A través del contacto primigenio con la comida una sociedad integra a los bebés a sus fórmulas. Es un entrenamiento en alimentación, sabores y saciedad, documenta Bee Wilson en “First Bite: How We Learn to Eat”. 

“De todas las opciones disponibles para nosotros como omnívoros, debemos averiguar qué alimentos son agradables, adorables, desagradables. A partir de estas preferencias, creamos nuestro propio patrón de alimentación, como una firma.

“A medida que tomamos nuestros primeros bocados, nuestros padres nos brindan simultáneamente naturaleza (genes) y nutrición (en su sentido más amplio, desde la cocina hasta la dinámica familiar, la religión, los modales en la mesa, la ética de la carne…)”, detalla la autora.

JAPÓN

Respeto, conciencia sobre el desperdicio, unión familiar y gratitud por la comida definen el primer contacto de los bebés nipones con los alimentos sólidos.

“En Japón, comer es comunidad y los bebés nunca comen solos. Los padres no sólo los integran a la mesa familiar, también les dan los mismos alimentos, menos sazonados, por eso casi nunca vemos menús para niños en los restaurantes”, describe Christine Gross-Loh en “Parenting Without Borders: Surprising Lessons Parents Around the World Can Teach Us”.

La sopa miso con bonito (también llamado atún blanco) es cotidiana en esas primeras cucharadas, así como el arroz, el pescado cocido y las verduras estacionales.

“La idea es presentar a los bebés una amplia variedad de sabores y texturas, incitarlos a sentir gratitud por los alimentos que los nutren. Para los japoneses las comidas agradables ayudarán al corazón de un niño a crecer en abundancia”, afirma la autora.

SUECIA

“La alimentación de los bebés en Suecia trata sobre todo de fomentar autonomía, se transmite a los niños mucha sabiduría sobre cómo tomar buenas decisiones.

“En la guardería, incluso a los niños pequeños se les dan opciones de panes, carnes, quesos y verduras para que ensamblen sus propios sándwiches. Elección y responsabilidad propia ante todo”, sostiene Christine.

Pequeñas porciones de eso mismo que los adultos llevan a su plato y modales en la mesa marcan la etapa de entrenamiento gustativo.

“Enseñar a los pequeños cómo sentarse correctamente en la mesa es importante. Los niños no comienzan a comer hasta que todos estén sentados y se les anima a permanecer en la mesa hasta que todos hayan terminado. La nutrición es importante, pero la moderación y el placer a través de la comida también”, agrega la periodista.

En la tradición sueca los niños compran dulces el sábado por la mañana para disfrutarlos más tarde ese día, pero culturalmente no es común pensar en comer dulces otro día de la semana.

COREA DEL SUR

“El principio más importante en Corea es comer juntos, siempre que sea posible, al estilo familiar: una mesa coreana es hermosa, con muchos platos pequeños, cada uno lleno con su propia comida.

“Después de la cena, es una tradición comer un abundante plato de frutas: melón coreano, sandía, manzanas, peras o persimonios. Para los coreanos la comida es una expresión de amor y cuidado”, relata Christine.

Se ofrecen a los paladares primerizos bocadillos simples: mazorcas de elote, papa asada, tortitas de arroz bañadas en salsa de soya, puré de papa con mantequilla y leche. Las verduras frescas, en conserva y fermentadas que acompañan cotidianamente los alimentos son presentadas con menos condimentos.

“La comida coreana está repleta de sabor a ajo, pimiento rojo, soya y aceite de sésamo. Empezaron a darles kimchi lavado con un poco de agua a los bebés. Así quedan algunas especias, las suficientes para que un pequeño se acostumbre a la comida picante”, puntualiza Gross-Loh.

FRANCIA

Encontrar placer en la comida es la premisa que la sociedad gala inculca a sus nuevos integrantes.

“Los padres franceses creen que enseñar a sus hijos a comer es tan importante como enseñarles a leer”, enfatiza Karen Le Billon en “French Kids Eat Everything”.

“Se trata de socializar, aprender a compartir y conocer la cultura nacional a través de la comida. La jornada laboral francesa se adapta a comidas tranquilas”.

La autora, maestra y madre documenta que la educación alimentaria es obligatoria y para enfatizarlo menciona los almuerzos que se sirven a seis millones de niños en las escuelas públicas. Un menú típico para preescolares incluye ensalada de rábano con vinagreta y aceitunas negras, gallina asada, verduras provenzales salteadas, queso Saint Pauline, flan de vainilla y waffles.

Con esas comidas saludables y balanceadas, los educadores buscan desarrollar el sentido del gusto, fomentar las buenas elecciones alimentarias lejos de tendencias, medios de comunicación y marketing. Pero, sobre todo, enseñar el “savoir vivre”, señala Le Billon.

para leer más

Algunas referencias bibliográficas para entender cómo se desarrolla el gusto
y encontrar formas diversas de inculcar la buena mesa en los más pequeños:

First Bite: How We Learn to Eat

Autora: Bee Wilson

La escritora gastronómica recopila investigaciones de psicólogos alimentarios, neurocientíficos y nutricionistas para descubrir cómo se moldean los hábitos alimentarios.

$168 en Gandhi

Parenting Without Borders: Surprising Lessons Parents Around the World Can Teach Us

Autora: Christine Gross-Loh

Una lectura que aborda cómo fomentan los padres del mundo la resiliencia, creatividad e independencia. A través de observar diferentes sociedades, la periodista pone en tela de juicio algunas creencias sobre la buena crianza.

$389 en Amazon

French Kids Eat Everything

Autora: Karen Le Billon

A través de la experiencia personal la autora enriquece los contenidos de este libro. Se trata de una inmersión a la cultura francesa y su habilidad para formar paladares aventureros y orgullosos de su identidad.

$312 en Amazon

Información: Nayeli Estrada
Fotos: iStock y Canva
Edición y diseño: Rodolfo G. Zubieta
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