Hace cuatro meses que el historiador del arte tapatío, Raúl Rueda comenzó a trabajar en MAM, uno de los museos más importantes del País, como curador asociado. Junto con Víctor Palacios, otrora curador del Museo Cabañas en Guadalajara, ahora curador en jefe del Museo, comenzaron su labor revisando la extensa colección de obra, pinturas y esculturas abstractas que resguarda el recinto. 

En esa revisión es que surgió el proyecto curado por Rueda y que tituló “La aparición de lo invisible. Arte no figurativo en México”, como se titula también el libro del escritor, ensayista y crítico de arte mexicano Juan García Ponce. 

Brian Nissen, Fans, 1974.
Brian Nissen, Fans, 1974.

Inaugurada el pasado 10 de abril la exposición reúne una gran cantidad de obra de artistas que se dedicaron a la producción de pintura y escultura abstracta desde la década de los años 40 hasta finales de los 70: Gilberto Aceves Navarro, Lilia Carrillo, Arnaldo Coen, Estanislao Contreras, Pedro Coronel, Germán Cueto, Helen Escobedo, Manuel Felguérez, Mathias Goeritz, Ángela Gurría, Carlos Mérida, Rodolfo Nieto, Brian Nissen, Alice Rahon, Antonio Ramírez, Gabriel Ramírez, Vicente Rojo, Kazuya Sakai, Juan Soriano, Maka Strauss, Rufino Tamayo y Beatriz Zamora, por mencionar solo algunos. 

“Buena parte de la colección del museo corresponde a la creación no figurativa, como es de esperarse por la temporalidad del museo, fundado en los años 60, uno de los momentos de mayor auge para este tipo de pintura”, explica el curador.

Alice Rahon. Inner City, sin fecha.
Alice Rahon. Inner City, sin fecha.

Raúl Rueda, egresado de la licenciatura en Historia del Arte de la Universidad de Guadalajara, explica que estas obras se hicieron en un contexto de transición histórica, las obras de la exposición están enmarcarlas entre 1948 y 1978, al final de la Segunda Guerra Mundial y el principio de la Guerra Fría.

“Sabíamos que hubo un florecimiento de la pintura y la escultura abstracta en esa época y queríamos saber qué factores permitieron que este tipo de obra tuviera este movimiento tan vivo en el mercado del arte y en las exposiciones en museos y galerías del País. 

“El arte fue muy importante en la expresión política de esos años, a pesar de que parezca un panorama solamente político y económico. En  México apenas salíamos del movimiento artístico salido de la Revolución, el muralismo y la Escuela Mexicana de Pintura. Se dieron debates muy interesantes: por un lado el País sigue en esta corriente artística pero el gran movimiento que se dio de personas y visiones en la segunda mitad del siglo veinte generó un choque de visiones muy importante”. 

Gunther Gerzso, Ciudad Maya, 1958
Gunther Gerzso, Ciudad Maya, 1958

Rueda explica que, en la época, Estados Unidos financió una serie de premios, becas y bienales en México y en otros países del Sur de América que favorecieron al arte abstracto que no se consideraba, en sí mismo, político comparado con el muralismo. 

“Los artistas que apoyaban a la escuela mexicana de pintura estaba completamente en contra de este tipo de arte, una de las intenciones de la exposición fue darnos cuenta de que esta pintura no era apolítica, al contrario, cada artista tenía su propia agencia y lograron beneficiarse por el movimiento internacional que se estaba dando y al mismo tiempo hacer frente a un país cerrado culturalmente, en los años 40 es cuando David Alfaro Siqueiros, en ese momento a la cabeza de la Escuela Mexicana de Pintura, hizo ese manifiesto titulado ‘No hay más ruta que la nuestra’, o sea no hay más ruta que la suya y los artistas que no pensaban como él, que no pintaban como él en el aspecto institucional no tenían cabida en la escuela”. 

Myra Landau, Ritmo imprevisto, 1975

Poco a poco, explica Rueda, los gobiernos mexicanos de la segunda mitad del siglo 20 comenzaron a promover una economía y una política más abierta internacionalmente, lo que provocó un crecimiento de la clase media y, a su vez, un mayor número de coleccionistas de arte, nuevas galerías y espacios de exposición que también le dieron al País, sobre todo en la Ciudad de México, plataformas a los artistas jóvenes con visiones distintas un espacio. Ahí floreció el abstracto.

“Es una forma que los artistas buscaron para hablar con otros artistas del mundo, un puente internacional, dejaron de buscar una pintura que fuera meramente mexicana, ya no les interesaba tanto la identidad, no les interesaba tanto la historia, les interesan más las temáticas que los conectaban con cualquier visión del mundo, cuestiones personales, emocionales, problemáticas que nos atañen a todos, no solo a los mexicanos”. 

La exposición, en ese sentido, se articula en tres núcleos: la relación entre la abstracción y las imágenes del pasado, el proyecto artístico y filosófico detrás de esta corriente, y la relación entre los artistas abstractos con las problemáticas de su presente.

Pintura de Rufino Tamayo, titulada Encuentro no. I, data de 1961
Rufino Tamayo, Encuentro no. I, 1961

Entre los artistas incluídos en la exposición Raúl Rueda señala a Cornelia Urueta, una artista internacional, que comenzó a pintar a partir de los 40 años y que es más reconocida por sus pinturas que en parte responden al canon de la Escuela Mexicana de Pintura. 

“Me parecieron interesantes sus pinturas abstractas, explorar este tipo de artistas que no responden a una temática o a un estilo. La de Cornelia Urueta es una obra que fluctúa entre lo figurativo, lo abstracto y lo que está en el medio. Son artistas que desafían el cánon, estamos acostumbrados a ver artistas de una forma maniquea: por un lado los abstractos y por otro los figurativos y son enemigos, pero no sucede así, hay muchos puntos de encuentro, de intercambio y Cornelia Urueta es un caso especial, no está ni de un lado ni de otro, no está pensando en pertenecer a esos bandos, está haciendo su obra dejando que obra por obra hable de las necesidades de la pieza en específico”.

Cordelia Urueta, Astronomía, 1968
Obra de Cordelia Urueta, pintora mexicana. Se titula Astronomía y data de 1968. Cortesía del Museo de Arte Moderno.

En esta exposición Raúl Rueda incluyó también la visión de tres críticos de arte de la época como Juan García Ponce, Margarita Nelken, Paul Westheim, que desde los medios públicos fungieron como un puente entre el espectador y el arte. 

“La abstracción siempre ha cargado con la idea de que es un arte hecho para entendidos, mucha gente fuera del mundo del arte puede sentirse fuera del juego, los críticos hicieron un trabajo importante para que el arte no figurativo en México se arraigara más intensamente”, dice Raúl Rueda. 

Nelken, por ejemplo, española exiliada en México y simpatizante de loas causas comunistas decía que el arte abstracto era un arte que invitaba a hacer comunidad y criticaba que los muralistas eran artistas panfletarios o periodistas, que se dedicaban a una temática sin darle cabida al público de discernir, diciéndole: esto es la historia. Para ella en la pintura abstracta pasaba lo contrario, frente a la obra necesitabas de los otros, de los que están a tu lado para indagar en la pintura, era más una pregunta que una respuesta” 

La exposición permanecerá en el Museo de Arte Moderno hasta el 31 de agosto. 

Información: Alejandra Carrillo 
Fotos: Cortesía del Museo de Arte Moderno

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