Cada 20 de noviembre recordamos el inicio de la Revolución Mexicana, un movimiento que no solo cambió la historia, sino también la cocina de nuestro País. Las mujeres (soldaderas), protagonistas incansables, eran las encargadas de preparar los guisos que no solo alimentaban a las tropas, sino que también forjaban una identidad única.

 De acuerdo con investigaciones de Larousse Cocina este periodo ayudó a que las personas sacaran su creatividad en la gastronomía.

 “La Revolución Mexicana fue un periodo crítico para las actividades comerciales, agrícolas y ganaderas. En el ámbito culinario, abrió paso a la creatividad como respuesta a la escasez de alimentos y la difícil transportación de insumos comestibles”, detallan.

 En esos años, la comida se convirtió en símbolo de resistencia y adaptación, reflejando la lucha y el ingenio de quienes cocinaban con lo poco que había a su alcance. Además, el papel de las soldaderas fue fundamental en la historia culinaria de este periodo. 

En el texto “La Revolución Mexicana como Precursora de los Movimientos Sociales de la Ciudad de México”, se menciona cómo estas mujeres “iban cargando a los niños, cazuelas para hacer los frijoles y comales para las tortillas”. 

No solo se encargaban de preparar alimentos para los soldados, sino que también cuidaban a sus hijos, curaban heridos, e incluso ayudaban a saquear pequeñas poblaciones en busca de víveres, demostrando, de esta manera, su gran valentía. 

Los registros históricos detallan que los soldados se alimentaban de lo que la tierra ofrecía: maíz, frijol, quelite, chile, nopales y, para beber, recurrían a jícaras de pulque o un trago de aguardiente. Estos alimentos básicos les brindaban energía para seguir adelante en medio de las batallas, mientras que la creatividad de la cocina permitía transformar estos ingredientes sencillos en platillos deliciosos llenos de sabor y significado.

Mole de Olla

Preferido de Emiliano Zapata

Entre las fogatas y los campamentos de la Revolución Mexicana, había un platillo que conquistaba el estómago del legendario Emiliano Zapata: el mole de olla con bolitas de masa. También le gustaba la salsa con jumiles. Las crónicas históricas, agregan que también tomaba café, atoles de ciruela y fumaba puros de La Habana.

Malteada de fresa

Favorita de Pancho Villa

Paco Ignacio Taibo II, en su libro “Una biografía Narrativa”, dice que le encantaban las malteadas y las palanquetas de cacahuate.

“Pancho Villa apenas probó el alcohol en toda su vida, condenó a muerte a sus oficiales borrachos, destruyó garrafas de alcohol en las ciudades que tomó, le gustaban las malteadas de fresa, las palanquetas de cacahuate, el queso asadero y la carne cocinada a la lumbre hasta que quedara como ‘suela de zapato’”, afirman.

Historia viva

La Ópera, cantina inaugurada en 1895, fue el primer punto de encuentro de la élite porfiriana. Con la Revolución atrajo a nuevos visitantes, incluyendo a Pancho Villa, quien dejó una bala incrustada en el techo de este lugar.

¿Sabías que?

Durante la Revolución Mexicana en nuestro País, las mujeres, conocidas como “adelitas”, fueron esenciales como cocineras y enfermeras, entre otras actividades. Adela Velarde Pérez fue la primera en unirse al movimiento, inspirando a muchas otras en apoyar la causa.

Información: Marichuy Garduño

Diseño: Fernanda Téllez

Fotos: Canva
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