforzarse, sin momentos difíciles, tropiezos, problemas, incomodidades, dudas o sin esos días en los que todo parece salir mal. Y el amor también incluye esos instantes.
Quieren la recompensa, pero sin esfuerzo. Quieren la magia, pero sin ensuciarse las manos. Y, entonces, ante los problemas, la crisis o la adversidad, terminan. Y ahí está el error. Porque un matrimonio saludable no es perfecto, es real. Es dar lo mejor de ti aún y cuando quieres mandar todo al carajo, es construir, coser las heridas, aprender a pedir perdón y volver a elegir a esa persona aunque, a veces, te saque de quicio.
El amor bonito no está hecho para darte placer, sino para hacerte crecer. Por eso implica caos, trabajo y voluntad. Eso es lo no tan bonito del amor bonito, pero aún así, siempre valdrá toda la pena el esfuerzo porque, cuando lo logras, ¡te sientes más pleno y acompañado que nunca!
Construir una pareja es uno de los retos más fuertes de la vida.
Se necesita mucha comunicación, humildad y voluntad para comprender, aceptar, aprender y crecer.
Se debe tener filosofía de equipo y construir las habilidades necesarias para ser un buen miembro para ese equipo.
Sólo así se puede buscar el bien común e ir juntos contra lo que sea,
en lugar de estar siempre el uno contra el otro. Además, al crecer ambos miembros del equipo en lo individual,
es cuando pueden darse los frutos saludables de esa relación:
hijos amados, amor bonito a través de los años, un sentido de satisfacción, plenitud y paz.”.
MÁS CONSEJOS
+El matrimonio no es una promesa de que siempre serás feliz, es un proyecto a construir y, para eso, se necesita que antes de emprenderlo, te construyas como una persona hábil, capaz, humilde y dispuesta a aprender todo el tiempo.

+ El amor no es un impulso, es una decisión que se honra voluntaria y disciplinadamente cada día.
Y es que seamos honestos: nadie se despierta por la mañana con el impulso de respetar, comunicarse, empatizar, perdonar, tolerar, ser leal, fiel y responsable.
Porque nada de eso es un impulso. Todas esas son decisiones o habilidades que se practican con conciencia y voluntad.
