En busca de sustentabilidad, inmediatez y practicidad, la industria vinícola mundial explora envases alternativos a las botellas de vidrio. Latas de aluminio, cajas de Tetra-Pak y bag-in-box van abriéndose paso, perfilan nuevos mercados y presentan retos a enólogos y mercadólogos.

“El tamaño del mercado mundial de vino enlatado se valorará en 571.8 mdd para 2028, expandiéndose a una tasa anual del 13.2 por ciento. La creciente demanda de bebidas convenientes, portátiles y de un solo servicio es el factor clave”.

Con timidez, pero juguetonamente, algunas bodegas mexicanas comienzan a abrazar la idea de enlatar algunos de sus vinos. Rosadito, Scielo, Micha Micha, La Barbera, Helios, Burbujas Pop y D-Vino son algunas de las marcas ya presentes en el panorama nacional.

Detalles técnicos

La mayoría de las bodegas mexicanas que ya apuestan por este envasado encontraron guía y proveeduría en Quelata. Federico y Andrés Barney diversificaron su emprendimiento de distribución de latas a una unidad móvil de enlatado. A la posibilidad de envasar de 5 mil a 20 mil unidades por día, suman el ofrecimiento de decorarlas con mangas termoencogibles.

“Eso facilita a las vinícolas el enlatado, porque no hay que invertir en la línea, ellos se encargan. Básicamente el camión llega y se conecta –con mínimas especificaciones técnicas– a tu sala de producción. Y, además, ofrecen termoformado para que tu imagen no sea una simple calcomanía”, comenta Fernando Cortés, enólogo de Casa Quino, primera bodega mexicana enfocada exclusivamente en vinos rosados.

No es fortuito que gran parte de la oferta enlatada, no sólo en México sino en el mundo, posea una ligera aguja y se etiquete como frizzante, petillante, espumoso o spritzer. La razón es técnica y tiene que ver con la termodinámica.

“Para que una lata tenga turgencia –esa solidez que da firmeza a las paredes– se necesita gas. Si tú enlatas un vino tinto sin más y lo cierras, la lata queda flácida. Hay que carbonatar el producto o, bien, agregar una gota de nitrógeno que se expandirá dentro sin cambiar las propiedades del vino”

RG|MX, en Coahuila, es una de las bodegas mexicanas que ya ofrece vino enlatado. Su enólogo, José Sánchez Gavito, se confiesa en un principio renuente por desconocimiento del empaque.

“Tuve muchas pláticas con amigos involucrados y en una visita técnica a Francis Ford Coppola –pionera en la materia–, hablé con el winemaker del vino en lata y me dio todos sus trucos”.

Para evitar la corrosión del aluminio por contacto con el vino, las latas son recubiertas con una película interna, por ello para Sánchez Gavito era fundamental hallar la lata perfecta. Hoy, que ya la encontró, domina el proceso de carbonatar en línea y confía en una refresquera para el llenado, se ha vuelto asiduo consumidor de su Scielo en lata.

“Este producto representa el 20 o 30 por ciento del vino que consumo en mi casa. Hacer coctelería con él está facilísimo: al blanco le pones Campari, vermut y queda maravilloso. Lo que me gusta es que vuelve más accesible el mundo del vino”, añade el enólogo, quien elabora 15 mil latas por trimestre.

Aunque entre la naciente oferta enlatada hay presentaciones de 8 y 12 onzas. A decir de Andrés Barney, la mayoría de los productores ha encontrado en la de 8 –equivalente a dos copas– la medida ideal.

Vino sin complicaciones

Los analistas italianos encontraron que, especialmente en países con larga tradición en el consumo de vino, existen varias barreras para la difusión de los enlatados, entre ellas desconocimiento y asociación de este envase a vinos de mala calidad (prejuicio no necesariamente cierto).

La clave radica en el perfil de vino y la ocasión para la cual es concebido. Ciertamente, los enólogos no piensan en las latas como una alternativa para sus vinos complejos y de guarda, sino para aquellos frescos, joviales, listos para beberse ahora mismo.

En ese sentido, la enóloga Cristina Pino ve en el futuro cercano una demanda por vinos más jóvenes, inmediatos, alegres y sencillos, sin tanta corpulencia. Coherente con esa visión, en mancuerna con Keiko Nishikawa, ha lanzado Micha Micha, un espumoso de Chenin Blanc en lata.

“Está por salir la segunda añada, la primera fue para tantear el mercado, ver qué aceptación tenía y entender el producto. Nos ha sorprendido que la primera producción –equivalente a 100 cajas de vino tradicional– se vendió en cuatro meses”.

No es que la extinción de la botella de vidrio esté cerca, sus adeptos y momentos permanecen. La apuesta mundial por el vino en lata está enfocada, más bien, a conquistar un mercado joven que valora la inmediatez y, a la vez, se preocupa por la sostenibilidad.

“La pregunta es ¿por qué comprarías una lata? Pues para momentos muy específicos, hay que explorar ese nicho que quiere llevarse un seis bien frío a navegar, al todoterreno, a la playa, al picnic… Al final, en una cena no esperas un par de latas, acabarás con una botella; uno no está peleado con lo otro”.

Amigable con el planeta

De acuerdo con un estudio alemán sobre emisiones de gases de efecto invernadero en la producción de vino, los materiales de empaque son responsables del 57 por ciento de las emisiones totales en bodega, siendo las botellas de vidrio la fuente predominante (47 por ciento).

“La producción de botellas de vidrio es la que más contribuye al impacto debido a su peso y al enorme consumo de energía requerido para su fabricación. Además, los costes de manipulación y transporte son más elevados que los de otros materiales debido a su peso y fragilidad”.

SUS BONDADES

Todos los entrevistados coinciden en que el vino en lata ofrece varias ventajas:
  • Movilidad: portátil, cabe en el bolso para llevar al picnic, la alberca, la playa, la embarcación, la aeronave…
  • Temperatura y conservación: puede refrigerarse –sin riesgo de evolución u oxidación– y beberse frío en cualquier momento.
  • Volumen: descorchar una botella para servir sólo un par de copas es cosa del pasado.
  • Inmediatez: adiós sacacorchos, copas y protocolos, simplemente enfría, destapa y bebe.
  • Sustentabilidad: empaque ligero y compacto, infinitamente reciclable, con menos huella de carbono en producción, embalaje y transporte.
  • Liberalización: en la mira de nuevos mercados y de fácil inclusión en coctelería.

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Algunos mexicanos enlatados:
  • Burbujas Pop: blanco espumoso de Chenin Blanc
  • El Sireno Tropix, de Bruma Vinícola: wine seltzer de Chenin Blanc
  • Helios, de Alximia: rosado de Grenache y Cabernet Sauvignon, con aguja
  • La Barbera, de Bruma Vinícola: tinto petillante de Barbera
  • Micha Micha: blanco espumoso de Chenin Blanc
  • Pluma, de Vinos Lechuza: tinto de Nebbiolo
  • Rosadito, de Bodegas De Cote: rosado con ligera aguja
  • Scielo en lata tinto, de RG|MX: Ensamble de Syrah, Cabernet Sauvignon y Merlot
  • Scielo en lata rosado burbuja, de RG|MX: Merlot
  • Scielo en lata blanco burbuja, de RG|MX: Chardonnay
  • Shui, de Alximia: blanco de Sauvignon Blanc
  • Veela, de Orígenes y Terruños: frizzante de Sauvignon Blanc
Teresa Rodríguez
Fotos: Freepik, Canva y cortesía de las bodegas
Fuentes: “Emisiones de gases de efecto invernadero y opciones de mitigación para la producción de vino alemana”, de Ponstein, Meyer-Aurich y Prochnow; “¿No más botellas de vidrio? Vino enlatado y consumidores italianos”, de Ruggeri, Mazzocchi y Ranzenigo; “Informe de análisis de tendencias, participación y tamaño del mercado de vino enlatado y pronósticos de segmento 2021-2028”, de Grand View Research.
Edición y diseño: Rodolfo G. Zubieta
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