El cubrebocas, es cierto, funciona mejor cuando todos en un espacio cerrado usan uno. Y es que cuando una persona infectada lo usa, un gran porcentaje de las partículas infecciosas que exhala quedan atrapadas, lo que detiene la propagación viral.

Además, cuando existen menos partículas virales flotando por la habitación, los cubrebocas que llevan otros podrían bloquear las que se han escapado.

También hay mucha evidencia que muestra que estas máscaras protegen a los usuarios, incluso cuando otras personas a su alrededor no las portan.

La cantidad de protección depende de la calidad del cubrebocas y de su ajuste.
Durante un brote en un hotel suizo, por ejemplo, varios empleados y un huésped que dieron positivo por coronavirus sólo usaban protectores (caretas) faciales, pero sin cubrebocas; los que sí los llevaban no se contagiaron.

Y un estudio de Tennessee encontró que las comunidades con orden de portar cubrebocas tenían tasas de hospitalización más bajas que las áreas donde no se requería su uso.

“Trabajadores de la salud, científicos que trabajan con patógenos desagradables y los trabajadores que pueden estar expuestos a partículas peligrosas en el aire dependen de máscaras especializadas, como los N95, para su protección”, dijo Linsey Marr, profesora de ingeniería de Virginia Tech y experta en transmisión viral.

“Nosotros sabemos que las máscaras de alta eficiencia que se ajustan correctamente sí funcionan”.

Varios estudios de laboratorio han documentado que una máscara protege al usuario, aunque el nivel de esa protección puede variar, según el tipo de cubrebocas, su material, su hechura y cómo se midió la exposición a partículas al diseñarse.

Pero la conclusión de todos los estudios es que el cubrebocas reduce la exposición potencial de la persona que la usa. Éstos son algunos de los hallazgos.

Una investigación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en EU encontró que una mascarilla quirúrgica estándar sólo protegía al usuario de aproximadamente 7.5 por ciento de las partículas generadas por una tos simulada.

Pero anudar los lazos y doblar los lados de la máscara médica redujo la exposición en casi 65 por ciento.

Cubrir la mascarilla quirúrgica con otra de tela redujo la exposición a las partículas de tos simulada en 83 por ciento.

Un estudio de Virginia Tech checó qué tan bien las máscaras caseras, las máscaras quirúrgicas y los protectores faciales protegían al usuario, según el tamaño de las partículas.

La investigación mostró que la mayoría de los cubrebocas pueden bloquear partículas muy grandes, como las de un estornudo.

Pero cuando los investigadores observaron partículas de aerosol más pequeñas que son más difíciles de bloquear, la protección varió desde casi 0 con un protector (careta) facial hasta aproximadamente un 30 por ciento de protección con un cubrebocas quirúrgico.

Con base en los hallazgos, Marr y sus colegas concluyeron que una máscara de tela de dos capas hecha de tejido flexible y apretado, combinado con un material de filtro (como un filtro de café o cubrebocas quirúrgico), podría ofrecer una buena protección reduciendo 70 por ciento de las partículas más penetrantes y atrapando el 90 por ciento o más de las partículas más grandes.

También encontraron que las correas para la cabeza o las ataduras creaban un mejor ajuste que las presillas para las orejas.

Un estudio de Tokio probó qué tan bien los diferentes tipos de cubrebocas protegían al usuario de las partículas reales de coronavirus. El estudio mostró que incluso una simple mascarilla de algodón ofrecía algo de protección (del 17 al 27 por ciento) al usuario.

Los cubrebocas médicos funcionaron mejor, incluida una mascarilla quirúrgica (protección del 47 al 50 por ciento), una N95 holgada (protección del 57 al 86 por ciento) y una N95 herméticamente sellada (protección del 79 al 90 por ciento).

Si bien muchos estudios de laboratorio prueban máscaras con cabezas de maniquí, un estudio de 2008 utilizó personas reales para medir qué tan bien podrían proteger al usuario contra un virus respiratorio.

Los sujetos del estudio llevaban diferentes tipos de máscaras equipadas con receptores especiales que podían medir la concentración de partículas en ambos lados de las máscaras.

En este estudio, las máscaras de tela redujeron la exposición en 60 por ciento; las máscaras quirúrgicas en 76, y las máscaras N95 en un 99 por ciento.

Hace la diferencia

Aunque los estudios de laboratorio muestran que un cubrebocas puede proteger al usuario, su rendimiento en el mundo real depende de variables, incluida la frecuencia de uso, si se emplea en situaciones de alto riesgo y la tasa de contagio en la comunidad.

Además, los estudios de laboratorio han demostrado que una máscara médica de alta calidad, como una N95, KN95 o KF94, funciona mejor.

Si bien la vacunación es la mejor protección contra el Covid-19, se recomienda incluso a las personas inoculadas que eviten las multitudes o los grupos grandes en el interior cuando se desconoce el estado de vacunación de los demás.

Ya que la variante Delta es mucho más contagiosa que otras variantes, Marr también recomendó usar el cubrebocas de la más alta calidad posible cuando no se puede mantener la distancia o estar al aire libre, o cuando nadie alrededor la emplea.

“Si me encuentro en una situación en la que tengo que depender únicamente de mi cubrebocas —es posible que haya personas no vacunadas presentes y no sepa nada sobre la ventilación del lugar—, usaría mi mejor máscara: N95”, dijo la especialista.

“Ya que Delta ha demostrado ser mucho más fácil de transmitir y que las personas vacunadas pueden contagias, debemos usar los mejores cubrebocas posibles en situaciones de alto riesgo”.

Tara Parker-Pope es columnista en temas de salud y fundadora del sitio Well