Hebe de Bonafini, presidenta y fundadora de las Madres de la Plaza de Mayo, fue vista siempre como un “faro” para las nuevas generaciones de Argentina: una luchadora incansable, irreverente, imprescindible. Era una referente no solo nacional sino internacional en la lucha por los derechos humanos y la militancia política.
Dedicó más de la mitad de su vida a buscar a sus hijos e hijas desaparecidos durante la última dictadura militar. Todos los jueves a las 15:30 horas, durante 45 años, realizó “rondas” en la Plaza de Mayo para exigir su aparición con vida.
Hebe María Pastor de Bonafini inspiró a otros movimientos, impulsó otras agrupaciones y respaldó todas las luchas en favor de los “ninguneados“. Si bien su muerte el domingo 20 de noviembre a los 93 años ha enlutado al país latinoamericano, permanecerá como una luz y un ejemplo a seguir para “muchas y muchos argentinos que reclaman justicia”.
Antes de ser Hebe, Kika Pastor había sido ama de casa, estaba casada y tenía tres hijos, a quienes logró darles la educación universitaria que ella no pudo tener. Vivían en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires.
Su vida se transformó tras el último golpe militar, en 1977, cuando las fuerzas armadas secuestraron a su hijo mayor Jorge, de 26 años, docente, y militante del Partido Comunista Marxista Leninista. Entonces comenzó una búsqueda incansable por hospitales, comisarías e iglesias, donde encontró a más madres como ella que pronto se organizaron para unir su reclamo: que les entregaran a sus hijos.
Nacía entonces una de las organizaciones más emblemáticas de la nación: Madres de la Plaza de Mayo. Como los militares en el poder les prohibían las reuniones, se concentraron en dicha plaza el 30 de abril de ese mismo año, y desde entonces, han marchado en círculos alrededor de la Pirámide de Mayo, frente a la residencia presidencial Casa Rosada, para hacerse notar y elevar su denuncia.
La organización empezó a lograr su objetivo e incomodar al Gobierno de facto, que, a fines del 77, secuestró, torturó y asesinó a tres de sus fundadoras: Azucena Villaflor (la entonces presidenta), Esther Ballestrino y María Ponce.
Aunque hubo quienes desertaron por esos amagos, Kika, a quien pocos días antes le fue arrebatado su segundo hijo, Raúl (también militante comunista), decidió continuar la lucha al lado de decenas de madres más. Tomó su nombre de casada, Hebe de Bonafini, para que fuera más fácil que recordaran a sus hijos desaparecidos, y fue nombrada como presidenta de la organización.
Con pañuelos blancos a la cabeza, que inicialmente eran pañales de sus hijos, tanto Hebe como la agrupación se convirtieron en unas de las voces más críticas del poder y referentes para millones de jóvenes.
La vuelta a la democracia en 1986 planteó también cuestionamientos al interior de la organización, que devino en una ruptura: la Asociación, liderada por Hebe, y la Línea Fundadora, liderada por Nora Cortiñas.
Las primeras demandaban la “aparición con vida” de sus hijos, pues cualquier claudicación sería darlos por muertos. Mientras que las segundas negociaron pensiones oficiales con la resignación de que sus hijos ya no volverían.
Hebe se posicionó en contra de las políticas del Fondo Monterio Internacional en Argentina y en América Latina, así como de todas las políticas neoliberales que decía que atentaban con los derechos humanos y contra las minorías.
Abrazó otras luchas, incluida la del derecho al aborto y el combate a la pobreza. Era cercana del fallecido Presidente cubano Fidel Castro, y defensora del chavismo.
De acuerdo con la activista, De Bonafini asumió el hecho de que no sólo estaba buscando a sus hijos Jorge y Raúl, y a su nuera, que también fue secuestrada, sino a los más de 30 mil desaparecidos. Todos ellos eran sus hijos e hijas, así como los de las demás madres.
Las Madres fundaron una universidad, bibliotecas, radios, revistas y hasta una señal de televisión.
Para muchos, Hebe también fue vista como una figura polémica por varias de sus declaraciones. Fue tachada de antisemita, y llegó a decir que “se alegraba” del atentado a las torres gemelas de Nueva York en 2001, cuando ella estaba en Cuba acompañando a su hija Alejandra, quien se estaba recuperando, según cuenta Iramain, de torturas que recibió en Argentina cuando De Bonafini estaba de gira por Brasil.
Si bien la Asociación fue crítica con el poder, fue hasta la llegada del kirchnerismo en 2003 cuando se volvió una aliada y férrea defensora del Gobierno del ahora fallecido Presidente Néstor Kircher y su sucesora y actual Vicepresidenta Cristina Fernández.
La misma organización se declaró una organización política y no un organismo de derechos humanos.
Un caso de presunta corrupción marcó también la última década de su vida. En 2011, De Bonafini fue imputada por irregularidades en el manejo de fondos públicos destinados a un programa de construcción de viviendas sociales de la fundación.
Ella y sus simpatizantes acusaron una trama gestada por los políticos de derecha y los medios de comunicación hegemónicos para acallarla.
Aún con todo, Hebe siempre será recordada como una de las figuras más emblemáticas y más poderosas de Argentina. Su legado es su irreverencia y su valentía, afirma la activista Jenny Durán.