UNA FIGURA DE EXCEPCIÓN
Uruchurtu: El Regente transexenal.
El primer acercamiento que Manuel Perló tuvo a la figura de Ernesto Uruchurtu, al igual que millones de capitalinos de su generación, fue la Ciudad misma.
“Nací y crecí en la Ciudad de Uruchurtu, entonces me tocó escuchar de él como un personaje muy enérgico, muy poderoso, con capacidad realmente de hacer grandes acciones en la Ciudad; temido”, recuerda.
“Pero me tocó también, en buena medida, una Ciudad en la que podías viajar, como niño y adolescente, en autobús hacia los lugares más recónditos de la Ciudad de México; me tocaron unos parques espléndidos, yo vivía junto al Parque México que, de veras, era como Central Park, era un lugar bien cuidado, hermoso, con flores”, ahonda.
Esta percepción de dureza, pero también su cualidad de ornamental, de alguna forma se reflejan en los múltiples apodos que la población de su época le otorgó: “El Regente de Hierro”, “Don Floripondio”, “Cucuruchu”, “El Canciller del Cemento” y “Don Florindo y Fuentes”, entre otros.
Para el académico, quien estudió Economía en la UNAM, el interés más longevo de su vida como investigador ha sido el crecimiento de las ciudades, lo que llevó a que su tesis estuviera dedicada al Distrito Federal durante la Presidencia de Lázaro Cárdenas.
Sus investigaciones pronto lo llevaron a interesarse por la todavía malentendida figura del Regente de la Capital y, también, por una institución poco estudiada a profundidad como el Departamento del Distrito Federal.
“Los Regentes eran personajes muy interesantes y sobre los que se sabía muy poco”, expone. “Los Regentes en cierto momento eran personajes muy poderosos”.
Con un interés ya declarado en analizar, desde la historia y el urbanismo, cómo se ha ejercido el poder en la Ciudad de México, la figura de Uruchurtu sobresalió como algo que en su estudio se denomina un “caso de excepción”.
La primera razón de ello es que Uruchurtu pudo mantenerse como Regente durante 14 años, atravesando tres sexenios, a diferencia, por ejemplo, de los cuatro Regentes distintos que hubo durante el Gobierno de Lázaro Cárdenas.
En la presentación del libro, el antropólogo Roger Bartra juzgó que analizar al personaje de esta forma es un acierto.
“Uruchurtu fue una rareza en el sistema político priista, pero, al mismo tiempo, las más de 800 páginas del libro muestran que fue un caso revelador de la naturaleza del régimen”, opinó.
“El libro de Perló es un extraordinario estudio sobre la compleja y sofisticada maquinaria política del régimen nacionalista revolucionario. La larga duración del poder de Uruchurtu funciona como una especie de microscopio que aumenta la visión de los entresijos del sistema priista y permite observarlos mejor”, celebró Bartra.
Para comprender al personaje de manera integral, Perló se remonta a los orígenes del futuro Regente, nacido en Hermosillo, Sonora, el 28 de febrero de 1906.
Los primeros capítulos del libro, que el autor investigó en archivos del Estado y de sus parientes, dan cuenta de la historia de su familia y los primeros pasos en la política de Uruchurtu, quien llegaría a ser presidente del comité estatal del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) –antecedente del PRI–, director del Banco Ejidal y, sobre todo, Secretario de Gobernación en el sexenio de Miguel Alemán.
Algunas indagaciones de Perló incluso muestran al personaje en sus aspectos más oscuros, como en un texto antisemita que publicó en un periódico local a finales de los años 30, y que hizo, según confesó el autor en la presentación, que casi abandonara el proyecto de publicar la investigación.
También algunas que resultaron esclarecedoras sobre su proceder como Regente, como su habilidad como abogado, que después le serviría enormemente para gobernar con dureza, pero siempre al amparo de la ley.
Todo esto explica cómo es que Uruchurtu pudo mantenerse en el cargo en la totalidad de dos sexenios muy distintos entre sí y la primera parte de un tercero: el de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), el de Adolfo López Mateos (1958-1964) y el de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1966).
“En dos ciudades que, además, fueron muy diferentes y donde hubo gobiernos del Presidente muy distintos con respecto a la Ciudad”, detalla Perló.
“Todos sabemos que con López Mateos, por ejemplo, tenemos la creación de Tlatelolco, del Museo Nacional de Antropología, el Museo de Arte Moderno, la Unidad Independencia. López Mateos fue un Presidente que se proyectó sobre la Ciudad de México de manera grandiosa y lo hizo a través de un proyecto viviendístico y cultural muy importante”, plantea.
“Esto fue muy diferente a Ruiz Cortines, que era el Presidente austero, que no le gustaba ponerle su nombre a las obras que construía, a diferencia de López Mateos, que a todo le ponía su nombrecito”, compara.
La capacidad de Uruchurtu para llevar a cabo cualquier obra, con disciplina fiscal y alta efectividad, lo llevaron a convertirse en una figura de excepción en la Regencia de la Ciudad de México.
La pregunta que desató el trabajo académico tiene que ver precisamente con ello, y Perló la adelanta desde la descripción de la estrategia metodológica que antecede a ambos tomos.
“La hipótesis que postulo establece que el sonorense se mantuvo en el cargo a lo largo de distintas administraciones porque así convenía a la consecución de los objetivos que los Presidentes tenían para la Capital y porque se ajustaba plenamente a su estrategia política nacional”, escribió.
“En otras palabras, la permanencia de Uruchurtu fue completamente funcional para el sistema presidencialista durante la etapa que corresponde al llamado desarrollo estabilizador (1952-1970)”, concluyó.
Un Regente de Hierro para una maquinaria política compleja.
DERECHOS RESERVADOS 2023