
Virus como el causante del Covid-19 no pueden ser estudiados en laboratorios comunes, pues requieren ambientes de máxima seguridad que brindan aquellos con bioseguridad de nivel 3 (BSL3, por sus siglas en inglés).
En México existen universidades que cuentan con este tipo de instalaciones donde se trabaja con agentes capaces de causar infecciones graves y potencialmente letales. En estos espacios no sólo se investigan virus, sino otros microorganismos, como bacterias.
“El peligro está porque estamos trabajando con agentes de cierta peligrosidad que vienen del ambiente. Lo que hacemos con el edificio, los protocolos, los procedimientos y la trazabilidad de las muestras es bajar al mínimo posible o a cero nuestro riesgo”, sostiene Ma. Isabel Salazar, responsable técnica del Laboratorio Nacional de Vacunología y Virus Tropicales (LNVyVT), ubicado en el IPN.
BSL3 es el penúltimo grado de bioseguridad, conocido como nivel de contención. Sólo personal altamente calificado puede ingresar a uno de estos laboratorios. Los estudiantes se involucran mediante proyectos de investigación, pero por su propia seguridad tienen restringido el acceso.
“Una médico pasante se dedicó a la determinación de variantes (del SARS-CoV-2) a partir de la parte no infecciosa. Dentro del Laboratorio BSL3 se procesó la parte infecciosa y ella todo lo demás. Es decir, no necesariamente tienes que estar entrando para hacer investigación”, explica Soraya Mendoza Olazarán, encargada del Laboratorio de Bioseguridad Nivel III de la Universidad de Monterrey (UDEM).
Listos para emergencias


A un laboratorio BSL3 lo componen sus instalaciones, manuales y procedimientos. Cada cierto tiempo se deben reportar sus actividades a autoridades estatales y nacionales para mantener vigentes sus permisos de operación.
Quienes tienen autorización de ingreso superaron pruebas psicométricas, de integridad, honestidad y confiabilidad, detalla Mendoza, académica de la Escuela de Medicina de la UDEM. También deben aprobar capacitaciones teóricas y prácticas, y contar con esquemas completos de vacunación contra los agentes infecciosos del recinto.
Deben usar equipo de protección personal, monitorear que la presión sea negativa para evitar la salida de cualquier patógeno y mantener máxima concentración durante las cuatro o seis horas que permanezcan en el interior. No pueden comer, ir al sanitario ni revisar sus teléfonos.
“Vencer el cansancio y la incomodidad es el mayor reto. Dentro de la cabina (de manipulación de patógenos) no puedes recargar los brazos y los bancos no son cómodos porque no tienen ningún recubrimiento acolchonado. Es completamente liso por bioseguridad”, ahonda Mendoza.
Adentro están vigilados permanentemente con cámaras de seguridad, el aire se filtra constantemente y un sistema de alarma está listo ante cualquier eventualidad.
“Te tienes que poner en el peor escenario y estar preparada para evitar que se escapen (los microorganismos)”, destaca Salazar, investigadora de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas (ENCB) del Politécnico Nacional.

Perfiles afines
Profesionistas interesados en trabajar en este tipo de laboratorios pueden contar con experiencia en el área biomédica o sanitaria, según Mendoza y Salazar. Por ejemplo:
- Enfermería
- Ingeniería Biomédica
- Médico Cirujano
- Microbiología
- Nutrición
- Odontología
- Químico Parasitólogo Biólogo
- Químico Clínico Biólogo
Velan por la salud


Un objetivo del LNVyVT es desarrollar vectores virales, es decir, versiones modificadas de virus que utilizan las vacunas para dar instrucciones a las células. Un ejemplo de su uso es la vacuna contra Covid-19 de Johnson & Johnson.
A futuro, Salazar espera realizar pruebas preclínicas, colaborar en programas de vigilancia de virus y en seguimiento de vacunas aplicadas a personas. También busca contribuir a la formación de estudiantes en los nuevos posgrados en Ciencia y Tecnología de Vacunas y Bioterapéuticos.
“La idea es formar tecnólogos, gente que una vez terminada su preparación se pueda insertar con relativa rapidez a la cadena de producción de vacunas y otros terapéuticos”, precisa.
Ambas especialistas subrayan que sus laboratorios no modifican patógenos, pues están enfocados en salvaguardar la salud, no en generar agentes virulentos.
El de la UDEM, por ejemplo, comenzó a realizar pruebas PCR a principios de la pandemia del Covid-19 y ahora lleva a cabo vigilancia epidemiológica del virus SARS-CoV-2 para determinar el comportamiento de sus variantes y los cambios genéticos de dicho microorganismo.
Asimismo, se espera que obtenga permiso para cultivar el virus, es decir, permitir que crezca en un ambiente controlado para probar medicamentos y desinfectantes, comenta Mendoza.
“Los patógenos viven con y dentro de nosotros. Entender lo que sucede alrededor de nosotros es importante para reponernos de una infección y, sobre todo, para evitarla”, enfatiza.

Bajo la lupa
Salazar comparte que este tipo de laboratorios suelen examinar enfermedades de zonas tropicales, entre ellas:
- Chikungunya
- Dengue
- Tuberculosis
- Zika