Cortesía: Octavio Aburto

A finales de la década de 1970, el “Calypso” navegó por del Golfo de California. A bordo de este barco destructor de minas marinas convertido en buque de investigación se encontraba Jacques Cousteau, un explorador francés conocido por crear documentales acerca del océano.

Comenzó a llamarlo “el acuario del mundo” porque en sus aguas es posible apreciar animales tan emblemáticos como la ballena azul, el tiburón ballena y varias especies de tortugas marinas.

Ahora el calentamiento del mar y la sobrepesca amenazan tanto a los organismos residentes de ese sitio que científicos piden evitar nombrarlo como Cousteau lo hacía para concientizar a la población sobre la urgencia de protegerlo.

‘El acuario del mundo ya no existe’

Desde 1998, científicos se reúnen bajo el liderazgo de la Institución Scripps de Oceanografía (SIO, por sus siglas en inglés) para monitorear los arrecifes rocosos del Golfo de California.

A diferencia de los del Caribe mexicano, que son coralinos, los californianos poseen rocas como estructura principal cubierta por abanicos de mar y corales, explica Octavio Aburto, profesor e investigador del SIO en Estados Unidos.

Tras visitar cerca de 150 arrecifes en la expedición más reciente emprendida de septiembre a octubre del año pasado, una de las conclusiones compartidas por el especialista en el Foro Mar de Cortés Summit 2023 es que cada vez está más vacío este espacio de mil 126 kilómetros de largo.

Sólo áreas salvaguardadas por pobladores locales, como Cabo Pulmo, están prosperando: en los primeros 10 años tras convertirse en Parque Nacional fue posible recuperar el 436 por ciento de biomasa de peces, apunta dataMares. El resto de lugares cada vez están más vacíos.

Peligra por calentamiento

Una de las principales amenazas para el Golfo de California es el calentamiento del agua. Aburto lo ejemplifica con el caso de Los Islotes, un sitio donde es posible ver peces burritos e incluso a madres cuidando a sus lobitos marinos.

La temperatura más superficial del líquido rondaba los 30 grados centígrados cuando el oceanógrafo se lanzó a bucear ahí. Conforme más se desciende el termómetro debería marcar menores cifras, pero no fue así.

“Los Islotes (es) un muerto viviente. No hay pulso. Desde la superficie hasta 35 metros de profundidad (se registró) la misma temperatura y había sitios en los que hasta 40 metros de profundidad logramos marcar 30 grados”, relató.

Aburto precisó que la temperatura promedio del Golfo de California aumentó un grado centígrado en tres décadas. Como consecuencia, los arrecifes están perdiendo tridimensionalidad, es decir, su capacidad para albergar crustáceos, moluscos, peces y otras especies. Por lo tanto, son menos productivos en términos de pesca.

“Pareciera poco, pero nada más acuérdense de que cuando nos da calentura, con tan sólo dos grados (adicionales) nuestro sistema truena”, advirtió.

Los investigadores también apreciaron más blanqueamiento de coral y espacios vacíos ocupados anteriormente por tales organismos. Sin corales, son ideales para el crecimiento de bacterias, que podrían aniquilar a los arrecifes más débiles.

Otra consecuencia es la tropicalización de especies. Se refiere al movimiento de animales acostumbrados a aguas cálidas o templadas del sur hacia el norte.

Animales que a principios de la década del 2010 se observaban en Cabo San Lucas, en Baja California Sur, ahora son detectados en arrecifes más norteños, señala una publicación en Mares Mexicanos.

Urge protección contra extracción

La sobrepesca es otra de las mayores amenazas para el Golfo de California, pues pese a la existencia de Áreas Naturales Protegidas (ANPs) en la zona, Aburto advierte que aún se permiten las actividades pesqueras.

“Tenemos que dejar a los ecosistemas y a los arrecifes sin ninguna actividad extractiva. Quiere decir que tenemos que dejar áreas en el mar y en la tierra, donde (…) nadie puede extraerles un pez ni tumbar un árbol. Tienen que funcionar como ecosistemas prístinos”, resaltó.

Fuentes: dataMares, Mares Mexicanos, Ocean Futures Society y Semarnat
Edición: Tonatiúh Rubín
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