La doble sequía

Con la caída en el nivel de la Presa Cerro Prieto, la situación se complica cada vez más para habitantes de comunidades aledañas.

Por el poco trabajo que hay, algunos habitantes de asentamientos como La Esperanza, El Popote y Guadalupe se han ido, al menos hasta que todo mejore.

“Ya no viene (la gente a la presa)”, dice Juan Reyes, de 65 años, quien tiene un pequeño estanquillo en La Esperanza.

En el refrigerador de su negocio sólo hay algunos refrescos y no más de seis bolsas de fritos.

Unas 30 viviendas conforman La Esperanza, ubicada a un lado de la Presa.

Alrededor del 40 por ciento de las casas están vacías.

“¿Qué hace uno?”, pregunta Josefina, dueña de un negocio de venta de mariscos, “muchos se van con la familia y de vez en vez vienen.

“Ni la Semana Santa nos ayudará”, asegura, “porque no hay mucho que vender”.

Los talleres de motos acuáticas y las pensiones o cabañitas que anteriormente tenían reservaciones dese diciembre, ahora también están en crisis.

El abandono

Desde el 2022, la sequía afectó la forma de vida en los habitantes cercanas a la presa, y aunque hubo una mejoría tras las lluvias de septiembre, los problemas resurgieron al ir bajando el nivel en Cerro Prieto.

La poca agua que almacena la presa sigue disminuyendo… y los visitantes también.

“Ahí va para abajo otra vez”, señaló un trabajador.

Actualmente, el sistema de bombeo de la torre es la encargada de la extracción de agua.

La crisis