La Antigua Central Camionera es uno de los iconos arquitectónicos del Agua Azul que cayeron en desuso. El abandono y el paso del tiempo han dejado su huella indeleble en este complejo que abrió sus puertas hace 70 años, pero si regresamos un poco en el pasado, la historia reservaba un futuro prometedor a la novedosa terminal de autobuses, que fue la primera en su tipo en el País, en 1952.

Para ese entonces, el Agua Azul estaba en los límites de la Ciudad. Ya existía por los alrededores la estación del ferrocarril y ante el caos que implicaba tener pequeñas centrales camioneras a lo largo de la Ciudad, el Gobierno del Estado emprendió la construcción de un complejo que aglutinara todos los pasajes en autobús y que además conectara con el sistema ferroviario a unos metros.

Este complejo empezó a construirse en 1950, en el terreno donde antes estuvo el Panteón de los Ángeles y el Estadio Municipal de Beisbol, de la autoría de Aurelio Aceves. La terminal de transporte diseñada por el arquitecto y artista Miguel Aldana Mijares (1920-2011) resaltó por sus trazos funcionalistas por el uso de materiales como el concreto, el vidrio y el acero, por incluir espacios amplios para el cómodo tránsito de los viajeros y en poco tiempo se posicionó como un sitio innovador porque ofrecía todos los servicios de transporte que requería la Ciudad en aquella época.

“Donde ahora está la central camionera estaba un estadio (en la foto), pero con esta idea de modernizar esa zona se planteó tener una central nueva de autobuses, como parte del desarrollo urbano; el proyecto se hizo siguiendo las premisas del funcionalismo, con estas bandas horizontales, con ladrillo aparente, bajo la autoría de Miguel Aldana, quien tomó como base esos códigos formales en boga en ese momento”.

Ignacio Gómez Arriola

Arquitecto

“El interior de la nueva central tenía dos líneas de andenes, estaba dentro de ese espíritu de renovación de la Ciudad; el edificio en sí mismo no es de lo más valioso del funcionalismo, pero sin duda por el tamaño y la escala es un excelente ejemplo de ese estilo y es digno de ser preservado“, relata el arquitecto Ignacio Gómez Arriola.

Esa terminal tenía servicios de conexión terrestre hacia casi todo el territorio nacional. Era un complejo pujante y dinámico sobre el que se fueron asentando comercios, hoteles, cabarets, restaurantes y poco más adelante una zona de venta de autopartes y talleres mecánicos, sobre la vía 5 de Febrero.

Pero la Antigua Central Camionera empezó a sumirse en el olvido a finales de los 80. La saturación de tráfico en la zona, provocada por la entrada y salida constante de camiones, hizo insuficiente el espacio por lo que se promovió la edificación de una central nueva, en Tlaquepaque. Además, las explosiones del 22 de abril de 1992, a unas cuadras del complejo de autobuses, marcó todavía más la crisis, con la destrucción de fincas aledañas y el abandono de varias calles a la redonda.


La zona empezó a volverse insegura, la prostitución y la venta de drogas también se sumaron a la ecuación, pero aun así, la central se mantuvo en uso para viajes cortos menores a 100 kilómetros de distancia de la capital jalisciense.

Hay todavía una actividad constante de comercios, usuarios y habitantes que le dan vida a esta gran estructura, recuerda el artista sonoro Israel Martínez, quien hace un par de años desarrolló la obra “Desaparecer”, con cuestionamientos sobre qué significa desaparecer y relatos de personas en situación de tránsito en Antigua Central Camionera, como parte del proyecto Espacios Revelados, una iniciativa internacional que buscaba reflexionar sobre la modernidad fallida y la infraestructura abandonada en distintos puntos de la Ciudad.

Martínez decidió abordar la Antigua Central Camionera porque tuvo una relación cercana con este complejo durante la década de los 80. Hacía viajes a la Ciudad de México, junto con su abuelo, para comprar aparatos provenientes de Estados Unidos, que entonces no se vendían en los aparadores de las tiendas mexicanas.

 

“La central sigue siendo muy importante, muchas personas del Estado siguen tomando su autobús de la antigua central, es muy interesante cómo sigue siendo un espacio al que se cuestiona si tiene actividad, porque mientras que muchos no tienen la certeza de que siga activo, para muchos más sigue siendo un lugar central.

Israel Martínez

Artista sonoro

“Obviamente es una zona que tiene problemáticas económicas y sociales a su alrededor desde hace varias décadas y que no han mejorado, definitivamente es un espacio muy retador porque el principal problema es la inseguridad, la sensación de que puedes ser asaltado o violentado en cualquier momento“, relata Martínez, quien para desarrollar su proyecto reunió más de 200 testimonios de habitantes o usuarios de la Antigua Central Camionera, que posteriormente reunió en una instalación sonora que podía escucharse a través de altavoces, en los alrededores de la terminal de camiones.

LA UTOPÍA

Aunque el complejo del Agua Azul prometía ser un oasis en medio de la Ciudad, la utopía no se cumplió. A mediados del siglo pasado había un ansia por renovar y modernizar, por dejar atrás la idea de provincia, darle la bienvenida a la Guadalajara cosmopolita y el Agua Azul fue la elegida para trazar un proyecto de infraestructura que dotara a los tapatíos de espacios culturales, educativos y de movilidad.

La central camionera, impulsada por el Gobierno de Jesús González Gallo, abrió sus puertas en 1952. Luego, la zona siguió creciendo y prosperando: en 1959, ya de la mano del Gobernador Agustín Yáñez, abrieron sus puertas la Casa de la Cultura Jalisciense y la Biblioteca Pública del Estado (en la imagen), bajo el diseño del arquitecto Julio de la Peña.

Toda esta infraestructura logró levantar y dinamizar ese territorio, pero el sueño se vino abajo apenas unas décadas más adelante, la agenda urbana cambió de prioridades, hubo otros planes y el desarrollo de la Ciudad se movió hacia el surponiente tapatío.
Los edificios que hasta entonces habían sido punto de encuentro para los tapatíos, se fueron quedando en el olvido, recuerda Ignacio Gómez Arriola.

Las predicciones de que esa zona sería exitosa fallaron, con el cambio de Gobierno las apuestas se movieron y el desarrollo se fue a otra parte; la infraestructura permaneció ahí, funcionó una temporada, pero después se fue diluyendo en el tiempo“.

Ignacio Gómez Arriola

Arquitecto

AÑORANZA Y TRADICIÓN

Los viajantes no paran, algunos llegan, muchos más se van entre el reducido itinerario que ahora ofrece la Antigua Central Camionera. Se pueden comprar pasajes para ir al Arenal, a Atequiza, Chapala, Jocotepec, Ameca, Mascota o Ciudad Guzmán.

Aunque todavía conserva sus grandes ventanales y los amplios espacios llenos de concreto ideados por Miguel Aldana Mijares hace 70 años, la terminal de camiones luce atiborrada de comercios en su interior, hay polvo, tierra y en las escalinatas de acceso hay venta de chácharas, ropa y distintos artefactos usados, pero la constante es la inseguridad, advierte Víctor González, quien trabaja en una empresa transportista en el interior de la central.

 

“Es una zona muy insegura, siempre se presentan detalles y más afuera del edificio; es una pena, porque este era un edificio muy bonito, ahora todo está muy deteriorado, no se le da mantenimiento, está demasiado descuidado”.

Víctor González

Trabajador de la central

 

 

Aunque ahora sea una zona olvidada, este territorio ha sido importante para los tapatíos históricamente, considera el sociólogo e historiador de la Universidad de Guadalajara, Bogar Armando Escobar, Amaneció en Guadalajara: Origen, Auge y Ocaso de los Cabarets de San Juan de Dios.

“La Antigua Central Camionera era un icono de la modernidad que se fue perdiendo, ahora es un sitio para la añoranza, para la nostalgia, sin embargo, creo que todavía es un sitio arraigado en el imaginario tapatío“.

Bogar Armando Escobar

Historiador UdeG

Patricia García es una de las tapatías que mantiene viva la tradición de la venta de birotes gigantes desde hace más de 30 años, como lo hicieron sus padres 20 años antes que ella. Diario llega a la antigua terminal a las seis de la mañana, para ofrecer sus tradicionales y alargados panes de crujiente corteza elaborados en Tonalá.

“Mis papás empezaron a vender birotes hace casi 50 años, hemos visto los mejores tiempos de este lugar, pero también los peores; la gente sigue viniendo a comprar birotes, pero ya no tanto como antes”, lamenta Patricia (de delantal azul), quien añade que solo quedan tres vendedores de estos tradicionales birotes, que llegan a superar el metro de largo.

Información: Rebeca Pérez Vega   Fotos: Jorge Rangel, Archivo de fotos del Ayuntamiento de Guadalajara y tomadas de internet.