Guerra contra el terrorismo

La reacción más importante a los ataques fue el lanzamiento de la “guerra contra el terrorismo” emprendida por Estados Unidos contra la célula islamista Al-Qaeda, dirigida por Osama Bin Laden, que se adjudicó la autoría. Bajo esta bandera, el país invadió primero Afganistán —de donde acaba de salir en agosto pasado tras 20 años— e Irak en 2003 —a cuyo Gobierno acusó de tener armas de destrucción masiva y auxiliar a Al-Qaeda.

Periodistas como Jobby Warrick han documentado cómo la injerencia occidental en la región ayudó a impulsar el desarrollo del grupo terrorista autodenominado Estado Islámico, que ha perpetrado e inspirado ataques en varios países. Las consecuencias de esto continúan hasta la fecha. Tan sólo en los últimos 30 días se puede ligar al EI con un ataque en el Aeropuerto de Kabul que dejó alrededor de 200 muertos y un ataque a cuchillo en Nueva Zelanda que dejó seis heridos.

Viajes

Antes del 11 de septiembre, viajar en avión era muy diferente a lo que es ahora. Había un control de seguridad, pero no era ni de lejos tan intrusivo. No había largas filas de control. Los pasajeros y sus familiares podían caminar juntos hasta la puerta de embarque y posponer los abrazos de despedida hasta el último momento posible. En general, una experiencia en el aeropuerto significaba mucho menos estrés. 

Todo eso terminó cuando cuatro aviones secuestrados fueron estrellados contra las torres del World Trade Center, el Pentágono y un campo en Pensilvania. 

Dos meses después de los ataques, el presidente George W. Bush firmó una legislación que creó la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA, en inglés), una fuerza de inspectores federales de aeropuertos que reemplazó a las empresas privadas que las aerolíneas contrataban para manejar la seguridad. 

La ley requirió que todas las maletas facturadas fueran revisadas, que se reforzaran las puertas de la cabina y que se pusieran más agentes federales aéreos en los vuelos. 

Las medidas de seguridad evolucionaron con las nuevas amenazas, por lo que se pidió a los viajeros que se quitaran los cinturones y sacaran algunos artículos de las maletas para escanearlos. Cosas que claramente podían ser utilizada como armas, como las navajas que usaron los secuestradores del 11 de septiembre, fueron prohibidas.

Estos estándares se hicieron internacionales.

Privacidad y seguridad nacional

Tras los ataques hubo un cambio en el balance entre privacidad y seguridad con la publicación de la Ley Patriota (U.S. Patriot Act) que en 2001 dio autoridad al Gobierno para espiar a los estadounidenses.

Las revelaciones hechas por Edward Snowden, un contratista de la Agencia de Seguridad Nacional actualmente exiliado en Rusia, mostraron la escala de la vigilancia electrónica del Gobierno.

Islamofobia

En Estados Unidos, los ataques contra musulmanes pasaron de ser los segundos menos comunes entre los incidentes de odio a los segundos más comunes.

Un reporte de las Naciones Unidas este 2021 señaló que la islamofobia va en aumento, según diferentes estadísticas: un 40% tiene una mala opinión de ellos en Europa y un 30% en Estados Unidos.

Migración

Tras el 11 de septiembre, el Gobierno estadounidense dio un giro radical en su política migratoria que tiene graves consecuencias contra solicitantes de asilo hasta la fecha.

En 2003, la Administración de George Bush creó el Departamento de Seguridad Interior y el Congreso estadounidense le otorgó varias facultades relacionadas a la migración. Entre ellas está la creación de los Servicios de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP).

Según activistas, la agencia funge prácticamente como una fuerza de deportación de migrantes, en lugar de su objetivo original de investigar actividades terroristas de extranjeros. Esto ha llamado a varios políticos demócratas a pedir que sea disuelta.