Cada primavera, en el País del Sol Naciente, los cerezos en flor se encargan de recordar que tanto la vida como la belleza son pasajeras. Así que dicha temporada, el hanami -como le llaman los japoneses al acto de observar y gozar de la efímera floración- es el gran pretexto para disfrutar de los días al aire libre y es también una poderosa razón por la que miles de viajeros se desplazan año con año a este país insular de la Asia Oriental.
Justo cuando en diversos rincones de Japón los cerezos se visten con ese ropaje que se debate entre un hipnotizante rosado y un finísimo blanco, se desarrolla una delicada tradición debajo de sus ramas. Sucede que más que un simple espectáculo floral, el hanami es un esperado encuentro con la naturaleza y una manera de reconocer la transitoriedad de la vida.
Por ello, durante los meses de febrero, marzo y abril, los habitantes suelen reunirse bajo los cerezos en flor o sakura para admirar su belleza y en algunos sitios extienden mantas, se descalzan y organizan delicados almuerzos. Parejas, familias, amigos y turistas admirando las floridas estampas son la constante tanto a lo largo de algunos ríos como en importantes templos y parques.
En la vibrante Tokio, por ejemplo, el Parque Ueno y el río Meguro son sitios idóneos para unirse a actividades culturales y recreativas. Por su parte, la ciudad de Hirosaki, ubicada en la prefectura de Aomori, es conocida por albergar uno de los festivales de sakura más espectaculares del país. De hecho, el Parque Hirosaki se convierte en un destino clave durante la temporada.
Se dice que los agricultores de esta zona -famosos por su producción de manzanas han aplicado su técnica de poda a los cerezos, logrando que estos últimos florezcan más de lo habitual.


El Festival de Sakura de Hirosaki, celebrado a finales de abril, ofrece una experiencia única que combina historia, naturaleza y tradición. Además, los visitantes pueden probar especialidades como el yakisoba y el takoyaki. Y durante la noche, los cerezos iluminados reflejan su esplendor sobre los fosos del parque, creando un paisaje como sacado del más surrealista de los sueños.
En la histórica ciudad de Kioto, famosa por sus templos y jardines, el Castillo de Nijo destaca como uno de los mejores lugares para disfrutar de este espectáculo de la naturaleza. Este sitio, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, no sólo cautiva por su arquitectura y jardines, sino también por su impresionante colección de cerezos de más de 50 especies.
El Festival de Sakura del Castillo de Nijo, que comienza a mediados de marzo y se extiende durante un mes, es un evento que combina cultura y naturaleza. Por último, el Castillo de Himeji -conocido como el “Castillo del Garza Blanca” y ubicado en la homónima ciudad de Himeji- es otro de los sitios icónicos para pasear por los serpenteantes senderos, admirar la arquitectura y tomar fotografías.
Cada región tiene su propio toque, es cierto, pero la constante es que la floración encarna la filosofía japonesa Wabi-sabi, que celebra lo imperfecto e invita a vivir el momento presente, a reconocer la belleza en la impermanencia y a aceptar el ciclo natural de crecimiento, decadencia y muerte, tal como lo hace el sakura cada primavera.


Para saber
La llegada de las flores es celebrada en jardines y parques japoneses. Amigos y familiares suelen extender mantas bajo los árboles, se descalzan y se sientan para compartir delicias como sushi, tempura y otros bocados en bentos preparados para la ocasión.
A veces, los lugareños llegan a vestir los tradicionales kimonos y los visitantes, especialmente las quinceañeras, van a los sitios donde es posible rentarlos para vestir a tono y tomar las mil y un fotos del recuerdo.
Generalmente, las flores comienzan a caer una semana después de alcanzar su máximo esplendor. Algunos japoneses consideran que justo éste es el momento más hermoso del sakura, cuando los delicados pétalos rosados y blancos emprenden su delicado y último vuelo hacia la tierra.
Más inspiración en: www.japan.travel/en/au/experience/cherry-blossoms/
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