La mañana del 24 de diciembre de 1982, a unas horas de la Nochebuena, ocurrió uno de los asaltos bancarios más inusuales y dramáticos que se hayan registrado en la Ciudad.
Eran alrededor de las 10:00 horas, cuando el ex Diputado federal priista Andrés Montemayor Hernández, irrumpió junto con un cómplice en una sucursal de Probanca del Norte, en Revolución y Sendero Sur, para asaltar y llevarse un botín de un millón 800 mil pesos.
Un agente de la entonces Policía Judicial que estaba estacionado frente al banco, fue testigo del robo y siguió en su vehículo a los delincuentes, quienes escapaban en un auto Impala.
Acorralado por decenas de policías que se sumaron a la persecución, Montemayor se refugió en un edificio en Constitución y Baudelaire, en la Colonia Obispado, en donde tenía su oficina, para parapetarse.
Ya cuando vio que no tenía escapatoria y sería apresado, decidió quitarse la vida de un balazo en la sien con una escuadra calibre 22.
El robo bancario y posterior suicidio del legislador, destapó una historia llena de intriga, confusión y tragedia.

DEL ÉXITO A LA RUINA
Montemayor nació en 1943, en Monterrey. Estudió en el Colegio de México y se dedicó a escribir libros de la historia de Nuevo León, alcanzando cierto éxito como historiador.
El libro “Historia de Monterrey”, escrito en 1971, se vende actualmente en internet y está disponible en bibliotecas universitarias.
Ese prestigio lo ayudó a ingresar a las filas del PRI, que lo impulsó como candidato a Diputado federal a finales de la década de los setenta.
Ganó una curul en el Congreso de la Unión y fue integrante de la 51 Legislatura hasta 1982, en donde fue compañero de bancada de los priistas Luis M. Farías, Filiberto Villarreal Ayala, Josué Fuad González, entre otros.
También coincidió con el panista Fernando Canales Clariond.
Montemayor tenía esposa y dos hijos.
Parecía una familia modelo, pero el ex legislador guardaba un secreto que sería revelado hasta después de su muerte, cuando fue encontrado un diario en el que escribió cartas para explicar los motivos que lo llevaron a asaltar un banco.
En sus escritos, el historiador explicó que estaba agobiado por las deudas y no tenía forma de pagarlas.
Relató que fue contrayendo deudas que se fueron haciendo impagables, y además enfrentaba una demanda por 4 millones de pesos.
En una de las cartas dirigida a su esposa, Montemayor confesó su plan de robar un banco y con el dinero no sólo pagaría sus deudas, sino que viajaría a la Ciudad de México para hacerse pasar como “un gran señor” y obtener más y mejores cargos en la política.
“La decisión está tomada”, escribió el ex legislador en su carta, “el plan elaborado, sólo falta llevarlo a cabo y espero con la ayuda de Dios, hacerlo mañana y terminar este infierno que es cada día más penoso.
“No sé en qué termine, pero lo que puedo asegurarte es que de fracasar no saldré vivo, porque no soportaría la vergüenza de verte a ti, a los niños…”.
LA PLANEACIÓN
En la carta que Montemayor escribió a su esposa, reveló paso a paso cómo planeó el robo desde septiembre de 1982, apenas unas semanas después de haber dejado su cargo como Diputado federal.
Relató que vigiló sucursales bancarias localizadas en avenidas donde pudieran escapar sin muchas complicaciones.
Después de ver algunas opciones, entre ellas un Banco Mercantil de Monterrey (ahora Banorte), en la Avenida Guerrero, y una sucursal de Serfín, en Revolución, eligió a Probanca del Norte, en la Colonia Contry.
Por un mes estudió los movimientos de la patrulla bancaria que custodiaba la sucursal, observó cómo era la vigilancia interna y las veces que la Policía Judicial pasaba por el lugar.
Además, consiguió una frecuencia policiaca para escuchar las conversaciones de los uniformados.
Tenía todo planeado, pero le faltaba un cómplice.
El ex legislador convenció a Francisco Javier Flores, un joven de 18 años, propietario de una imprenta, para que lo ayudara en su “aventura”.
Lo conocía porque era cliente habitual de su imprenta y sabía que también tenía deudas con el banco, pues en una ocasión Montemayor le pidió que le girara dos cheques por 50 mil pesos, a pesar de saber que no tenía fondos.
Ya con “un socio igual de loco” como él decía, el ex legislador compró pasamontañas, ropa y alquiló dos automóviles para perpetrar el robo.
Tuvieron al menos dos intentos fallidos, pues surgieron algunos imprevistos como la presencia no contemplada de policías.
EL ASALTO
Eran las 10:00 horas del viernes 24 de diciembre de 1982, cuando Montemayor y su cómplice, ambos armados, irrumpieron al banco localizado en Revolución y Sendero Sur.
Mientras Flores encañonó al Gerente Jorge Treviño Espinosa, Montemayor amagó a la cajera general María Valentina Casas Aguilar, para que le entregara el dinero que había en la bóveda.
En minutos, como lo tenía planeado, los ladrones se llevaron 650 mil pesos y 3 mil 700 dólares, para huir en un auto Impala con dirección a la Colonia Contry, en los límites de Monterrey y Guadalupe.
Pero había algo que Montemayor no había contemplado. Ese día un agente de la entonces Policía Judicial, Miguel García Rocha, estaba afuera de la sucursal y se dio cuenta del asalto y siguió a los ladrones en su auto particular.
El agente vio cómo abandonaron el auto Impala a unas cuadras del banco, para continuar después en una camioneta Gremlin, que el propio ex Diputado había rentado un día antes.
LA PERSECUCIÓN
Como el agente Miguel García iba en su auto particular, no tenía forma de dar aviso a las autoridades por el radio, por lo que, en plena persecución, habló a la comandancia en un teléfono público y les dio las características de los sospechosos y de la camioneta, que había seguido hasta la Colonia Nuevo Repueblo.
A la persecución se sumaron decenas de policías y hasta un helicóptero de la Secretaría de Seguridad Pública.
La camioneta Gremlin fue ubicada alrededor de las 11:30 horas en Constitución con Baudeliere, en la Colonia Obispado, en donde Montemayor tenía su oficina.
A una cuadra de ese lugar, uniformados detuvieron a Vicente Fausti, ex Jefe de Policía y Tránsito de San Pedro,al ser confundido con uno de los asaltantes, pues en una inspección le encontraron una pistola Magnum y un fajo de billetes, aunque fue liberado ese mismo día al comprobarse que él no participó en el atraco.
EL SUICIDIO DE MONTEMAYOR
Antes de quitarse la vida, el ex Diputado escribió cuatro cartas, una de ellas a su esposa y otra al Gobernador Alfonso Martínez Domínguez.
“Estoy rodeado”, relató en su escrito dedicado a su mujer, “ni modo, fracasé. Perdóname por lo que hice. Lo hice por la desesperación del dinero. Espero que no existan rencores y sólo deseo ahora paz, paz”.
“Señor Gobernador”, le escribió a Martínez Domínguez, “mi orgullo me impidió ir a pedir ayuda, perdóneme.
la vergüenza que le estoy causando”.
Los policías entraron y, al escuchar una detonación, pensaron que les estaban disparando a ellos, relató en ese entonces el comandante Fructuoso Obregón, de la Policía Judicial.
Entraron al cuarto y vieron el cadáver, después se dieron cuenta de que era el ex Diputado. Le encontraron ocho fajos de billetes de 100 pesos.
Aunque en la oficina de Montemayor no se encontraron indicios de que hubiera otras personas, algo no encajaba en la investigación que hacían las autoridades.
¿Por qué si el legislador fue quien planeó el robo —según él mismo confesó en sus escritos— sólo tenía 80 mil pesos en su poder, si el botín fue de un millón 800 mil pesos? Era la pregunta que se hacían los detectives.
Una de las teorías que tomó fuerza, es que el cómplice habría asesinado a Montemayor para quedarse con la mayor parte del botín y escapó de alguna forma del edificio.
El entonces Director de la Policía Judicial, Alonso Cavazos Guajardo, consideró la posibilidad de un asesinato y no de suicidio como en un principio se había establecido, aunque esta teoría se cayó días después, tras la captura del otro participante en el asalto.
‘ERA UNA PERSONA SERIA Y MUY LISTA’
El 28 de diciembre, Flores, cómplice del ex Diputado, fue capturado en su casa de la calle Aldama, en el Centro de Guadalupe.
Ahí confesaría que cuando iban escapando en la camioneta Gremlin el ex legislador le pidió que bajara del vehículo y escapara.
Recordó que Montemayor le dijo que se iba a suicidar y le dio la mayor parte del dinero para que se fuera de la Ciudad y regresara en unas semanas después para entregarle la parte del botín que le correspondía a su esposa.
“Era una persona seria, muy disciplinado y listo, porque ya sabía todo lo que iba a hacer”, declaró el joven a las autoridades.
Francisco justificó su acto, porque le debía 100 mil pesos al banco y su esposa estaba a tres semanas de dar a luz, además confiaba plenamente en el legislador.
Tras la tragedia, el Gobernador habló brevemente del caso y pidió dejar descansar en paz a Montemayor.
“Él ya está en el cielo, déjenlo en paz”, pidió a los medios, “es una tragedia lamentable… descansa en paz. Realmente es algo que nos dolió, como resulta triste y conmovedor la tragedia de cualquier hombre, de cualquier ser humano”.
‘FUE UN ESCÁNDALO’
El ex Procurador de Justicia de Nuevo León, Francisco Rivera Bedoya, quien en ese entonces era abogado litigante, recordó en entrevista que el caso de Montemayor fue todo un escándalo entre la política y sociedad regia.
“Se vio como un gran escándalo”, señaló el también ex Alcalde de Guadalupe, “pero también se vio con mucha compasión para él, ya que se supo que fue a robar porque estaba angustiado por sus deudas y estaba desesperado.
“Quizá le tuvieron compasión, porque habiendo tenido un puesto tan importante (Diputado federal) tuvo la necesidad de hacer un acto ilícito para solucionar un problema”.
Rivera Bedoya explicó que Montemayor sentía un gran afecto por el Gobernador, y por eso le escribió una carta pidiéndole perdón, pues ambos pertenecían al mismo partido.