A finales de los años 50 y principios de los 60, atraer la mirada de los estadounidenses hacia un coche francés no era tarea fácil. Era la época de oro del diseño americano y los franceses… bueno, siempre han sido particulares con sus diseños.

Pero una estrategia fue especialmente exitosa. Una que involucraba un convertible y otra escultural creación francesa: la actriz Brigitte Bardot.

A finales de los 50 todos querían vender en el mercado estadounidense. A algunas marcas como Volkswagen y Mercedes-Benz les había ido bien y aprovechaban lo que toda una generación de estadounidenses habían visto en Europa y, de alguna forma, querían recrear en casa.

Renault también deseaba un pedazo del pastel con el Dauphine, pero hacía falta algo un poco más atractivo y entretenido: un cabriolet. O de menos así se los hizo saber Wendelle Jarrard, el principal distribuidor de la marca en Estados Unidos, a Pierre Dreyfus, director general de la marca, en una de sus visitas a Florida.

Fernand Picard, el director de diseño, le acompañaba durante la visita y pronto después de la reunión con Jarrard tenía ya los primeros bocetos. Los diseños fueron realizados por Carrozzeria Ghia; específicamente de la mano de Pietro Frua, que recientemente había vendido su compañía al carrocero de Turín y ya trabajaba en la misma.

El nombre del coche fue inicialmente Floride en honor al estado americano de donde salió la idea. Pero pronto cambió a Caravelle, un nombre que tiene su origen en el primer avión de producción comercial de Francia, una importante creación, aunque evidentemente menos que la Sra. Bardot.

Aunque el Caravelle era un auto bello no logró cautivar a Bardot, cuya imagen fue usada para promocionar el auto, pero en realidad era la dueña de un vehículo con mucho más mundo: un Rolls-Royce Silver Cloud II de 1962.

Los franceses idearon el coche como cabriolet pensando en el mercado estadounidense, pero también habría una versión convertible que traería un techo rígido y una versión coupé. Estas dos pensadas más para los gustos europeos.

La motorización era muy similar a la del Dauphine. En las versiones más potentes el motor era un cuatro cilindros de 1.1 litros de desplazamiento y con una transmisión manual de cuatro velocidades. Era una configuración de motor trasero y tracción trasera, algo que si bien no era común en la época, tampoco era tan extraño. El Volkswagen Beetle ya era bien conocido y General Motors lanzaba por la misma época el polémico Corvair.

Para finales de los 60, las ventas del Caravelle fueron decayendo. Su producción terminó en 1968. Pero su introducción fue la puerta que permitió a este lado del mundo apreciar con claridad la belleza francesa.

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