UN RESCATE DE ALTURA
El reto de desmontar los murales del Centro SCOP.
ASÍ SALVAN EL PATRIMONIO
A casi 40 metros del suelo, sentada sobre un andamio, la restauradora Tábatha González aplica un pliego de manta de cielo, de 1 metro por 1 metro, a una porción minúscula -pero crucial, como todas- del mural Los libertadores, de Juan O’Gorman.
Aunque la lluvia amenaza con caer sobre el Centro SCOP, el viento constante la ayuda a fijar la tela que coloca con una brocha y un adhesivo de carboximetil celulosa, o “CMC”, sobre el mosaico de piedra, vidrio y azulejos.
A nivel de suelo, apenas y puede verse a la cuadrilla de restauradores sobre los andamios que, como ella, van protegiendo palmo a palmo, con sumo cuidado, la superficie de cada uno de los 13 gigantescos murales que integran el complejo de la colonia Narvarte.
“Es increíble. Es una sensación muy distinta”, explica sonriendo, mientras alisa la manta sobre la piedra, con los pies colgando desde una altura de vértigo, pero siempre asegurada con un arnés.
“Yo había estado en proyectos más pequeños, por así decirlo, en catedrales, con pintura de caballete, textiles, papel, pero la verdad es que es una gran diferencia tratar un material tan amplio y con una gran variedad, desde piedra hasta cerámica y vidrio”, explica González.
“Y bueno… las vistas”, agrega desde las alturas, ante la Ciudad que impone a pesar del smog.
De no llevar a cabo su trabajo con la minuciosidad que le imprime, las centenas de piezas que componen cada metro cuadrado de los murales, llamadas “teselas”, podrían perderse para siempre.
Se trata de una obra de gran complejidad técnica para lograr que, luego de años en la indefinición, los murales de mosaico de O’Gorman, José Chávez Morado y sus discípulos del Taller de Integración Plástica puedan quedar intactos ante la demolición inminente de todo el conjunto arquitectónico.
A finales de junio pasado, la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) y la Secretaría de Cultura (SC) dieron inicio a las obras que dotarán a la Ciudad de un nuevo espacio cultural denominado “Parque del Muralismo Mexicano”.
El proyecto es la respuesta, concertada entre el Gobierno, especialistas en el patrimonio cultural y los vecinos de la Narvarte, para hacer frente a los daños que los edificios acarrean desde el sismo de 1985 y que los hicieron inutilizables en el 2017.
Además, el Centro SCOP, con sus casi 70 años de historia, se alista para ser nombrado Monumento Artístico de la Nación, una acción que, por fin, busca dar protección perdurable al patrimonio que parecía abandonado.
La suya es una historia de descalabros, pero, también, de heroica proeza técnica y artística.
La hazaña de retirar los murales, ya sea en pequeños bloques, como los que protegen Tábatha González y sus colegas, o en tramos de pared completa, es igualmente mayúscula.
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