
Las obras reunidas en la exposición “Fotógrafas de Jalisco: Más Allá de la Imagen” hablan de duelos y de cuerpos; de genealogías familiares y de memorias colectivas; de la violencia que atraviesa al País, de la maternidad como destino y como elección, del territorio como espacio que se habita o se pierde, y de la vida cotidiana con toda su crudeza y su belleza.
Cada fotografía es un mundo propio, pero todas juntas forman una panorámica de lo que ha sido la fotografía hecha por mujeres en Jalisco: plural, arriesgada, íntima y profundamente política, coinciden fotógrafas.
La muestra, organizada por la Coordinación de Artes Plásticas, Visuales y Digitales de la Universidad de Guadalajara, se inaugurará en el Museo de las Artes (Musa) y es una exhibición inédita para un recinto público porque reúne, por primera vez, el trabajo de más de 30 fotógrafas de distintas generaciones en un total de 51 imágenes que no buscan ilustrar un mismo tema, sino dialogar entre sí.
Más que un ejercicio de curaduría, el proyecto es un acto de reconocimiento. Durante décadas, las mujeres fotógrafas en Jalisco trabajaron a contracorriente: en redacciones dominadas por hombres, en medios que recortaron plazas, en instituciones donde el registro visual pesa menos que la urgencia política. Muchas han debido sobrevivir en paralelo con otros oficios, y aun así siguieron fotografiando, relatan.
La exposición abrirá este 4 de septiembre, a las 19:00 horas y permanecerá montada hasta el 30 de noviembre en el recinto que se ubica sobre Avenida Juárez 975.
¿Quiénes participan en la exposición?
Alejandra Arriero
Alejandra Cervera
Alejandra Leyva
Alicia Mendoza
Alicia Moye
Alma Fonseca
Andrea Giugni di Rocco
Andrea Murcia
Arlen Acevedo
Cecilia Fernández
Cecilia Hurtado
Cecilia Santos
Chanel Castillo
Claudia López
Diana Márquez
Elizabeth Barrera
Elizabeth Dalziel
Eva Becerra
Fabyola Rosales
Imilla Paya
María Paula Ríos
Mariana Hernández León
Martha Arriaga
Michelle Freyría
Miriam Jiménez-Cabrera
Moma Torm
Mónica Cárdenas
Natalia Fregoso
Patricia Cisneros Hernández
Paula Islas
Paula Vázquez
Rocío Lomelí
Ruth Rosas

Historia desde el presente

Cuando era niña, Martha Arriaga sabía que quería ser fotógrafa. Lo que no sabía era cómo hacerlo posible.
“No tenía un ejemplo cercano, alguien que me mostrara que era viable vivir de la fotografía siendo mujer”, recuerda.
Estudió diseño gráfico, pero desde que salió de la universidad el camino se abrió con la cámara en mano. Pasó por bodas y fotos de sociales, experimentó con distintos géneros, hasta que llegó a un lugar donde la fotografía se volvió algo más que oficio: trabajó en la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas.
“Fue un año breve, pero me transformó. Me hizo crecer como persona y me volvió más consciente de la realidad del país”, abunda.
Hoy, a sus 36 años, documenta visualmente el trabajo de la primera presidenta municipal de Guadalajara, Verónica Delgadillo.
“La Ciudad es gobernada por una mujer y la persona encargada de fotografiar ese proceso también es mujer. Eso quedará en mi memoria”.
Memoria de lo que desaparece

Rocío Lomelí lleva 25 años con la cámara como aliada. Su trabajo se mueve en los territorios del duelo, los vestigios y la genealogía. Usa su cuerpo y el autorretrato como lenguaje, pero también se interesa en documentar los rastros que dejan los espacios urbanos.
“Me interesa preguntarme qué pasa cuando una casa está a punto de ser demolida. ¿La última persona que cerró la puerta sabía que era la última vez? Todo lo que vivió esa familia, sus amores, sus duelos, está ahí. Si ese edificio va a desaparecer, al menos la fotografía conserva ese último respiro”, remarca la autora, quien añade que este proceso de voracidad inmobiliaria y gentrificación en la Ciudad ha borrado patrimonio arquitectónico valioso y su aportación es dejar testimonio de lo que ha desaparecido.
Su obra reciente aborda la crisis de la vivienda en Jalisco, pero desde la poética de las ruinas: muros agrietados, habitaciones abandonadas, paredes que todavía cuentan historias.
Sobre “Fotógrafas de Jalisco: Más Allá de la Imagen” considera que “Lo que nos da esta muestra es visibilidad, pero también una afirmación de que nuestro trabajo existe y merece estar en un museo”.
Entre el duelo y la resistencia

La carrera de Mariana Hernández se templó en fuego. Criada en Los Mochis, Sinaloa, comenzó como fotoperiodista en 2009, en pleno auge de la guerra contra el narco.
“Aprendí a cubrir muertos como si fuera rutina. Llegué a normalizar la violencia para poder hacer mi trabajo”, describe.
Esa normalización tuvo costos: amenazas del narcotráfico, invasiones a su casa, miedo permanente.
Hoy combina su labor institucional con proyectos personales donde la fotografía es también una herramienta de sanación, de superación del duelo.
“Mis lutos los convierto en proyectos, para yo poder sobrellevar un luto fuerte uso la foto”, narra Hernández.
Uno de los más significativos surgió en la otredad, al acompañar a una mujer víctima de violencia que reinterpretó sus espacios a través de la cámara.
“La fotografía le permitió darle otro sentido a su vida. Para mí, eso fue más importante que cualquier premio”.
Señala que
Hernández sintetiza esta exhibición como un logro colectivo.
“Yo pensé que iba a tardar 30 años más en exponer en un museo así. Pero cuando nos organizamos y trabajamos juntas, llegamos más lejos”, completa Hernández.
Periodismo y desnudez

Michelle Freyría no puede desligarse del periodismo. Ha trabajado en distintos medios locales y ahora en una agencia internacional de noticias. Lleva 18 años narrando la realidad, a veces desde las coberturas más duras.
Sin embargo, la fotografía que exhibirá en el Musa no tiene nada que ver con la nota roja ni con la crónica política. Es una imagen íntima, hecha durante la pandemia, en una serie de fotografías boudoir.
Ese trabajo contrasta con los obstáculos que enfrentó al entrar al fotoperiodismo siendo mujer.
“Me vestía más masculina para que fuera más fácil integrarme a las coberturas. Usaba botas, pantalones cargo, hablaba más rudo. Era una manera de defenderme en un ambiente que llegó a ser hostil”, recuerda.
A pesar de la precariedad laboral que existe, ella insiste en seguir viviendo de la fotografía, aunque mezcle retratos, deportes o sociales. “Siempre vuelvo al periodismo. No puedo dejarlo”, concluye.
Por su parte, Freyría celebra que la exposición no tenga etiquetas: “Aquí no estamos clasificadas por género, por estilo ni por trayectoria. Lo que se ve es la amplitud de lo que hacemos, incluso lo que pocas veces mostramos en público”.
Retratos y relatos

Cuando Natalia Fregoso comenzó en la fotografía, las redacciones todavía tenían fotógrafos de planta.
Ella trabajó en distintas agencias de noticias a nivel nacional y en medios locales. Han pasado 30 años desde entonces, y las condiciones son otras: muchos colegas se han replegado a instituciones porque los medios recortaron plazas, describe.
Su especialidad y su categoría favorita es el retrato. Para esta exposición rescata una serie hecha en 2010: hombres con parecido físico a Emiliano Zapata, retratados en conmemoración del centenario de la Revolución.
“El retrato me permite explorar historias, relatos personales que se vuelven universales”, completa.
Para ella, que también ha trabajado proyectos vinculados a la maternidad y el cuerpo, esta muestra es una celebración de la diversidad.
“Es muy simbólico que seamos mujeres reunidas. No porque seamos mejores o peores, sino porque nuestros temas y reflexiones aportan miradas distintas”, narra.
Para Natalia Fregoso, tres décadas después de su primera publicación en prensa, el valor está en la memoria: “No es que falten fotógrafos ni proyectos. Lo que falta son espacios, archivos, infraestructura. Esta exposición nos recuerda que la fotografía también construye historia, y que merece quedarse”.
Persistencia en la escena

“Ni soy fotógrafa”, dice con humor Alejandra Cervera, aunque lleva más de una década trabajando con la cámara. Estudió periodismo en la UdeG y comenzó en redacciones, pero poco a poco la fotografía la atrapó. Cubrió conciertos en sus noches más jóvenes y después fue contratada como fotógrafa.
Hoy coordina un área de comunicación en el DIF Zapopan. Su trabajo no siempre le permite tomar las fotos directamente, pero la mantiene cerca del oficio. Al mismo tiempo, se mantiene activa y en contacto constante con sus colegas gracias al Colectivo Mirada Tapatía, que reúne a fotógrafas de la Ciudad.
Para Alejandra, estar en el Musa es un golpe de realidad y un parteaguas: “Siempre habíamos hablado de exponer, pero no creímos que sucediera tan pronto ni en un espacio de esta magnitud, en un recinto institucional. Para mí, esto es histórico”, y lo es porque es la primera exposición en un museo público que reúne a más de 30 fotógrafas de la Ciudad.
“Esto es un parteaguas en la historia cultural de la Ciudad. Un espacio que antes parecía imposible ahora se abre para nosotras. No se trata solo de mostrar imágenes: es un hecho histórico”.