April Nobile/AntWeb.org, Eric A. Lazo-Wasem/Yale University Peabody Museum y Mr.checker/Wikimedia Commons

Criaturas hambrientas de cerebros no son las que aterrorizan a los animales, sino seres capaces de convertirlos en muertos vivientes.

Coloquialmente son llamados zombis aquellos ejemplares bajo el control de parásitos. Sin embargo, no buscan comerse a otros miembros de su especie, como ocurre con los personajes de ficción, sino que son manipulados por los invasores para que puedan transmitirse a nuevos huéspedes.

Los siguientes son cinco casos de este tipo de “zombificación”. Si quieres conocer otros, consulta Muertos vivientes: 5 animales y plantas zombis.

1

Hormigas rojas europeas

Formica polyctena

Una hormiga junto con una cápsula de parásitos en su abdomen. Foto: Simone Nordstrand Gasque

Una especie de hormiga roja europea de la madera (Formica polyctena) disfruta comer el moco que los caracoles expulsan al toser. Sin saberlo, su destino puede quedar sellado si ese alimento está infectado con larvas del parásito conocido como duela pequeña del hígado (Dicrocoelium dendriticum).

Cientos de esos organismos invaden el cuerpo de la hormiga, pero sólo uno llega al cerebro para “secuestrarlo”. El resto se dirige al abdomen, donde se envuelve en una cápsula para protegerse de los ácidos estomacales.

La hormiga es obligada a clavar sus mandíbulas en partes altas de pasto en espera de ser devorada por animales más grandes, como ovejas, venados o vacas, pues los invasores buscan alcanzar un hígado para alimentarse. Tanto el insecto huésped como el parásito del cerebro mueren.

2

Anfípodos

Orchestia grillus

Los anfípodos naranjas atraen la atención de depredadores. Foto: David Johnson

Gracias a su coloración café grisácea, unos pequeños crustáceos similares a camarones llamados anfípodos (Orchestia grillus) pasan desapercibidos en las marismas salinas donde viven, pero al ser infectados por una especie de trematodo (Levinseniella byrdi) se tornan en “zombis neones”.

Generalmente se ocultan debajo de vegetación. Sin embargo, cuando son presas de tal parásito se mueven a áreas expuestas, pierden su tendencia a huir en busca de cobertura y su color se vuelve anaranjado brillante. Científicos tienen la hipótesis de que por eso son más depredados.

Según los investigadores, este tipo de “manipulación zombi” permite a los invasores pasar de un huésped a otro más grande para reproducirse y propagar a su propia especie.

3

Moscas de la fruta

Drosophila melanogaster

Una mosca de la fruta con evidencia de crecimiento micótico. Foto: Carolyn Elya

Las moscas de la fruta (Drosophila melanogaster) pueden terminar como “moscas zombis” si quedan a merced de un hongo titiritero de nombre Entomophthora muscae porque “secuestra” el sistema nervioso de estos insectos volares.

Antes del atardecer de su último día de vida, el huésped escala a una posición alta, extiende su trompa hacia una superficie donde queda adherida tras expulsar una gota pegajosa. Por último, abre sus alas y espera a morir.

Subir a las alturas es importante porque es una posición ventajosa para el parásito, pues forma una estructura que atraviesa la piel del animal infectado y dispara esporas al medio ambiente útiles sólo por algunas horas.

4

Grillos de bosque

Nemobius sylvestris

Un gusano pelo de caballo saliendo de un grillo. Foto: S. Cochran/University of Nebraska-Lincoln

Si un grillo de bosque (Nemobius sylvestris) pudiera responder a la pregunta de cuál es su pesadilla, algunos científicos creen que su respuesta sería el nematomorfo o gusano pelo de caballo Paragordius tricuspidatus.

Los huevos de dicho parásito están en cuerpos de agua donde infectan a larvas de mosquitos y caracoles con la esperanza de que sean comidos por un grillo. Si eso sucede, el invasor comienza a comerse vivo a su huésped desde las entrañas, pero no lo mata porque necesita que lo lleve al agua.

Tras obligar al insecto a deambular sin pensar hasta que encuentre agua, hace que se zambulla a pesar de que no es un buen nadador. Una vez ahí, sale del cuerpo para reproducirse, liberar huevos e infectar a otros animales. Lo mismo ocurre con otras especies de grillos y saltamontes.

5

Cigarras del faraón

Magicicada septendecim

Una cigarra del faraón macho con sus genitales infectados por un hongo. Foto: Angie Macias/WVU

A decir de algunos científicos, lo que ocurre con el hongo Massospora cicadina podría relatarse en una película de terror de serie B. Para empezar, infecta a ejemplares machos de cigarras del faraón (Magicicada septendecim).

Sus esporas se alojan en los genitales, trasero y abdomen del huésped, reemplazando esas partes con esporas listas para pasar a otro individuo. ¿Cómo? Los machos son forzados a mover sus alas como si fueran hembras.

Así atraen a otros machos interesados en aparearse. Esencialmente, dicen los expertos, se convierten en trampas para los demás. El parásito también los mantiene despiertos para tener mayores oportunidades de transmisión.

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