Las imágenes digitales que hoy se registran de pacientes en hospitales y ciudadanos en las calles haciendo filas por una prueba permitirán que, en un futuro, la humanidad conozca y observe lo que el mundo ha sufrido en el 2020 por la pandemia de Covid-19.

En el pasado fueron los artistas del trazo, pintores sensibles al dolor, quienes se encargaron de registrar los oscuros episodios de ciudades y sociedades golpeadas por pestes que, igual como ocurre hoy, intimidaron y arrebataron la vida a millones de personas.

“Las obras artísticas no dejan de representar la realidad de la sociedad que las origina, por lo que la presencia de los efectos de las enfermedades infecciosas en el arte se remonta ya a la antigüedad”, escribe Rafael Seoane Prado, coautor del libro Infect-Arte: La infección en el Arte.Algunos artistas las vivieron en carne propia, otros las observaron y algunos más quedaron tan conmovidos por el impacto que decidieron recrearlas.

Nicolás André Monsiau

Peste en Marsella

Se dice que la peste que golpeó Marsella es uno de los episodios epidémicos que quizás cuente con mayor cantidad de representaciones gráficas en forma de óleos, grabados, grabados coloreados y estampas.

La importancia económica de la ciudad hizo que numerosos artistas se ocuparan de documentar el hecho durante y después de su ocurrencia, indica José Sellés Martínez, Académico de Número de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

La obra de Nicolás André Monsiau, realizada en 1819 y titulada “La dedicación de Monseñor de Belsunce durante la peste de Marsella de 1720”, que se exhibe en el Museo Nacional del Palacio de Versalles, muestra al obispo de la ciudad ayudando a la población refugiada en los campamentos para huir del foco de la infección.

En esta obra yace un niño ya muerto sobre las piernas de su madre moribunda, a quién el obispo da la extremaunción.

Juan Manuel Blanes

Reportero de la tragedia

En “Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires”, el pintor uruguayo Juan Manuel Blanes personaliza en la imagen de una pequeña familia la tragedia de la peste que en el siglo 19 azotó a Argentina.

Un pequeño niño junto a su madre caída sin vida en el suelo de la habitación, los médicos asombrados y conmovidos en la puerta dirigen la mirada a la mujer y su hijo sin percatarse aún que tras la puerta, en la semipenumbra de la habitación, el padre de la criatura también yace muerto, describe el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, donde se encuentra esta pieza.

“Juan Manuel Blanes fue a su modo un reportero de su tiempo”, dice el sitio.
Gracias a un parte policiaco se sabe que la mujer en el piso era italiana, se llamaba Ana Brisitiani. Poco tiempo después de ser pintados por Blanes, el abogado Roque Pérez y el médico Dr Manuel Argerich, quienes se ven entrando a la habitación, fueron  también víctimas de la enfermedad.

Keith Haring

En lucha contra el vih

Con su mural “Todos juntos podemos parar el sida”, el estadounidense Keith Haring irrumpió no sólo en la escena catalana del arte urbano, sino también en el movimiento social por el vih sida, la pandemia de finales del siglo 20.

Nacido en 1958, el neoyorquino escogió la calle más deprimida de lo que por entonces en Barcelona todavía se llamaba Barrio Chino (la leyenda dice que contó las jeringuillas que había por el suelo y donde más encontró, ahí se quedó) para pintar el mural con un mensaje activista.

Esta obra marcó un antes y un después en la lucha contra el vih en España, indica el sitio del Instituto de Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Con un estilo figurativo en el que destacan los trazos anchos y negros para resaltar las figuras, la murales de Haring concentran sus íconos habituales: los niños, la vida, el sexo, la muerte y, en los últimos años, la lucha contra el sida.

Francisco de Goya

Abandono en la enfermedad

Francisco de Goya y Lucientes crea a finales del siglo 18 “Corral de apestados”, lienzo de pequeño tamaño que ilustra los horrores de un grupo de enfermos en el cavernoso y frío interior de un hospital, donde la gente muere y sufre en masa a causa de una epidemia.

“Hombres, mujeres y niños muertos o moribundos, apilados y amontonados en la abovedada sala son víctimas de la soledad y del más triste de los abandonos”, indica el sitio de la Fundación Io, encargada de desarrollos de salud global.
Con una tenue luz dorada que penetra el espacio a través de un ventanal, el pintor español contrasta las penumbras del estrés de la escena, en la que algunos de los enfermos tratan de ayudar a los más graves y a punto de morir, dándoles medicina y cuidándoles.

Edvard Munch

Un sobreviviente

Tal vez la epidemia en la que hoy el mundo se refleja más es la que ocurrió en 1918. Conocida como la “gripe española”, se calcula que mató a 50 millones de personas. 

Nacido en 1863, el pintor noruego Edvard Munch padeció el contagio de esta enfermedad, sobrevivió a ella, y la plasmó en sus colores difuminados en simbolismos.

Aunque la más conocida es el “Autorretrato con fiebre española”, en el que el pintor se encuentra convaleciente en su propia cuarentena, reposando a un lado de su cama, en realidad son dos las pinturas ligadas a este momento en la vida de Munch, señala el diario El País en su artículo “El arte y la enfermedad, un retrato a lo largo del tiempo”.

En una segunda obra, “Autorretrato después de la fiebre española”, el creador refleja su recuperación, con ropa formal y un poco más de cabello. Ambas fueron pintadas en 1919.

Códice Florentino

Virus letal

Conocido como el Códice Florentino, por estar bajo resguardo en la Biblioteca Laurenciana, en Florencia, Italia, la Historia general de las cosas de Nueva España es una obra en español y náhuatl sobre la gente y la cultura del centro de México compilada por el misionero franciscano Bernardino de Sahagún.

A fines de marzo de 1520, la flota a cargo de Pánfilo de Narváez llegó a México por el Mar Caribe. En ese barco viajaba también un pasajero que habría de provocar una pandemia mortífera en Mesoamérica: el virus de la viruela, relata en su sitio el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.

“Esta enfermedad que ya había diezmado a la población de las islas del Caribe, afectaba mucho más a los indígenas -carentes de defensas y anticuerpos contra esa enfermedad desconocida para ellos- que a los europeos y africanos que ya habían sido expuestos antes a está dolencia tan contagiosa”.

En unos meses, antes del fin de 1520, habría de contagiar a varios cientos de miles de habitantes.

La letalidad de la enfermedad se registró en una de las más de mil ilustraciones que forman parte del Códice, esencial para entender la realidad del mundo indígena del altiplano mexicano