Casarse en pandemia

Groom holds bride's hands, where are two wedding rings
AÚN NO SE RECUPERAN

El 4 de septiembre de 2020, la Secretaría de Salud estatal anunció la reapertura de los salones de eventos. Ahora, seis meses después, estos negocios, junto con el resto de la industria de las bodas, aún sufren los estragos de la pandemia.

Pamela Villegas

Representante de Salones Unidos de NL

“No la hemos pasado nada bien, no ha sido nada bueno porque, a pesar de que hemos estado abiertos, la gente sigue reagendando fechas, sigue teniendo dudas de que sus eventos se realicen”.

En nada ayuda, dice, la incertidumbre generada por los variables indicadores del semáforo epidemiológico que llevaron al cierre de las sedes durante el pico de contagios y hospitalizaciones por coronavirus alcanzado en diciembre y enero.

Apenas este mes, las autoridades dieron luz verde al ingreso de personas mayores de
65 años de edad a los salones de eventos, pero las prohibiciones para esta población vulnerable podrían regresar.

“Los núcleos familiares muchas veces están compuestos de adultos mayores, y debido a las restricciones que ha habido en los últimos meses hemos tenido problemas de clientes que cancelan o mueven fechas para que puedan asistir (estas personas)”, expresa Villegas.

Incluso así, dice, es una realidad que la gente no está yendo a las celebraciones.

“En promedio, antes de la pandemia, nuestras bodas eran arriba de 300 personas. Ahora, operando a la mitad del aforo, invitan a 150 y están llegando 80 ó 90”.

Si en julio del año pasado Villegas estimaba pérdidas de más de 2 mil millones de pesos, ahora dice que éstas se han duplicado.

Las sedes no tienen tratos nuevos. Además, deben respetar los anticipos dados hace meses, antes de la inflación, regresar dinero por la imposibilidad de hacer la fiesta con el número de asistentes pactado originalmente y contratar a más personal para cumplir con los protocolos indicados por las autoridades.

Si en julio del año pasado Villegas estimaba pérdidas de más de 2 mil millones de pesos, ahora dice que éstas se han duplicado:

Las sedes no tienen tratos nuevos, además de que deben respetar los anticipos dados hace meses, antes de la inflación, regresar dinero por la imposibilidad de hacer la fiesta con el número de asistentes pactados originalmente y contratar a más personal para cumplir con los protocolos de las autoridades.

UNA NUEVA REALIDAD

¿Cómo se ve una boda en los tiempos del Covid-19?

En la entrada, un trabajador abre la puerta para evitar que los invitados toquen las perillas. Un host o hostess toma la temperatura de las personas, les invita a limpiar el calzado en el tapete sanitizante y les ofrece gel antibacterial. El empleado tiene una lista de asistentes, para que el ingreso sea controlado, describe Villegas.

Al interior, cada mesa contiene menos sillas de lo habitual, para asegurar sana distancia. Los invitados, que siempre deben portar cubrebocas, bailan en una pista dividida, donde cada pareja tiene un cuadro para moverse al ritmo de la música.

Las y los trabajadores, que también usan su equipo de protección, controlan la entrada y la salida de los baños, para evitar aglomeraciones. La celebración debe terminar a más tardar la medianoche.

Lo que también cambió es el manejo de los alimentos.

Alejandro Garza

Chef de Cinco Catering y Zanq

“Antes, era normal ver en las bodas mesas de quesos y de dulces para que la gente pasara a servirse, o eventos en general con servicio tipo buffet, con la comida expuesta. Nos pidieron eliminar todo lo que pudiera ser manipulado por muchas personas. Ahora servimos todo esto en platos personalizados: damos, por ejemplo, una pequeña selección de quesos, mermeladas, chutneys y frutos”.

Cuenta que, aunque poco a poco regresa la confianza de los clientes para hacer sus bodas, apenas tiene un 20 o un 30 por ciento del volumen de trabajo al que estaba acostumbrado.

Previo al Covid-19 atendía entre 100 y 120 bodas por año, con promedio de 450 comensales. Actualmente, la media es de 100 asistentes.

Charo Garralda

Chef repostera

“servía a bodas de 500 y 600 personas, una o dos por semana. Hoy me piden que les cotice para bodas de 200 personas para abajo”.

Señala que le ha tocado ver de todo: desde novios que quieren esperar hasta que pase la amenaza del coronavirus hasta parejas que, tras cambiar hasta cuatro veces de fecha,  se hartan y optan por hacer un evento pequeño.

Lejos, continúa, están los días en los que el pastel nupcial estaba en exhibición, en medio del salón de eventos. La regla en la nueva normalidad es que este pan se entregue en porciones individuales, o hasta en cajitas para que la gente lo lleve a casa.

FIESTA PARA POCOS

En agosto del 2020, cuando el Covid-19 ya arreciaba en Nuevo León, Armando y Alejandra (nombres ficticios) decidieron unir sus vidas en matrimonio. Para ellos era claro: no permitirían que la crisis sanitaria alterara sus planes.

Celebraron su boda el 6 de marzo.

“En nuestro caso, como nos comprometimos estando en pandemia, sabíamos y teníamos la confianza de que (la contingencia) iba a durar mucho tiempo, así que dijimos: ‘no tiene caso seguir esperando para casarnos'”, cuenta Armando.

“Decidimos la fecha en octubre o noviembre. Lo único que realmente no sabíamos era qué restricciones habría en la Ciudad. Planeamos algo pequeño para que no se viera tan afectado por los cierres”.

Fue realmente un evento íntimo, añade Alejandra: Unos 30 seres queridos se reunieron en un jardín. Todos portaban cubrebocas que sólo retiraron para comer. ¿Y qué dieron los novios como recuerdo de la ocasión? Botellitas con gel antibacterial.

“Incluso sin coronavirus nos hubiera gustado que la boda fuera al aire libre. Además, pensábamos que los salones de eventos podrían estar cerrados o nos podrían cancelar. Entonces, el cómo planeamos todo sí tuvo que ver con la pandemia, pero también con lo que queríamos”, indica.

La pareja dice que la fiesta casi parecía normal: sí, las mesas estaban más separadas de lo habitual, pero la gente pudo comer a gusto, tomar fotos y bailar en una pista que, debido a la baja cantidad de asistentes, nunca se llenó.

Un tema importante para los jóvenes, sin embargo, era la asistencia de personas de la tercera edad. Los padres de Armando pertenecen a este sector vulnerable de la población.

“De hecho, al elegir la fecha pensamos en que las cosas hubieran mejorado y que mis papás tendrían acceso a la vacuna o al menos a una dosis”, indica.

Y así fue: los señores obtuvieron la inmunización dos semanas antes del evento. Todos pudieron festejar con la tranquilidad de que no enfermarían de Covid-19.