Texto: Dana Estrada
Fotos: Elizabeth Ruiz
Carmen Sánchez decidió hace dos años convertir su lucha en un refugio para arropar a más mujeres que, como ella, han sido víctimas de ataques con ácido en el Valle de México y en el resto del País.
Con 39 años de edad, creó la primera organización en México y América Latina dedicada a visibilizar la violencia química contra las mujeres. La fundación que lleva su nombre busca prevenir y erradicar las agresiones, así como tener acceso a la justicia. Y de esta forma lograr que los culpables tengan un castigo, de lo que ella califica como intentos de feminicidio, pero que el Estado se niega a catalogar.
“Un ataque con ácido es una de las formas de violencia extremas que estamos viviendo aquí en México y que no es algo nuevo. Mi caso no es algo aislado, es algo que estamos viviendo desde hace más de tres décadas en México. Un ataque con ácido no sólo son quemaduras, no son lesiones simples como las han mencionado las instituciones”, explica Carmen.
En estos dos años de trabajo ha conocido de cerca a siete mujeres que han sufrido esta violencia, quienes se han animado a contar su historia después de algún tiempo de guardar silencio por miedo a su agresor, miedo por no poder proteger a sus familias y a ellas mismas… sobre todo por sentirse solas y pensar que eran las únicas mujeres que han pasado por una agresión de este tipo.
Para Carmen lograr esto y luchar por una mejor calidad de vida y de justicia no ha sido fácil. Ha tenido que pelear contra la violencia de género, las autoridades de Salud, del Gobierno y, sobre todo, con su agresor.
Sentía que al salir del hospital las autoridades me iban a proteger, no me imaginé que me iba a enfrentar a un proceso tan largo y doloroso y que en algún momento me iba sentir cansada"
Carmen Sánchez, activista
UNA ALERTA IGNORADA
El 20 de febrero de 2014, su ex pareja sentimental, Efraín, le arrojó ácido dentro de la casa de su madre en Ixtapaluca, Estado de México. En ese entonces, ella tenía 30 años y se encontraba refugiada con sus hijas, luego de que durante 10 años el hombre la violentó y amenazó.
En tres ocasiones lo denunció ante las autoridades de la Ciudad de México, ya que previamente vivió con su agresor en La Raza, en Gustavo A. Madero.
Las denuncias fueron por: violencia familiar, sustracción de menores y violación. Pese a estas alarmas, las autoridades capitalinas se quedaron al margen de la violencia de Efraín.
Desesperado porque Carmen había logrado escapar, la buscó en la casa de su madre y la agredió. Ocho meses pasó Carmen internada en el Hospital Magdalena de las Salinas.
“Me sentía castigada por un hombre, me sentí sola, creí que era la única persona atacada por ácido”, recuerda Carmen.
Una vez dada de alta, pensó que las autoridades la iban a proteger de su agresor. Sin embargo, se dio cuenta que nadie estaba buscando a un culpable o persiguiendo un delito. Sólo recibió el apoyo de su familia para intentar sanar sus heridas que, hasta hoy, necesitan 64 cirugías reconstructivas.
“Sentía que al salir del hospital las autoridades me iban a proteger, no me imaginé que me iba a enfrentar a un proceso tan largo y doloroso y que en algún momento me iba sentir cansada”, reflexionó.
UNA CARPETA EXTRAVIADA
Después de su agresión, la carpeta de investigación en el Estado de México, donde ocurrió el ataque, estuvo perdida cuatro años. En ese tiempo recibió amenazas de Efraín. Fue hasta el 2018 cuando decidió romper el silencio, pedir la aparición de su expediente y la captura de su agresor.
En el camino encontró muchos obstáculos, sobre todo con la inoperancia, falta de interés y de empatía por parte de las autoridades del Estado de México. Sin embargo, los grupos de mujeres que la ayudaron fueron un bálsamo. Le ofrecieron asesoría y ayuda jurídica, además de operaciones reconstructivas y una mejor calidad de vida.
Gracias a la red de apoyo, el 6 de mayo del 2021, Efraín fue detenido y vinculado por el delito de feminicidio en grado de tentativa. Será hasta mayo de 2023 que se le dé una sentencia condenatoria. Carmen espera que le den la pena máxima: 45 años en prisión.
“No es fácil para mí verme al espejo, verme estas cicatrices y saber que quien me las hizo fue un hombre que en algún momento dijo amarme”, lamentó.
UNA MANO QUE AYUDA
Este episodio la ayudó a consolidar la Fundación que brinda ayuda a las mujeres que han logrado sobrevivir a un ataque. En las estadísticas que ha podido recopilar encontró que seis mujeres no sobrevivieron a este tipo de violencia.
“Es la primera y única fundación que existe en México para apoyar a mujeres que. al igual que yo, hemos sobrevivido a este tipo de agresiones”, explicó Carmen.
La organización se ubica en el norte de la CDMX. Las ocho integrantes se reúnen, algunas veces al año, para platicar sus historias y acompañarse en los procesos médicos y judiciales. También, cuando es necesario, sólo se ven para desahogarse y abrazarse.
“Tratamos de darnos acompañamiento amoroso, festejarnos nuestros cumpleaños juntas. Celebramos Navidad, ir poco a poco recuperándonos desde este amor que nos une. […] tratamos de que esa rabia, este dolor, estas lágrimas que sacamos, tratamos de hacer que se transforme en amor y esperanza para nosotras”, relata Carmen.
Hasta el momento, algunos cirujanos plásticos, dermatólogos y psicólogos privados se han unido a la Fundación, prestando sus servicios gratuitos.
Carmen y el resto de las mujeres confían en que pronto existirá la primera sentencia a un agresor por ataque con ácido, y así evitar más agresiones.
Mientras esto sucede, buscan rehacer sus vidas y obtener un empleo, señala que debido a sus heridas se enfrenta a los estigmas.
“Contar nuestras historias, contar cómo avanzamos, nos da mucha esperanza”, señala.