La Navidad se vive de manera muy especial en el hogar de Julieta Bilbao, quien abrió sus puertas para mostrar la forma en que adornó su arbolito, un hermoso objeto que le trae emotivos recuerdos de su mamá.
Dulces memorias
En el corazón de Gaby Sánchez, la Navidad se ha convertido en un vehículo para transmitir amor y crear recuerdos imborrables en sus seres queridos.
Alegría festiva
Si bien el aroma a pino fresco es algo que le encanta a Gaby, su conciencia ecológica la lleva a elegir los árboles artificiales, una decisión que también le resulta práctica, ya que muchos modelos modernos vienen con luces integradas.
Suele instalarlo a finales de noviembre, después del Día de Acción de Gracias, y lo retira justo después del Día de Reyes.
Decorar el árbol es un ritual personal para Gaby, una forma de imprimirle su esencia; antes era una actividad familiar en la que todos participaban, pero ahora, con solo un hijo en casa, él se encarga de sacar el pino para que ella lo adorne, con música navideña de fondo y el delicioso aroma del ponche perfumando la casa.
“Este año tardé dos días en ponerlo porque me iba a ir por la tendencia del moño tinto, y cuando ya lo había terminado mis hijos me dijeron que les gustaba más en tonos rojos con blanco”, explica Gaby.
“Saqué toda la temática de candy cane y lo puse muy dulce, divertido, quizá infantil, pero me encanta que sea así, muy festivo, y que nos recuerde que jamás hay que dejar de pensar como niños, y menos en Navidad”.
Preservar la tradición
Gaby ha experimentado con árboles de diversos materiales, desde uno hecho completamente de madera, que fue especialmente elogiado, hasta opciones de estilo mexicano.
“Más que aconsejar poner un árbol original o no, les recomiendo nunca dejar de poner el arbolito, es un símbolo de alegría, de unión, y a mucha gente le da flojera, pero no hay nada más delicioso que sentarte a no hacer nada a un lado del árbol, aunque sean unos breves minutos”, concluye.
Símbolo positivo
Cada adorno en el árbol de Gaby tiene un significado especial que ella explica con cariño.
“Hay cinco elementos de cada cosa como mínimo, porque somos cinco en casa, bueno, ahora seremos seis porque estrenamos yerno este año. Pongo un trenecito que compramos en San Francisco y que nos recuerda un viaje muy especial que hicimos a ese destino.
“Pongo esferas compradas en algún viaje e incluso algunas que me han regalado mis hijos, pero las que más me gustan son las grandotas, le dan mucha personalidad al árbol; siempre pongo un letrero que dice ‘if you don’t believe, you don’t receive!’, para recordar que nunca debemos perder la ilusión, y muchos cascanueces, porque eran los favoritos de mi mamá”.
En cuanto a recuerdos vinculados con el pino navideño, Gaby atesora los que acumuló cuando sus hijos eran pequeños y vivían en La Jolla.
“Les puse una dinámica que me encantaba: el árbol se ponía únicamente con luces y en un canasto a un costado estaban los adornos, cada acción buena que hacían les daba derecho a poner un adorno, así que de ellos dependía que el árbol estuviera decorado o no, fue muy formativo porque se esforzaban por hacer las cosas bien para poner algún colgante que fuera su favorito”.
Alma innovadora
En el universo navideño de Gaby Orozco, la tradición se reinventa cada año. No hay un árbol típico, sino una explosión de creatividad que transforma su hogar en un espacio único.
Nada convencional
Gaby prefiere usar pinos artificiales porque los naturales tardan mucho en estar disponibles y a ella le gusta arreglar su casa con anticipación.
Como posee una gran creatividad, el acto de instalar tal pieza navideña conlleva un proceso que se renueva cada ciclo.
“Yo cada año cambio el concepto del árbol, no siempre pongo lo mismo y no siempre pongo un árbol, desde hace muchísimos años pongo un collage de árboles y cosas, entonces depende de lo que vaya a hacer lo que me tarde, por lo general para el 7 de noviembre ya está todo listo”, explica.
Como no suele repetir diseños, Gaby va construyendo la decoración a medida que surgen las ideas; si necesita ayuda con tareas que impliquen cargar o colgar elementos pesados, cuenta con el apoyo de las personas que trabajan en su casa.
Este año, la mayor parte del tiempo no se invirtió en el montaje en sí, sino en la búsqueda de los materiales ideales. Una vez que estos llegaron, el armado le tomó entre dos y tres días.
Su estilo no se puede encasillar, aunque, luego de reflexionar, cree que generalmente opta por una esencia rústica.
“No me gusta poner el típico árbol, no porque quiera ser diferente, sino porque me imagino varias cosas, entonces lo pongo en los colores que me imagino, en las texturas que me imagino, […] compro algunas cosas y las adapto a la idea que yo traigo”.
Este año predominaron los tonos crudos, el rojo, el café y el tinto, y los elementos como el yute y la madera, dando como resultado una atmósfera cálida y original.
En cuanto a los adornos, Gaby confiesa que sí cuenta con varios consentidos.
“Tengo unos servilleteros que compré en mi luna de miel, y tengo una carriola que también la compré en mi luna de miel, porque siempre me ha gustado lo de Navidad, y ciertas cosas que he comprado que me han funcionado y que me gusta verlas cada año, porque nunca repito, pero hay cosas que sí me gustan.
“Tengo un árbol que hice yo como de soga que me encanta, no lo pongo siempre, es más, lo hice una vez y lo he puesto otra vez solamente, pero sí me gusta mucho, también un árbol que hice de ramas me encanta, qué te digo, lo cambio y no lo pongo siempre, pero sí, hay cosas que me gusta verlas cada año”.
Libera tu imaginación
El consejo de Gaby para aquellos que buscan un árbol más original alude a la autenticidad.
“Exploten su creatividad, todo el mundo tenemos un artista dentro y solo es cosa de que vayas hallando qué es lo que te gustaría ver, qué es lo que quieres reflejar y qué te inspira.
“A mí me gusta que se vea diferente, que sea muy mi estilo, que sea muy yo y que se sienta como muy acogedor, y que se note que sí llegó la Navidad a mi casa con mi propio estilo”.
Legado de amor
La Navidad se vive de manera muy especial en el hogar de Julieta Bilbao, quien abrió sus puertas para mostrar la forma en que adornó su arbolito, un hermoso objeto que le trae emotivos recuerdos de su mamá.
Bella nostalgia
Julieta prefiere usar pinos artificiales porque esto le permite anticipar la magia navideña desde finales de noviembre, sin preocuparse por el mantenimiento.
“(Además) no tienes el riesgo, con las luces encendidas la mayor parte del tiempo, a un corto, y que este pueda provocar un accidente”.
La instalación es mucho más que una simple tarea: es un ritual heredado de generación en generación.
“Desde chica crecí viendo cómo mi mamá ponía siempre el árbol de Navidad, creo que es una costumbre muy linda hacerlo y poder trasmitir a través de estos detalles el amor a la familia. Es una ilusión ahora también que los nietos lo puedan ver”.
El 7 de enero, luego de toda una temporada de recibir su brillo en casa, Julieta se despide del arbolito y guarda todo para el próximo año.
Disfruta el proceso
Julieta dedica alrededor de tres días a montar su árbol; su estilo, clásico y elegante, se inspira en las tendencias que descubre en Pinterest, adaptándolas a su gusto personal.
Este año predominaron los colores rojo y dorado, combinados con una rica variedad de texturas: listones, esferas de diferentes acabados y luces que iluminan cada rincón.
“Todos mis adornos los he comprado pensando en el resultado final y en tratar de lograr un equilibrio en el diseño”.
Para aquellos que buscan un pino con un toque original, Julieta aconseja explorar diferentes estilos y definir una paleta de colores.
“Es importante recalcar que es un proceso en el que cada año puedes adquirir algo para tu árbol especial y hacerlo más bonito cada año”, concluye.
Profunda fe
La calidez de la Navidad inunda la casa de Yolanda Conde, quien comparte que poner el arbolito es una de las tradiciones que más le gustan.
Estética atemporal
Aunque a Yolanda siempre le agradaron los pinos naturales, hace unos seis años tomó la decisión de usar uno artificial, para no generar basura.
Desde la primera semana de diciembre comienza a instalar la decoración navideña, la cual se retira después del Día de Reyes, salvo por el Nacimiento, que mantiene hasta febrero, cuando se realiza el levantamiento del Niño Jesús.
La tarea de decorar el arbolito es algo en lo que aplica mucho esmero y amor, para transformarlo en un hermoso símbolo de la temporada.
“En unos tres días lo instalo con la ayuda de Bertha, una chica que tiene ya muchos años trabajando en mi casa; todos los arreglos los hacemos entre las dos, y ella ya sabe muy bien todo”, explica Yolanda.
En cuanto al pino de este año, ella describe su aspecto como clásico, gracias a sus esferas rojas y luces plateadas. Y de todos sus adornos, su consentido es la estrella que lo corona.
“Desde que yo recuerdo se ponía en mi casa”, comparte con emotividad.
Ritual con historia
Las memorias más entrañables de Yolanda se remontan a las navidades en las que sus hijos eran pequeños.
“Entre todos lo poníamos. Luego, los nietos también (colaboran), poniendo villancicos y horneando galletas, bacalao, etcétera.
“Es una de las tradiciones que más me gustan, y el 24, el Niño Jesús es el centro de la mesa como el invitado principal, (hacemos) alguna dinámica para festejarlo y adorarlo”.
Cuando se le pide a Yolanda que dé tips sobre decoración navideña, ella se inclina por los elementos naturales.
“Me gusta mucho adornar mi casa con piñas y hojas secas de roble, que antes íbamos a La Primavera a recogerlas de los árboles con cuidado”.
Información: Club Redacción. Fotos: Yliana Domínguez y Rodolfo Lasso.