El fenómeno del té morado
En el vasto mundo del té nada está escrito. Desde China, la gran cuna del té, hasta África, Europa, Sudamérica y todos los extremos de Asia, es posible hallar rarezas y hebras singulares, dotadas de fascinantes tonalidades, formas, texturas, aromas, sabores…
En años recientes una nueva tipología asociada a la camellia sinensis (la planta del té) logró capturar la atención de consumidores y fanáticos de la infusión en todo el planeta: el té morado.
Si bien el furor internacional dio luz a esta tipología, es importante decir que las plantas con hojas moradas y otras coloraciones no son nuevas; de hecho, se encuentran naturalmente en todas las familias de la camellia sinensis –incluidas las variedades sinensis y assamica– y la camellia taliensis.
Pero el té morado que lidera la tendencia global se produce en Kenia, a más de mil 800 metros sobre el nivel del mar. Su historia es reciente y se desarrolla a partir de ejemplares salvajes procedentes de Assam, India.
Por cerca de 25 años, el Instituto de Investigaciones del Té de Kenia (TRFK, por sus siglas en inglés) estudió las tonalidades de diferentes variedades de camellia silvestre, creó clones y perfeccionó su genética a través de la cruza con ejemplares de camellia irrawadiensis, ricos en antioxidantes y pigmentos hidrosolubles (antocianinas).
Dichos antioxidantes, mismos que colorean de rojo, morado o azul, hojas, flores y frutos, como arándanos, granadas y zarzamoras, son la clave de su éxito: se les asocian múltiples beneficios a la salud. Además, se trata de una tipología de té extremadamente baja en cafeína.
Del arbusto a la taza
En Kenia, las plantas dedicadas a la producción de té morado se cultivan en un clima verdaderamente extremo, a gran altitud y con abundante exposición solar, lo que las hace producir enormes cantidades de antocianinas y polifenoles para proteger sus hojas.
Tras alcanzar su madurez, las hojas se recolectan manualmente y se procesan de forma similar a un té oolong semi oxidado. Piensa en hojas sometidas a los rayos del sol para marchitarse parcialmente, reduciendo así su contenido de humedad y suavizando su rígida textura.
Una vez listas, las hojas se agitan mecánica o manualmente, para magullar sus bordes y favorecer su oxidación; luego vuelven a extenderse a la sombra para secarse. Ese proceso, de agitar y extender a la sombra, puede repetirse tantas veces como el productor considere necesario.
La tarea termina con un enrulado, dejando a la vista los bordes oxidados y conservando el núcleo de la hoja en verde.
Su infusión resulta siempre en un té ligero, similar al verde, pero libre de tonos vegetales y/o herbáceos. Algunas variedades son tan pálidas que podrían confundirse fácilmente con un té blanco de brotes apicales.
¿Aromas y sabores? De forma genérica, manifiesta un marcado carácter floral, muy elegante y balanceado en nariz, con sabor suave, dulce y fresco, que recuerda el gusto de las ciruelas en retronasal.
En blends, el té morado también es excepcional, especialmente al combinarse con frutos tropicales, frutos de hueso, frutos blancos y pétalos de flores.
¿Sabías qué...?
¡Al punto!
Para preparar correctamente un té morado:
Utiliza 1 gramo de té por cada 80-90 mililitros de líquido.
El agua debe estar entre 77 y 82 °C.
Créditos
Información: Cecilia Corral.*
Edición EX.CO: Alejandro Vizzuett.
*Diseñadora de té, experta en protocolo y ceremonial de esta bebida. Sommelier por la Tea and Herbal Association y directora académica de la Escuela Mexicana de Té.
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