“Fue comenzar de nuevo, iniciar otra vez de cero“, así describió Jorge González, de 37 años, este último mes, luego de perderlo todo tras el desbordamiento del arroyo El Seco, en Zapopan, ocurrido el domingo 25 de julio.

Contó que fue gracias a los apoyos de otros vecinos y a su trabajo –ya que se desempeña como comerciante en el centro de Guadalajara– que es como ha podido recuperar poco a poco el menaje perdido en su vivienda, ubicada en la Calle Puerto Altamira, en la Colonia Miramar.

“Todo lo que había en cuestión de minutos se fue (…) el agua subió casi dos metros, parecía alberca. Pero qué nos quedaba más que salvar la vida, ahí sí no importaban las cosas materiales”, recordó Jorge.

“Pero alrededor siempre hubo mucha gente y no hay palabras para agradecer”, agregó.

Para Irene García, de 48 años, quien vive con sus hijas, nieto y yerno en la Calle Puerto Vallarta, también en la Colonia Miramar, la ayuda de sus allegados y conocidos también fue indispensable para recuperarse después del siniestro.

“Traemos ropa y zapatos porque son dados, gracias a la gente que nos ayudó mucho en eso. Vecinos, amigos de mis hijos vinieron a ayudarnos”, comentó Irene.

Ella ahora sólo habita la planta alta de su hogar, porque de la parte baja no quedó nada.

Ambos vecinos aseguraron que pese a haber recibido apoyo por parte de las autoridades –tanto económico como en especie–, éste no ha sido suficiente para poder reparar el daño ocasionado a su patrimonio. 

Debido al desbordamiento del arroyo El Seco, registrado el pasado 25 de julio, 560 fincas resultaron dañadas, de las cuales 87 quedaron como inhabitables.

En la entrada a la vivienda de Jorge están apilados decenas de costales de arena que forman una barrea de aproximadamente setenta centímetros de altura.

Como él, hay otros vecinos que ante la preocupación de un nuevo desbordamiento han decidido amurallar sus viviendas. 

“Sí queda como el trauma porque a veces uno sueña que todavía está sacando agua”, recordó Jorge.

A Irene, la fuerza de la corriente le tumbó el portón de su casa, por ello, en su lugar construyó un muro, mismo que le serviría para frenar la corriente en caso de un nuevo siniestro.

“Queda uno todo nervioso por el agua (…) yo aunque aquí me estoy en el día, ya cuando empieza a llover corro para arriba (a la casa de su hija ubicada en la colonia Arenales Tapatíos)”, dijo.

Tanto Jorge como Irene piden a las autoridades que den mantenimiento al arroyo y que les garanticen su seguridad, pues aseguraron que la intranquilidad ha sido una constante. 

Información: Mariana Quintero. Fotos: Emilio de la Cruz