ENTRE NECESIDAD Y RESISTENCIA

En el Centro Histórico, no sólo cambiaron los giros comerciales y lo que antes eran tiendas tradicionales se volvieron bodegas de artículos chinos; también lo hizo la dinámica, con un ejército de diableros que complica la movilidad y daña la infraestructura de la zona en la que se ha invertido por años.

DISPONIBLE MAÑANA 18 DE JUNIO

El desplazamiento de bodegas y comercios chinos ha sido tan rápido y demoledor en las calles del Centro Histórico, a un costado del Palacio Nacional, que José Santiago —impulsor durante años del rescate de la calle República de Chile, donde su familia ha tenido el negocio de vestidos de novias por décadas—, está por ser afectado.

La clientela ya no llega, las ganancias ya no alcanzan para cubrir sus gastos ni los del local y permanece en una calle que dejó de ser un atractivo turístico y de compradores, por lo que plantea que la única opción es ser uno más de los que han bajado la cortina y buscado otra forma de sustento… en otro sitio.

“Están destruyendo lo que acababan de construir en las calles del Centro. Destruyen el suelo, con tanta carga, los bolardos, los árboles y estorban. Un día, un domingo, no pudieron pasar ni los bomberos”, reprocha.

Según cifras del Gobierno de la Ciudad de México, hasta 2023 al menos se habían destinado unos 100 millones de pesos del erario para rehabilitar estas calles del Centro Histórico. Incluso plantearon que se requería un plan de repoblar y reimpulsar los negocios, sin que haya ocurrido.

“Si tú tratas de colocar una escalera al limpiar tu letrero te llevan pero los diablos. Puede haber 15 diableros, con cajas estorbando y las motos con diablos, sin casco, en sentido contrario, ahí están. No puedo entender cómo es posible que en el centro esté pasando esto”, lamenta el locatario.

El desplazamiento por personas de origen asiático que buscan a diario más locales para convertirlos en bodegas acecha a Santiago y ha expulsado a sus amigos y vecinos. Sus historias son similares.

Durante los últimos meses, personas que se presentan como abogados comenzaron a buscar a los propietarios de los locales para consultarles sobre la situación legal y los precios en los que rentan y venden en las calles aledañas al primer cuadro del Centro Histórico. Sobre esas cantidades ofrecen pagarles, al menos, el doble o triple, para poder ocuparlos como sitios donde guardar mercancías.

Comercios que eran rentados en 20 mil o 30 mil pesos al mes en 2023, en junio de 2024 se rentan para bodegas chinas en al menos 50 a 90 mil pesos, de acuerdo con locatarios.

Es así que quienes poseen los locales y reciben las ofertas de quienes quieren extender las bodegas de productos chinos incrementan el costo a sus arrendatarios y si no lo pueden pagar piden su desocupación para aceptar la mayor cantidad de dinero.

En la CDMX no existe una regulación en la renta y venta de propiedades y, al considerarse un asunto entre particulares, las autoridades evaden fijar mecanismos de control en los precios o de protección a quienes ocupan los inmuebles.

“Yo no culpo al que les renta o el que les vende, porque venimos de una pandemia, venimos de años de una economía restrictiva de subsistencia, pero era una economía local y todo eso fue desplazado por una economía ficticia, que surte al comercio ambulante y del Metro”, agrega Santiago.

TRABAJO EN LA INCERTIDUMBRE

Mary Gudiño perdió su empleo porque el local de ropa donde era vendedora cerró y ahora sirve para guardar cajas de plásticos, bolsos y juguetes chinos.

Tiene 58 años y llevaba 36 años empleada, hasta que sus jefes anunciaron que, al no poder pagar la renta que se triplicó, desaparecerían el negocio y ya no podían brindarles trabajo.

Recuerda que en 2023, de los 15 pequeños locales en la zona que llevaban más de 50 años con venta de ropa, accesorios y artesanías, 12 cerraron con menos de un mes de diferencia y sólo tres permanecieron durante tres meses más, periodo en el que padecieron porque la mercancía que llenaba las bodegas de piso a techo y presionaba las paredes y ocasionaba incertidumbre sobre su manejo y medidas de protección civil.

Tuvo que buscar trabajo en otra tienda cercana, pero teme que también ésta pronto cierre y de nuevo pierda su ingreso económico.

Gudiño es habitante de la Colonia Centro. Desde que tenía 3 años sus recuerdos de niña son de tiendas abarrotadas, atendidas por familias y luego por sus descendientes. Ahora camina con dificultad en las mismas calles, esquivando cargadores y cajas, frente a cortinas cerradas.

“Estoy triste, lo que ocurre es frustrante”, comparte.

“La época de oro fue hace 30 años, no nos dábamos abasto para atender a la gente, por eso fue creciendo el mercado y las tiendas porque venía ya mucha gente. Hoy no hay control sobre la renta, cada quien lo renta como quiere, también eso hizo que muchas tiendas cerraran y ahorita, la verdad, pues no vienen, la gente viene corriendo, vienen con miedo, vienen inseguros. Eso es lo que afecta”.

BODEGAS, CARGADORES Y RIESGOS

Algunas personas que conoció en locales de la zona, con empleos en mostrador o de ventas, lamenta, se fueron a la periferia porque no consiguieron un nuevo empleo y ahora están en labores de hogar o en la informalidad.

Otros que permanecen han buscado trabajo como acomodadores o cargadores en las bodegas por las que fueron desplazados.

“Mucha gente se queda sin trabajo. Con tristeza lo digo, a mis compatriotas que los agarran de burros de carga, porque desgraciadamente el Gobierno que tenemos no ha dado buenos estudios, no ha dado buenas oportunidades para estudiar y trabajar”, lamenta.

Ha presenciado malos tratos, desde gritos hasta cargas excesivas, riesgos y lesiones.

En la CDMX la ley desprotege a las personas que se dedican a ser cargadores. Aunque hay zonas donde su presencia es mayor, como en la Central de Abasto, la legislación no contempla salarios fijos, prestaciones, ni seguro médico.

Como a Mary y Santiago, a colonos les preocupa no sólo el desplazamiento de comercios por estas bodegas de productos chinos, sino también los riesgos que implican y las violaciones a la ley que ya han denunciado.

Explican que hay varias denuncias ante las autoridades, porque en edificios antiguos que ya son bodegas, como en República de Honduras, se observan construcciones de pisos adicionales ilegales porque superan la altura máxima permitida.

Sin embargo, con todo y que le han colocado sellos de suspensión, las edificaciones son concluidas y las bodegas aumentan, aparentemente sin los permisos necesarios.

Además, temen que los inmuebles no soporten la carga excesiva y que no cumplan con las medidas de protección civil necesarias por el manejo de los materiales de las mercancías, en caso de sismos o incendios.

También lamentan que el manejo de productos para ingresar y retirar de estas bodegas afecta la movilidad.

“Dejan ahí todo en la calle, en la banqueta, su basura, cuando uno llega en la noche ya pasas por montones de basura en los tráileres, ya no caben los carros, no puedes pasar. Tapan y les vale y a la autoridad no les interesa”, destaca Gudiño.

“Yo pediría al Gobierno de que tuviera más conciencia y de que no vengan al País… que no permiten que el País sea vendido, no puede ser posible que metan muchas cosas y nuestras empresas de gente mexicana está cerrando”, pide.

SAN JERÓNIMO 115: CON INGRESO EXCLUSIVO

Cielo y Tierra, en San Jerónimo 115, es el ejemplo más acabado del nuevo rostro del Centro Histórico. Un club controlado por ciudadanos de origen chino y con acceso limitado a personas de este País.

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