DEPORTE Y

AUTISMO

Con un total de 28 medallas olímpicas, el nadador estadounidense Michael Phelps es uno de los atletas más condecorados de todos los tiempos, pero detrás de su éxito hay una historia de muchos matices emocionales.

Desde su infancia, a Phelps se le diagnosticó con un Trastorno del Neurodesarrollo que lo limitó a la hora de concentrarse y realizar actividades.

Uno de los Transtornos del Neurodesarrollo es el autismo, que aunque no hay una causa específica para su desarrollo, actualmente se considera que su origen incluye factores genéticos, ambientales y la interacción entre ambos.

“El Trastorno del Espectro Autista (TEA) se refiere a un conjunto de enfermedades propias del neurodesarrollo, que se caracterizan por dificultades en dos áreas: la comunicación e interacción social; y un patrón de intereses o actividades restringido y repetitivo.

“Si bien es óptimo que el diagnóstico se realice alrededor de los 3 o 4 años, se pueden observar signos desde los primeros 2 años de vida. Es común observar durante el primer año retraso en el desarrollo del lenguaje acompañado de falta de interés social (sonrisa social, atención conjunta, entre otras). Para el segundo año, las conductas repetitivas y la ausencia de juegos en los que representen otros roles (por ejemplo, jugar a ser maestro o doctor) se hacen más evidentes”, explica la neuropsicóloga Alejandra Estefanía Hernández, especialista en intervención clínica de niños y adolescentes.

Al igual que Phelps, muchas de las personas que padecen TEA encuentran en el deporte una forma de expresarse, además, aclara la especialista, fortalecen sus habilidades locomotoras, de fuerza, resistencia muscular y coordinación; y muestran mejorías en el funcionamiento social.

“Además de los síntomas centrales y característicos, los TEA pueden presentar otras manifestaciones asociadas, entre ellas alteraciones motoras tales como coordinación deficiente, hipotonía, alteraciones de la marcha, en la postura, entre otras; por lo que la investigación ha sido consistente al referir que las personas que padecen de este trastorno suelen beneficiarse de actividades deportivas estructuradas, programadas y correctamente dirigidas.

“Respecto al funcionamiento social es importante mencionar que este se verá favorecido sobre todo ante la participación en deportes en equipo, sin embargo, no todos los deportes en equipo son recomendados para esta población debido a que pueden causar efectos negativos”, comenta.

Las actividades deportivas recomendadas son aquellas que, si bien son en equipo, el desempeño es individual, además de que deben contar con pocas reglas que sean sencillas y repetitivas, como en la natación, el atletismo o los bolos.

“Los deportes de equipo, como el futbol, basquetbol y futbol americano, podrían resultar complejos e incluso adversos para las personas con TEA; ya que en la mayoría de estos se requiere de habilidades de comunicación verbal y no verbal; por ejemplo, se utilizan frases como ‘estoy abierto’, ‘es mío’, o se hace uso de claves para planear jugadas, así como de señas, miradas, gesticulaciones, entre otras; todo lo cual podría resultar complejo de comprender para las personas con TEA.

“Además, los objetivos principales en estos deportes (meter gol/ anotar canastas) son cambiantes dependiendo las circunstancias. Las personas con TEA suelen ser inflexibles, por lo que los entornos cambiantes podrían ocasionarles dificultades para comprender y adaptarse al nuevo objetivo (mantener ventaja en marcador/hacer tiempo, entre otras)”, finaliza.

CONÓCELA

Alejandra Estefanía Hernández Martínez
Licenciada en Psicología, UNAM
Especialidad en Intervención Clínica de Niños y Adolescentes, UNAM
Maestría en Neuropsicología Clínica, UNAM
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