Ama a su Victoria
IMELDA ROBLES
Con turbante lila y una sonrisa constante, Brenda Gómez Andrade carga a su nena de 11 meses.
Victoria es el nombre que eligieron porque eso representó su nacimiento, el 11 de noviembre del 2021: una victoria.
Brenda tenía 30 años cuando en marzo del año pasado le diagnosticaron cáncer de mama en etapa dos en el seno izquierdo. Y una semana después se enteró que estaba embarazada.
“Era mucho miedo porque yo no sabía qué iba a pasar con mi bebé, si podía continuar mi embarazo, me preocupaba todo”, dice Brenda, hoy de 31 años.
“Siempre me hablaron con la verdad, me dijeron que había una probabilidad de que algo malo pasara con Victoria porque, si para una persona normal las quimios son difíciles, pues en alguien embarazada era más complicado”.
Brenda está casada con Aníbal Rivera Moreno y después del tercer hijo de ambos no tenían planes de un cuarto bebé, por lo que la noticia fue aún más impactante.
Los vecinos de San Nicolás son papás también de Carlo, de 11 años; Mía, de 10, y Noa, de 2.
La joven recién terminaba la lactancia de Noa cuando se sintió una bolita en el seno izquierdo.
Fue operada para la extracción del tumor en junio del 2021, sin que le extirparan la mama. Los médicos esperaron a que cumpliera los seis meses de embarazo para que recibiera diversos tipos de quimios.
“Nunca te imaginas que te van a dar ese tipo de noticia y mucho menos a mi edad”, recalca. “Me comentaron que de un tiempo para acá empezaron a haber casos en personas muy jóvenes, conocí a una chica ahí en el tratamiento que tenía 25 años”.
Hace dos semanas terminó su ciclo de radioterapias. Siguen cinco años en vigilancia.
Su enfermedad la convirtió en una oportunidad. En el proceso tuvo gran apoyo de la asociación Unidas Contigo.
“Fue muy difícil en un principio, hasta ahorita empiezo a asimilar todo, pero a la vez sentí que era una oportunidad de yo dar mi testimonio a personas de mi edad, que pudiera ser un ejemplo para que ellas tomaran conciencia de la prevención”, comparte.
“Me enfoqué en lo bueno. Traté de no pensar más allá, iba como en la marcha, día a día. No trataba de preguntar mucho lo que venía en un futuro. Me visualizaba sana y a mi bebé sana”.
Brenda transmite tranquilidad, combina sus coloridos turbantes con su atuendo del día, y disfruta mucho vivir el presente.
'¿Qué tengo que aprender?'
IMELDA ROBLES
Mónica Rodríguez, entonces de 47 años, apenas comenzaba a asimilar la mastectomía de su seno izquierdo. Pasaron tres meses de esa cirugía cuando de nuevo le diagnosticaron cáncer de mama, ahora en etapa dos en el seno derecho.
“Y otra vez inmediatamente a quirófano”, recuerda la residente de Cadereyta Jiménez, ahora de 51.
Era 2018 y la primera operación fue en mayo, la segunda en julio.
Se lo detectaron en su chequeo anual. Recuerda que nunca sintió nada en el pecho ni tuvo síntomas.
Desde los 40 años se practicaba cada año su mamografía, pero en el 2017 no lo hizo. Para el año siguiente su vida dio un vuelco de 180 grados con un cáncer de mama bilateral.
Dejó su trabajo como maestra por su tratamiento de meses con quimioterapias y radiaciones.
“No me hice la víctima de decir: ‘¿por qué yo?’. Dije: ‘¿esto para qué me sirve? ¿Qué tengo que aprender de aquí?'”, cuenta Mónica.
“Sí te cambia la vida, ahora valoras lo más mínimo que puedas ver. A veces uno se envuelve en su misma rutina y deja de sorprenderse, de valorar a las personas, los actos de bondad”.
El apoyo de sus dos hermanos menores y de sus papás fueron su motor. Tuvo también gran ayuda de Cruz Rosa con medicamentos.
Decidió que tenía que mantener su mente ocupada y comenzó a estudiar en línea la carrera de Derecho.
Lleva tres años en etapa de vigilancia. Debe cumplir cinco para tocar la campana, símbolo que representa haber vencido al cáncer.
Para Mónica hubo un factor clave para salir adelante: su actitud.
“Si no tenemos actitud todo se viene para abajo”, recalca.
“Podemos tener la ayuda de todo el mundo, pero si uno no quiere ni mover un dedo o la actitud no la quiere cambiar, pues así no. Hay que optimista y positiva porque si no, no logras nada”.
Con actitud y fe
MARÍA LUISA MEDELLÍN
Poco después de recibir el diagnóstico que confirmaba su cáncer bilateral de mama, Irma Angulo plasmó en una foto la forma en la que enfrentaría la enfermedad, y sobre sus brazos pintados en rosa pidió que le escribieran dos palabras: “Actitud” y “Fe”.
Ella tenía 46 años. Hoy tiene 52, y así ha vivido día tras día.
“Afortunadamente, fue una detección oportuna, que hace toda la diferencia. Fui a mi revisión anual y la radióloga, en el eco, me detectó una bolita.
“Ahí empezó el peregrinar de doctor en doctor, y entre que me la detectaron hasta encontrar al equipo que me operó, también descubrieron que del lado izquierdo tenía un tumorcito maligno”, relata Irma.
Le practicaron dos mastectomías y le extirparon los ganglios linfáticos axilares. Los especialistas indicaron un tratamiento hormonal supresor de estrógenos para frenar el surgimiento de células cancerígenas. Lo llevó por cinco años y acaba de concluirlo.
“Sabía que venía un camino complicado y tomé la decisión de enfrentarlo y no vivirlo sola”, reflexiona. “Aprendes a vivir con el miedo, pero sobre todo con fe y con actitud positiva ante la adversidad”.
Irma dice que Fernando Salazar, su marido, ha sido clave en el proceso, así como sus hijos Luis Fernando, Mariana y Lucía, quienes cuando le detectaron el padecimiento tenían 18, 15 y 13 años, respectivamente.
“Mi esposo ha estado conmigo en todo momento y fue increíble cómo mis hijos tan chicos me dieron tanta fuerza.
“El cáncer llegó a mí y a todo mi núcleo familiar, médicos y amigos, en el sentido de que se volvieron mi sostén”.
Hasta hace dos años, Irma siguió trabajando en el área de relaciones públicas de un colegio, donde también tuvo un gran respaldo.
Desde hace un año, Irma colabora con Techo Rosa y Cruz Rosa, en donde acompaña a otras mujeres diagnosticadas con cáncer.
“No le puedes decir adiós al cáncer porque quedamos vulnerables”, comparte, “pero los cinco años más importantes para una reincidencia ya pasaron. Vamos por otros cinco”.
Libra segunda batalla
MARÍA LUISA MEDELLÍN
“Hay que dar la batalla, no hay de otra”, dice convencida Flor Esthela De León Aguilar, a quien hace 10 años le detectaron cáncer en el seno izquierdo, y hace apenas tres meses, cáncer en el pulmón derecho.
La primera ocasión tenía 51 años.
Ella confiesa que, al principio, temía por su vida y le preocupaba cómo atendería a Flor, su pequeña hija.
“Después de una de las quimioterapias me tuvieron que internar porque estuve grave. La temperatura me subía mucho y tardaron en estabilizarme”, detalla.
“Fue muy duro lo que viví. Me hicieron la mastectomía y durante casi un año recibí primero ocho quimios y luego 16, más otro medio año con radioterapias y luego un tratamiento hormonal por cinco años hasta que me dieron de alta”.
En ese tiempo sufrió pérdida de su cabello, debilidad y otros malestares, pero todos los días bendecía el estar viva.
“Mi hija era mi preocupación y mi fuerza, así como mi esposo y mi familia. Yo no estaba en posibilidad de pensar negativamente. Necesitaba salir adelante”.
Flor es dentista y atendía a sus pacientes conforme su estado de salud se lo permitía. Cada año siguió acudiendo a que le practicaran la mamografía, hasta que inició la pandemia.
“Apenas en junio empecé con gripa y una tos que no se me quitaba. Consulté con un médico familiar y luego con un neumólogo. Me hicieron una biopsia y me enviaron con el oncólogo. El cáncer está ahora en el pulmón derecho.
Flor Esthela comenzaba una segunda batalla.
“La enfermedad se detectó a tiempo otra vez. Estoy en mi tercera quimioterapia y, lo principal, porque ya lo viví antes, es mantener una mentalidad positiva y confiar en los especialistas. Hay que luchar para ganarle otra batalla al cáncer”.