Hace cerca de 25 años, el padre de Ricardo y Enrique Torres Landa, don Juan Francisco (q.e.p.d.), prácticamente por casualidad colocó las primeras botellas de lo que sería el inicio de una de las colecciones de tequila más importantes del mundo.
Todo comenzó cuando Juan Francisco realizaba unos arreglos en una habitación de su casa, donde acomodó algunos ejemplares en un espacio vacío, como elementos decorativos, pero pronto ese acto se convirtió en el pretexto para desarrollar una afición por recopilar botellas comerciales de esta bebida.
Esto derivó en una práctica que heredó en vida a amistades y miembros de la familia, quienes se han encargado de acrecentar a lo largo de los años una pasión que los llena de orgullo, pues hasta hoy suman casi 9 mil piezas.
“Nos contagiaba, pues comprábamos cada vez que alguien salía de viaje o, incluso, cuando íbamos a alguna tienda, así fue como cada uno de nosotros nos involucramos y se hizo algo muy bonito y familiar”, compartió Enrique, quien recordó que tenía 21 años cuando comenzó a contribuir a la cava.
Detrás de cada ejemplar hay una historia, pues, según estimaciones de los hermanos, alrededor de la tercera parte fue adquirida en el extranjero; algunas de las botellas en los lugares más insospechados y donde jamás se pensaría encontrar marcas ahora inexistentes o diseños y etiquetados únicos.
“El hermano de mi papá, Juan Germán, le consiguió en Aruba una y tuvo que comprarla como si se la estuviera bebiendo, pues todas están cerradas, pero fue curioso, porque tuvo que adquirirla copa por copa”, recordó Enrique.
“Se consiguieron en tiendas de antigüedades, en pueblitos o islitas de Europa o en sitios que nadie conoce en Estados Unidos, por eso es que la colección tiene mucho significado y valor sentimental, porque no es que llegues a una tienda y compres todas, hay de todo el mundo”.
En esta curaduría, hay piezas que datan del siglo 19 y que prácticamente es imposible encontrar otra vez, por lo que están en un anaquel
situado en la parte alta del espacio.
“Mi papá hacía todo lo que tenía que hacer para conseguir las botellas; realizó una tarea importante y fue persistente, con ideas chuscas y extrañas para poseer todo lo que está a la vista”. Ricardo Torres Landa
Aunque es indiscutible la variedad de botellas que poseen, Ricardo y Enrique confiesan que no han llegado a probar la mínima parte de las marcas, ya que en muchos casos sólo se consiguió colección de tequila 19 una pieza por botella y todas están cerradas.
Asimismo, aunque cada vez el sitio se encuentra más completo, la cacería de alguna novedad es una tarea continua que ambos tienen y que les exige agudizar la memoria para encontrar aquellas que no tienen en existencia.
“Participamos en el acomodo, tenemos muy buena idea de lo que hay, pero de repente hay unas que cambian en una letra, números o etiquetas”, mencionó Ricardo, quien es arquitecto de profesión.
“Las que se me hacen muy importantes son las más viejas, que son imposibles de reponer. Un día, literalmente, nos echamos caminando todo Tequila, Jalisco, entrando a tienda por tienda, esa vez regresamos con cerca de 150 piezas, muchas eran muy antiguas”.
En retrospectiva y haciendo una sumatoria de lo que representa este esfuerzo, los hermanos compartieron el orgullo que les deja el ser parte de un proyecto que inició su padre y que, seguramente, continuará su descendencia, también con el propósito de rescatar una parte fundamental de la cultura mexicana.
“La colección más grande del mundo ya no está en manos extranjeras y eso es algo realmente importante, así como tener esta selección de este tamaño; la verdad, es un orgullo nacional”, sostuvo Ricardo.
Entre los planes de los coleccionistas está llevar esta muestra a un recinto más público, para que muchas personas se acerquen a esta interesante recopilación histórica de un producto lleno de mexicanidad y tradición.
Sin embargo, por lo pronto esperan cumplir uno de los grandes sueños de su papá, que era llegar a las 10 mil unidades, pues fue una idea que vio inconclusa en vida y que esperan poder alcanzar dentro de poco.
En los años 90, cuando empezó a ser una colección con un número considerable, los propios dueños de las principales empresas tequileras se acercaron a don Juan Francisco, a quien le obsequiaron algunas muestras especiales para sumar al inventario.
“Mi padre tenía el deseo de llegar a 10 mil botellas, él murió hace cuatro años y, desafortunadamente, no lo logró, pero era su meta; ahora nosotros
queremos llegar a esa cifra”. Enrique Torres Landa