Hijo de un propietario de varias minas, Ancira, graduado de la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México, donde creció, ingresó al negocio familiar a los 26 años, cuando compró una mina de cobre.
Durante la próxima década y media acrecentó su compañía con las compras de varias minas más.
A principios de los 90, un accidente de la historia y las relaciones personales lo lanzó a la cima de las industrias acereras y mineras de México.
El ex Presidente Carlos Salinas de Gortari, del PRI, empezó a privatizar la industria de acero del País, y la esposa de Salinas era “como una hermana” para la esposa de Ancira, comentó Ernesto Ancira.
La relación le ayudó a Ancira y a un pequeño grupo de inversionistas, incluyendo a muchos de sus hermanos, a comprar Altos Hornos.
“Tengo buena suerte”, dijo Alonso Ancira, al reflexionar sobre su carrera.
“Prefiero llamarle suerte y mucho trabajo. Necesitas tener a la gente correcta, y el ímpetu correcto para aprovechar las oportunidades”.
Cuando la compañía se declaró en bancarrota en 1999 a causa de una disminución en el mercado del acero y la crisis financiera asiática, aprovechó una peculiaridad en la ley mexicana.
Ésta le permitió una suspensión de pagos indefinida; 14 años más tarde, aún no ha pagado a sus acreedores.
En 2000, se aprobó una nueva ley de quiebra que no habría permitido la medida.
Texto de Richard Webner / NYT publicado en 2013