Alejandro Cerritos, un pensionado de 46 años de Santa Ana Tlapaltitlán, reconoce algo bueno dentro de todo lo malo que le ha pasado a su familia: “A mi concuño se le murieron cuatro de sus familiares, cuatro seguiditos en diciembre, dos cuñados, su mamá y su papá. Mi otro cuñado falleció el 3 de enero. Y como todos ellos necesitaron oxígeno desde un principio, mi otro concuño, que también tuvo Covid, nos prestó el contrato para el oxígeno”.
Alejandro está afuera de la empresa Infra, en Paseo Tollocan, en Toluca, Estado de México, donde ya entra la noche.
Formado con su auto para recargar oxígeno por la mañana para otro de sus cuñados y con un cubrebocas color de camuflaje, habla con pena, como si se sintiera culpable de ser el beneficiario de tan mala suerte: “Por eso es que tenemos el contrato para el oxígeno. Yo, de hecho, lo renové apenas. Se me venció en enero y volví a renovar el contrato, la renovación me salió en mil 200”.
Un anuncio de “No hay servicio de renta” en la entrada de la empresa confirmaba lo de la suerte.
Cada día, explicó una trabajadora de Infra, aunque la fila de autos puede llegar hasta la otra calle, sólo hay capacidad para entregar entre 50 y 70 fichas de recarga de oxígeno entre quienes tienen contrato de renta de los tanques.
Pero entre quienes no tienen y llegan a suplicar, sólo se reparten cinco fichas en todo el día. Aún así, la recarga es complicada por lo que cada noche, personas como Alejandro Cerritos, cuyo cuñado por fortuna ya va de salida del Covid, llegan a formarse en la banqueta de la Avenida para ser los primeros al día siguiente.
“Yo me he estado 15 horas formado y por lo regular me vengo entre seis treinta y siete de la noche y salgo hasta el otro día, a veces hasta la una de la tarde”, dijo Francisco García, de 29 años, del Municipio de Otzolotepec, quien iba por oxígeno para su suegra que consume dos litros por minuto. El viejo tanque azul y verde se asomaba en los asientos traseros de su auto, junto a unas almohadas con funda de huellas de animalitos.
Como en todo México, el oxígeno se ha vuelto una palabra tan urgente en Toluca, que hasta ayer reportaba 13 mil 978 casos y mil 755 muertes por Covid-19, tercera cifra en el Estado donde se han confirmado 198 mil 614 contagios y casi 25 mil 553 decesos, segundo lugar de todo el País.
A pesar de eso, del otro lado de Paseo Tollocan es posible encontrar fondas de comida donde ni las cocineras usan cubrebocas aunque estén en locales cerrados. Quizás por eso nunca desaparece la fila afuera de la planta de oxígeno de Tollocan, donde el 26 diciembre murió un hombre mientras esperaba en su auto.
“Yo ahorita corrí con suerte, porque llegamos y no traíamos el tanque. Nada más veníamos a renovar el contrato y le digo a mi esposo ‘no hay gente, hay que esperarnos aquí y que nos traigan el tanque’ y ya llevamos cuatro horas aquí esperando”, cuenta por la una mujer que comía en la cajuela de su Chevy, junto a un tanque de oxígeno.
Tras las 50 fichas que se dan por la mañana, por la tarde se reparten otras 25. Por eso la mujer esperaba con su esposo, otro sobreviviente del Covid-19, por el oxígeno para su hijo, un convaleciente de 32 años.
La pandemia no sólo ha causado más de 165 mil muertes en México, sino que ha destrozado la economía, para empezar la de las familias que a diario buscan el oxígeno.
“Llevámos ya muchísimo dinero gastado, como 100 mil pesos, de las medicinas, de que hemos estado llenando un montón de tanques, porque cuando recién se enfermó mi abuelo y su esposa se gastaban como tres tanques al día”, dijo por la noche Iván Sánchez, un biólogo de Metepec.
Cuando Iván se pone a hablar con Alejandro Cerritos, concluyen que el Covid-19 es una enfermedad en la que sólo se salva quien tiene los medios, y a veces ni eso. No hay hospitales disponibles y las consultas privadas son muy caras, dicen.
En el caso de oxígeno, para rentar un tanque que ya no hay, se requiere un depósito de 4 mil pesos, pagar un contrato y luego el relleno de unos 850 pesos que en la etapa crítica se requiere diario.
Después, se necesita un carro para quedarse a dormir en Paseo de la zona industrial, a las afueras de Toluca, para rellenar los tanques.
“Lo peor es que hay mucha gente que cree que el Covid no existe, y no es así: Sí existe”, expresa Alejandro Cerritos, quien se pensionó hace dos años por un accidente.
“La gente se está muriendo, no se va nomás por irse”, dice, y se ríe breve, amargamente.
Información: Jorge Ricardo
Fotos: Korín de la Cruz