A 20 años de los atentados terroristas que conmocionaron a Estados Unidos y a todo el mundo el 11 de septiembre de 2001, familiares de las víctimas y testigos cuentan sus historias a REFORMA.

LA VIDA

DESPUÉS

‘NO CREO QUE HAYA SANACIÓN’

Monica Iken

POR: GAEL MONTIEL

Monica Iken resume el aniversario de la pesadilla con una frase modesta: “para mí septiembre es un poco difícil”.
Para ella, no es sólo el mes del ataque. Su esposo, Michael, cumplía años el 8 de septiembre. Lo conoció justo un 11 de septiembre, pero de 1999. Dos años después, y cuando llevaban un mes casados, la llamó desde el piso 84 del World Trade Center para avisarle que veía humo salir de la torre contigua.
“Fui muy afortunada de poder hablar con él dos veces. Primero me dijo que él estaba calmado y que todo estaba bien”, comenta en entrevista. El tono de su esposo cambió justo antes de colgar. “La gente está saltando”, le dijo. “Tengo que irme”.
Días después de la tragedia, Mónica afirma que tuvo una especie de “llamado de Dios” y decidió crear September’s Mission.
La organización presionó durante meses para evitar que las autoridades ocuparan todo el terreno para construir un nuevo World Trade Center y levantaran también un monumento y museo para las víctimas.

“Nosotros estamos vivos y nuestro trabajo es que (las víctimas) vivan a través de nosotros”.

Monica nunca recuperó los restos de su esposo, pero se dice muy agradecida por la construcción que dejó las huellas de las torres: “Sería muy miserable si no lo tuviera”.

Pese a esto, asegura, ella y Nueva York están lejos de curarse.

“No creo que haya sanación”, comenta. “Lo que pasó fue que todos nos mudamos a una realidad que no escogimos. No crecí sabiendo sobre gente malvada, no sabía lo que era un terrorista hasta que tenía 31 años”.

Veinte años después, Monica planea ir el sábado al monumento para reunirse con amigos y familiares de Michael, quien hoy tendría 58 años.

“Mi esposo está ahí”, asegura. “Vamos a ir a celebrar su vida, no su muerte”.

Víctimas por zona

2,976
personas fallecieron en los cuatro vuelos secuestrados el 11 de septiembre de 2001.

2,763
en NY

189
en Virginia

44
en Pensilvania

Memorial Nacional del Vuelo 93
Gordon Felt
Edward Felt

‘SE LOS DEBEMOS TODO’

Gordon Felt

POR: ALEJANDRO ALBARRÁN

A 20 años de haber perdido a su hermano Edward en lo que ahora conocemos como el Vuelo 93, Gordon Felt se aferra a los sentimientos de aquel 11 de septiembre de 2001, aunque espera poder dar vuelta a la página.
El Vuelo 93 de United Airlines fue el único avión secuestrado por los terroristas de Al Qaeda que no se estrelló en su objetivo esa mañana porque los pasajeros, que se enteraron por llamadas telefónicas de lo que pasaba en Nueva York con las torres gemelas, confrontaron a los yihadistas y evitaron un atentado en el Capitolio.
En la conmoción de los ataques, Gordon se enteró que su hermano estaba viajando ese día y la esposa de Edward prometió avisarle cuando éste aterrizara a salvo.
“Obviamente esa llamada nunca llegó”, cuenta Felt, quien es presidente y portavoz de la Asociación de Familias del Vuelo 93, a REFORMA. “Nos dimos cuenta que él estaba en el vuelo 93 y confirmamos que el avión había caído”.
El avión, que iba de Newark a San Francisco, finalmente se estrelló en un campo en Shanksville, Pensilvania, en el condado de Somerset.

“La siguiente generación, y las dos próximas generaciones, necesitan estar consicentes de lo que pasó, de por qué pasó, de modo que podamos evitar que pase de nuevo”.

“Los 40 pasajeros y tripulantes, entendiendo lo que estaba pasando en Nueva York y Washington, decidieron si pelear o no, y decidieron dar la pelea para recuperar el control del avión. Nuestro país se los debe todo”, recuerda.
“Necesitamos seguir recordando a las personas que murieron ese día, recordar las lecciones que aprendimos del vuelo 93, de las 40 personas que se unieron como una sola, sin importar su origen, y fueron capaces de unirse para derrotar al mal. Perdieron sus vidas, pero sabemos que al final del día ellos son quizá el símbolo más valiente de nuestra democracia”. 

En los días siguientes al atentado, Felt y su familia se trasladaron al lugar en que cayó el avión, hablaron con las otras familias y vieron los restos en el campo. Luego, se convirtió en el vocero de las familias y gestionó la construcción del Memorial Nacional al Vuelo 93 en el sitio del colapso.
“Sospecho que siempre estaré enojado, siempre extrañaré profundamente a mi hermano. No quiero un cierre, quiero aferrarme a esas emociones, eso es lo que me mantiene cerca de mi hermano”, reflexiona.

Más allá del 11-S

Miles de personas han fallecido por enfermedades relacionadas
a los ataques de hace 20 años, originadas por el humo tóxico
que liberó el derrumbe de los edificios.

3,900
personas han muerto
como consecuencia
desde entonces.

2,000
fueron rescatistas,
limpiadores o policías
que trabajaron en la
zona cero.

67,000
solicitudes de indemnización han sido presentadas ante un fondo de reparación a las personas que estaban cerca de los lugares siniestrados y fueron afectadas.

TENER LA MUERTE FRENTE A UNO

Esteban Creste

POR: EMILIA MARTÍNEZ

Esteban Creste recuerda haber leído alguna vez que se necesitan por lo menos 20 años para analizar hechos históricos con “un poco más de objetividad y distancia”. Para Nueva York, sin embargo, dice este periodista, resulta muy difícil distanciarse de los atentados que hace dos décadas cambiaron a la ciudad por completo.

Entonces reportero de Telemundo 47, Esteban recorrió el perímetro de la Zona Cero por días, junto con dos camarógrafos. Habló con autoridades, víctimas y rescatistas. Uno de los socorristas, recuerda, le comentó que había hallado la mitad de una cara. En el hospital, un colombiano herido le dijo que buscaba a su esposa.

“Iban descendiendo de la mano de una de las torres cuando de repente se soltaron”, explicó.

Ella, como cientos más de trabajadores, esa noche no volvió a casa. 

“Me subo a un montículo con mi camarógrafo, y donde estaban las Torres lo que vi me paralizó el corazón, porque lo que vi fue lo más cercano a lo creo que debe ser el infierno si existe “.

Para este periodista de origen uruguayo, el 11 de septiembre es una fecha “terrible, fatídica”, y al cumplirse los 20 años lo es aún más.

“Cuando se acercan esas fechas uno no se siente bien… te das cuenta de que el trauma permanece en uno”, comentó. 

“Empiezas a acordarte de cosas que habías mantenido un poco en el olvido”.

El martes 11 de septiembre de hace 20 años, Esteban vio la segunda torre caer. 

“Se desmoronó frente a nosotros y fue muy impresionante (…) en ese momento te das cuenta de que en ese preciso momento estaban muriendo cientos, miles de personas”, relató.

“La sensación de tener la muerte frente a uno y no poder hacer nada fue una impotencia brutal”.

‘UN MAR DE POLVO’

Pedro Cárdenas

POR: GRUPO REFORMA

El 11 de septiembre de 2001, el fotógrafo peruano Pedro Cárdenas estaba en Nueva York, en camino a cubrir la Semana de la Moda.
Salió del Metro en la estación Times Square y vio en las pantallas las imágenes de una de las torres gemelas del World Trade Center incendiándose. De inmediato supo que tenía que dirigir su lente ahí y tomó un taxi que le acercó al sitio.
“Ya estaba un poco más cerca, paré un momento y vi cómo la gente caía, como hormiguitas se iban tirando de la torre”, relató Cárdenas a la Agencia de Noticias Andina.
“Sentía que también me iba a morir, pero tenía que estar en ese momento ahí. No importa, me dije, me hago en el pantalón, pero sigo tomando mis fotos”.

“Parecía de noche, como si fuera un eclipse, todo oscuro, oscuro”.

Entonces, ya a unas cuadras de las torres, relató el fotógrafo, un ruido, como el de un vaso de vidrio rompiéndose multiplicado cien veces, abrumó sus oídos. La torre se vino abajo.
“Parecía como si fueran unos naipes que se caen hacia abajo. No se cayó ni para acá, ni para allá, si se hubiese caído para acá, obviamente nos hubieramos muerto todas las personas que estábamos ahí”, recordó. “Unos segundos despúés nada más, era como un mar de polvo”.
Y después, la segunda torre también se derrumbó: “parecía de noche, como si fuera un eclipse, todo oscuro, oscuro”.
Cárdenas decidió entonces salir del lugar. Caminó unas cuatro horas, vio a los aviones del Ejército en el cielo, a los policías acordonar la zona y a la gente desesperada y temerosa.
Llegó hasta la sede de The Associated Press, donde pudo revelar sus fotos y las vendió a la agencia. Llamó a su madre enferma y le dijo que estaba bien.
“Es una de las cosas más importantes que en mi vida he estado, en verdad una de las cosas más grandes”, dijo.

Edición: Emilia Xiomara   /   Diseño: Enrique López – Osvaldo Rodríguez

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