La historia del Panteón de Belén es herencia directa de Fray Antonio Alcalde. El benefactor, que puso los cimientos de algunas de las instituciones más importantes de Jalisco, como la fundación de la Real Universidad de Guadalajara, impulsó la construcción del Hospital Civil en 1787, apenas cinco años antes de su muerte. 

Aunque no alcanzó a ver la construcción del Panteón de Belén, Alcalde ideó este camposanto antes llamado de Santa Paula, como un sitio para recibir a las personas fallecidas del Hospital Civil. La edificación del cementerio empezó en 1848, bajo el diseño del arquitecto Manuel Gómez Ibarra. 

El recinto, con fuertes influencias del estilo neogótico ubicado en la Calle Belén 684, abrió sus puertas el 2 de noviembre 1846 y cerró en 1896. Aunque apenas estuvo en servicio medio siglo, el camposanto recibió a célebres moradores y durante un tiempo fungió como la Rotonda de los Hombres Ilustres. 

Tras una rehabilitación integral en 2007, el recinto abrió sus puertas como museo en 2010. Además de ser un valioso ejemplo relevante de la arquitectura funeraria de su época, en este espacio hay destacados moradores, que ocupan un lugar importante en la historia regional, entre ellos los gobernadores Joaquín Angulo, Jesús Camarena, Juan N. Cumplido y Manuel M. Diéguez. 

En ese cementerio también se encuentran los restos de los poetas Aurelio L. Gallardo, Alfredo R. Plascencia, del compositor José Rolón, el astrónomo Severo Díaz Galindo y el arquitecto Jacobo Galvez.

Además de su carga histórica y su importancia arquitectónica, el Museo Panteón de Belén es uno de los sitios más emblemáticos e inquietantes de Guadalajara. Este camposanto ha sido testigo de misteriosas historias y leyendas que alimentan la imaginación y la curiosidad de los tapatíos.

Una de las leyendas más conocidas que germinan en los pasillos de este cementerio es la del niño Ignacio Torres Altamirano, conocido como “Nachito”, quien falleció trágicamente en 1882 a causa de su miedo a la oscuridad. Desde entonces, su tumba se llena de juguetes que los visitantes dejan en el lugar para que salga a jugar de noche. 

El historiador y guía del museo, Israel Toledo cuenta que 10 días después del entierro de Nachito, su féretro había sido desenterrado. Después de volverlo a inhumar, su cadáver volvió a encontrarse en el suelo y la historia se repitió por 10 días, sin mediar explicaciones.

¡A visitarlo!

El museo, que el año pasado recibió a 55 mil 674 personas, puede visitarse a través de recorridos guiados de martes a sábado, a las 10:00, 11:00, 13:00 y 14:00 horas; y de miércoles a sábado, a las 20:00, 21:00, 22:00 y 23:00 horas. 

Los recorridos diurnos tienen un costo de 37 pesos, mientras que los nocturnos tienen un precio de 96 pesos. Para más detalles se puede consultar este sitio.

Información: Rebeca Pérez Vega.
Fotos: Cortesía.
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