Alejandra Solbes, Ale Pérez, Leticia Ortiz, Lety Montiel, Catalina Olea y Diego Flores / Foto de Ángel Llamas

Valoran cada instante

Leticia Ortiz es un ama de casa originaria de Los Mochis, Sinaloa, cuya única hija, Lety Montiel, sufrió de una hipoxia al nacer (falta de oxígeno en el cerebro), algo que afectó su sistema motor y le provocó parálisis cerebral, lo que impide que haya una comunicación adecuada entre su cerebro y sus músculos.
A pesar de esto, hoy en día, Lety hija es psicóloga, conferencista, asesora psicoeducativa, distribuidora de juguetes didácticos, conductora de televisión y radio, modelo, deportista, pintora y colaboradora de Unidos A.C.
Todos esos logros de esta joven tapatía de 31 años fueron posibles gracias a su espíritu tenaz, pero también a que, desde pequeña, sus padres, Leticia Ortiz y José Ángel Montiel, la estimularon en ambientes favorables para su desarrollo.
Lety recibió rehabilitación física, de lenguaje y ocupacional, y cursó sus estudios, desde el jardín de niños hasta la universidad, en escuelas regulares.

Leticia Ortiz se esforzó en darle a su hija, Lety Montiel, la preparación ideal para que la parálisis cerebral no frenara sus muchos talentos. / Foto de Ángel Llamas

Leticia Ortiz es un ama de casa originaria de Los Mochis, Sinaloa, cuya única hija, Lety Montiel, sufrió de una hipoxia al nacer (falta de oxígeno en el cerebro), algo que afectó su sistema motor y le provocó parálisis cerebral, lo que impide que haya una comunicación adecuada entre su cerebro y sus músculos.
A pesar de esto, hoy en día, Lety hija es psicóloga, conferencista, asesora psicoeducativa, distribuidora de juguetes didácticos, conductora de televisión y radio, modelo, deportista, pintora y colaboradora de Unidos A.C.
Todos esos logros de esta joven tapatía de 31 años fueron posibles gracias a su espíritu tenaz, pero también a que, desde pequeña, sus padres, Leticia Ortiz y José Ángel Montiel, la estimularon en ambientes favorables para su desarrollo.
Lety recibió rehabilitación física, de lenguaje y ocupacional, y cursó sus estudios, desde el jardín de niños hasta la universidad, en escuelas regulares.

Muy agradecida

Lety espera que este 10 de Mayo, su mamá, a quien describe como una mujer muy alegre, fuerte, honesta y perseverante, pase un gran día, y le desea que continúe siendo el ejemplo de madre que ha sido hasta ahorita. Añade que también le gustaría que todas las demás mamás sean muy felices en su celebración.


“Y también espero que los hijos aprendan a valorar a sus mamás”, confiesa Lety. “Y a apreciar su esfuerzo, cariño, dedicación y amor”.

Lety Montiel y Leticia Ortiz / Foto de Ángel Llamas

Ayuda incondicional

Catalina Olea, una sonorense de 51 años, es abogada, maestra en Ciencias de la Familia, doctora en Educación, y un alma altruista.
También es madre de dos hijos, de los cuales, Diego Flores, el mayor, se cayó a finales de julio de 2019 en un cerro de Mazamitla, fracturándose catastróficamente ambos brazos, y sufriendo un esguince en el pie.
Tras el accidente, este joven tapatío de 27 años, quien es abogado, emprendedor y amante de los deportes, necesitó de la ayuda de su mamá por casi dos meses para comer, bañarse y demás, tiempo durante el que, según comenta Catalina, fue como volver a tenerlo como bebé. Afortunadamente, después de cirugías, terapias y mucho esfuerzo de parte de Diego, pronto estará al 100.
Mientras su hijo se recupera, ¿de dónde ha tomado Catalina las fuerzas para seguir adelante y continuar siendo un sostén para él?
“En Dios, y en el amor que le tengo a mis hijos”, responde Catalina. “En el apoyo incondicional de Andrea, mi hija menor; ella es la mejor compañía. En mis hermanas, mi familia, y en tantos amigos queridos que han estado al pendiente, y nos acompañan con su oración en cada cirugía, y en los amigos de Diego que siempre están presentes.
“Gracias a todos por tanto, y gracias a la determinación de Diego, pues para él nunca ha sido opción no seguir adelante con objetivos en mente”.

Luego de un aparatoso accidente, Diego Flores está en vías de recuperación gracias a la fortaleza de su carácter y los cuidados amorosos de su mamá, Catalina Olea. / Foto de Ángel Llamas

Catalina admite que, desde el accidente, se ha enfrentado a distintos retos en el camino; por ejemplo, tuvo que renunciar temporalmente a su agenda personal para acompañar a Diego a sus citas y terapias, y adaptarse a sus horarios, pero todo esto lo hizo con mucho cariño.
“Y no me permití volverme aprensiva”, elabora Catalina. “Es dejarlo que salga, vaya y venga, y no tener miedo ni estar preocupada por si le pasa algo. Lo que va a pasar, bueno o malo, va a pasar. Y tampoco a llorar delante de él; más bien es cosa de siempre impulsarlo”.
Catalina también tuvo que aprender a ponerse límites, ya que se deben respetar los espacios de los hijos, y no usar pretextos para ser metiches.
Añade que esta difícil experiencia le ha ayudado a asimilar varias cosas sobre ella como madre y como ser humano.
Por ejemplo, que los hijos son los grandes maestros de la vida, que lo más importante es la salud, y que como todo puede cambiar de un momento a otro, hay que estar preparados para cumplir con la voluntad de Dios.

Muy amado

Por su parte, Diego describe a su mamá como una fuente inagotable de energía cuando se trata de dar amor a su familia, y de perseguir lo que su corazón le dicta.
“También lo que yo observo es que tiene una capacidad increíble para poner nuestras necesidades, gustos y chiqueos antes que cualquier otra cosa”, expresa Diego. “Y gracias a su forma de empatizar conmigo y con los miembros de mi familia, tanto ella como mi hermana me han ayudado a encontrar un ejemplo en ellas.
“Es un importante factor que las dos me acompañen en el camino tan retador que he tenido, tanto física como mentalmente”.
¿Y cómo consentirá Diego a Catalina en este 10 de Mayo?
“¡Esta sesión de fotos ya es todo un apapacho!”, bromea Diego. “Pero también le quiero agradecer el gusto y el amor que me ha dado en mis momentos de mayor vulnerabilidad. Los últimos dos años han sido retadores, y sin su apoyo no sé cómo le hubiera hecho para poderme sobreponer a estos retos”.

Diego Flores y Catalina Olea / Foto de Ángel Llamas

Al pie del cañón

Alejandra Solbes, un ama de casa de 51 años, originaria de la Ciudad de México, es mamá de tres hijos, y hace 11 años recibió la noticia de que Ale Pérez, su única niña, tenía un neuroblastoma, un tipo de cáncer que se le ha presentado en varias ocasiones.
“Siempre hemos dicho que esto fue una ‘diosidencia'”, recuerda Alejandra. “Ale estaba estudiando en el extranjero, y en un viaje escolar pensó que algo la había picado. Cuando regresó a Guadalajara la llevé al doctor, y al hacerle revisiones y estudios le descubrieron un tumor, el cual retiraron al principio porque no era agresivo. Sin embargo, con el tiempo ha tomado fuerza”.
A pesar de esto, tanto Alejandra como Ale, quien ahora es una psicopedagoga de 25 años, nunca han perdido la fe ni la esperanza que tienen en Dios.
“Sobre todo nunca perdemos la alegría”, observa Alejandra. “Siempre he pensado que la vida está hecha de pedacitos, y llenarla de momentos felices es lo único que nos queda para siempre. El amor y apoyo de nuestras familias y amigos ha sido también un soporte súper importante, pues en todo momento han estado siempre disponibles para nosotros.
“Y por supuesto, las oraciones de muchísima gente y amigos queridos; en verdad estoy convencida de que nos han ayudado a cruzar momentos muy difíciles”.

Sostenida por su fe en Dios, Alejandra Solbes ha acompañado fielmente a su hija, Ale Pérez, en la lucha contra el cáncer. / Foto de Ángel Llamas

Por otra parte, Alejandra indica que han sido muchos los retos que ha enfrentado desde que Ale recibió su diagnóstico. Sin embargo, considera que el primero fue aceptar la enfermedad en una niña que siempre había sido súper sana, y en una edad tan llena de ilusiones, como la adolescencia.
“Pero comunicarle la noticia a sus hermanos es otro”, confiesa Alejandra. “Dividir mi tiempo entre cuidar a Ale con sus tratamientos, y tratar de seguir presente con mis hijos, que seguían siendo chicos, y con mi esposo. Además, debí encontrar mi propio tiempo para desahogarme, recargarme de energía, y poder estar bien para seguir dando lo mejor para todos”.
¿Y qué es lo que Alejandra ha aprendido de ella misma, como madre y como ser humano?
La respuesta es que ahora sabe que nunca dejará de aprender ni de crecer, y concuerda con Catalina Olea en que los hijos se vuelven los maestros de sus padres.
“Y entonces te das cuenta de que, como mamá, encuentras una fuerza que jamás imaginaste tener”, dice Alejandra. “Y te puedo decir que Ale ha sido la generadora de esa fuerza. Nunca deja de sorprenderme. Ella tiene una actitud que me hace siempre seguir adelante. Todos somos vulnerables, la vida te cambia en un instante y, a pesar de los problemas, todo continúa”.

Muy afortunada

Ale comenta que ella tiene mucha suerte de tener a Alejandra como su madre, pues es alguien especial por su don para cuidar a las personas; añade que es sumamente leal y comprensiva.

“Mamá”, dice Ale cuando se le pregunta qué le gustaría decirle a Alejandra, “quisiera que existiera una palabra en donde te pudiera decir todo lo que significas para mí. Gracias por estar al pie del cañón en todo momento. Por enseñarme a disfrutar de las cosas pequeñas, incluyendo los momentos difíciles.
“Gracias por todo tu amor, y aunque a veces no te lo diga, valoro y reconozco tu apoyo incondicional. Te admiro por todo lo que haces por nosotros. Quiero decirte que somos lo que somos gracias a ti y a tu entrega incondicional”.

Alejandra Solbes y Ale Pérez / Foto de Ángel Llamas

Ángeles de la guarda

Estos tres casos son ejemplo de que, en las dificultades, las mamás se convierten en pilares de fortaleza para sus hijos: Alejandra Solbes, Ale Pérez, Leticia Ortiz, Lety Montiel, Catalina Olea y Diego Flores / Foto de Ángel Llamas

Información: Carolina Herrera. Fotos: Ángel Llamas.