El pasado 27 de abril, a las afueras de las oficinas donde trabajó hasta el pasado mes de enero, la madre explicó que el dolor que sentía tras la desaparición de su hijo era una angustia interminable.
Pero en cuanto se le preguntó la ruta que llevaría a cabo para buscar a Carlos por cuenta propia, explicó, con la seriedad con la que seguramente atendía a los familiares de otras víctimas, que partiría de la Unidad de Personas desaparecidas, en la Colonia 70-76, hacia el Bulevar 2000, en la zona este de Tijuana, donde su hijo desapareció.