Cortesía: Daisy Asher / Abraham Zabludovsky Arquitecto

Cortesía: Daisy Asher / Abraham Zabludovsky Arquitecto

¿Quién fue?

Abraham Zabludovsky, uno de los principales exponentes de la arquitectura contemporánea mexicana, nació un 14 de junio de 1924, en Bialystok, Polonia.

Naturalizado mexicano en 1941, se formó como arquitecto en la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM, entre 1945 y 1949. Sus obras se caracterizan por el uso de patios y pórticos, así como el talud. En cuanto a materialidad constructiva destacó su técnica de concreto cincelado con grano de mármol.

Su legado incluye más de 200 obras en México, entre ellas, el Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo (1981), la Biblioteca Nacional de México en la Ciudadela (1988) y El Colegio de México (1975), junto con su socio y amigo, el  arquitecto Teodoro González de León.

El creativo falleció en 2003, en la Ciudad de México. Hoy, a 100 años de su nacimiento, compartimos 10 frases con las que el artífice describió su disciplina, el aporte a la sociedad y cómo sus procesos de diseño fueron evolucionando. 

Auditorio del Estado de Guanajuato, 1991. Crédito de foto: Timoty Hursley/Abraham Zabludovsky Arquitecto

Legado arquitectónico

“Inicié mis actividades profesionales lleno de grandes ambiciones, bajo la influencia de los grandes maestros del Movimiento Moderno que estaban en apogeo (…) A diferencia de los utopistas, ahora sabemos que la arquitectura no puede transformar las condiciones económicas de una sociedad (…) Ahora sé que, como arquitectos, no podemos dirigir la sociedad con los instrumentos de nuestro oficio, ya que nuestro trabajo ofrece influencia sólo en su campo específico. Aunque desde nuestra área podamos jugar un papel en el proceso de transformación social, ésta no es el resultado de alguna cualidad inherente a la arquitectura”.

Edificio de Departamentos Matías Romero, 1949. Crédito: Archivo Abraham Zabludovsky

“En mi tesis profesional propuse soluciones arquitectónicas inspiradas en el concepto corbusiano, según el cual la ciudad debería desarrollarse verticalmente dejando amplias áreas verdes para uso común. Sin embargo, en mi práctica profesional me convencí de que las soluciones urbanísticas dependen de intervenciones estratégicas que proporcionen continuidad al tejido urbano, de no realizar inserciones forzadas, de proporciones y naturaleza contrarias al entorno”.

Edificio de apartamentos Torre Polanco, 1980. Crédito de foto: Pedro Hiriart

“Como parte de la economía de la construcción -en los años 50-, me interesé en materiales que fueran perdurables y adaptables a los métodos constructivos disponibles. Así comencé a experimentar con piedras naturales, con diferentes tipos de tabique, incluso con técnicas entonces poco usuales, como precolados con variaciones de agregados, hasta el uso de concreto aparte en sus diversas formas”.

Banco Bilbao Vozcaya: oficinas centrales, 1982. Crédito de foto: Julius Shulman

“Más allá de las decisiones conscientes, definir un edificio requiere la incorporación del recuerdo de cosas observadas, de formas percibidas y estudiadas, de figuras que nos han acompañado a lo largo de los años, de las ciudades en las que hemos vivido o hemos visitado”.

Sala de Usos Múltiples y Centro de Convenciones, Tuxtla Gutiérrez, 1995. Crédito de foto: Timoty Hursley

“Hacia el final de esos años (60s) había definido una serie de principios que no he abandonado desde entonces: la búsqueda de texturas, la idea de una secuencia espacial ordenada bajo el influjo del proceso creativo, y una arquitectura que no requiriese ningún mantenimiento especial”.

Centro Financiero Banamex Lomas, 1987. Crédito de foto: Pedro Hiriart

“En 1972 proyecté y construí mi propia casa (…) En él -proyecto- logré plasmar los conceptos volumétricos y espaciales que venía desarrollando desde hacía dos décadas. Desde entonces, el concreto cincelado con grano de mármol se ha incorporado en mi vocabulario arquitectónico expresivo”.

Taller-Estudio Abraham Zabludowsky, 1993. Crédito de foto: Pedro Hiriart

“La experiencia me ha enseñado la necesidad de acercarse a la arquitectura con espíritu crítico y mente abierta. Cuando inicie mi carrera como arquitecto, el esquema funcional y el programa específico dominaban por completo la concepción del proyecto. El tiempo y la práctica me han enseñado que éstos sólo son indicadores de la dirección a seguir. El programa, y por lo tanto el proyecto, existen sólo después de adoptada una forma, si bien ésta no es simplemente el resultado mecánico de la función. (…) Ahora sé que el programa definitivo sólo existe cuando se incorporan espacios y usos que no se consideraron inicialmente, pero que son necesarios después para la forma arquitectónica final”.

Biblioteca México en La Ciudadela, 1988. Crédito de foto: Fernando Cordero

“En muchos de estos edificios no me preocupé de si el edificio sería ‘vernáculo’ o no. Creo que decir ‘regionalismo’ es equivocarse; lo importante es si el trabajo tiene o no calidad arquitectónica. Todo lo demás es secundario, pues si el resultado realmente tiene mérito arquitectónico, a menudo descubro que también incluye valiosos elementos de la cultura local”.

Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo, 1981. Tomada de: Wikimedia Commons

“La percepción, tanto del lugar como de las relaciones entre espacios arquitectónicos es el punto de partida para determinar el objetivo arquitectónico. Por ello es necesario evaluar el contenido urbano y general, las calles y sus alrededores, las visuales y su ubicación desde y hacia el edificio. Un buen ejemplo de esta conciencia de la integración con el contexto es el Museo Internacional de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo, que fue enterrado parcialmente para no obstaculizar las visuales hacia y desde el bosque, asi como los volúmenes se trabajaron en forma escalonada para reducir el impacto visual de la masa arquitectónica”.

Wikimedia Commons / Ar.rosales

El Colegio de México, 1975. Tomada de: Wikimedia Commons / Ar.rosales

“En el proyecto de El Colegio de México* (1975) utilizamos el concreto en fachadas, muros, interiores y pisos: grueso, delgado, áspero y fino, adaptándolo a las distintas zonas del edificio como la piel al cuerpo. En los pisos, pulimos el concreto para darle una apariencia similar al terrazo”. *con el arquitecto Teodoro González de León

Información: extraída del libro Abraham Zabludovsky Arquitecto (1999).

Edición: Tania Romero