Brian Jeffrey Raymond, con barba grisácea y vestido con un uniforme de prisión de color anaranjado, permaneció sentado y abatido mientras escuchaba su sentencia tras uno de los casos más atroces de comportamiento indebido en la historia de la agencia de inteligencia.
Sus acciones quedaron plasmadas en su colección de más de 500 fotografías, que en algunos casos lo mostraban mientras montaba y toqueteaba los cuerpos desnudos e inconscientes de sus víctimas.
“Se puede decir sin lugar a dudas que es un depredador sexual”, dijo la jueza federal Colleen Kollar-Kotelly al imponer la sentencia máxima que la fiscalía había solicitado. “Usted va a tener tiempo para pensar en esto”.
Según la Fiscalía, las agresiones sexuales de Raymond, de 48 años, se remontan a 2006 y se extienden a lo largo de su carrera por México, Perú y otros países, siempre con un patrón similar.
Atraía a mujeres que conocía en Tinder y en otras aplicaciones de citas hacia el departamento que el Gobierno alquilaba para él, y las drogaba mientras les servía vino y bocadillos.
Una vez que estaban inconscientes, pasaba horas colocando sus cuerpos desnudos en distintas poses antes de fotografiarlas y agredirlas sexualmente. En ocasiones les abría los párpados, y en otras colocaba sus dedos dentro de la boca de ellas.
Una por una, aproximadamente una docena de víctimas de Raymond que fueron identificadas únicamente por números narraron ante el tribunal cómo el experimentado espía trastocó sus vidas. Algunas señalaron que sólo se enteraron de lo que les sucedió después de que el FBI les mostró las fotografías en las que eran agredidas sexualmente mientras estaban inconscientes.
“Mi cuerpo parece un cadáver sobre su cama”, dijo una de las víctimas al hablar sobre las fotos.
“Ahora tengo estas pesadillas en las que me veo a mí misma muerta”.
Una de ellas narró haber sufrido una crisis nerviosa. Otra habló de caer en un trance recurrente que le hacía pasarse las señales de alto mientras conducía. Muchas contaron cómo su seguridad en sí mismas y su capacidad para confiar en los demás quedaron destruidas para siempre.
“Espero que las consecuencias de sus actos lo atormenten el resto de su vida”, dijo una de las mujeres, quien al igual que las demás, miró fijamente a Raymond mientras se alejaban del estrado.
Raymond leyó una declaración preparada en la que le dijo a la jueza que había pasado incontables horas contemplando su “caída en espiral”.
“Traicioné todo lo que defendía y sé que ninguna disculpa será suficiente jamás”, declaró. “No tengo palabras para describir lo mucho que lo lamento. No soy así y, sin embargo, me convertí en esto”.
Raymond nació en San Diego, es ex becario de la Casa Blanca y habla español y mandarín con fluidez. Se declaró culpable de cuatro de 25 cargos federales, incluido abuso sexual, coerción y transporte de material obsceno. Como parte de su sentencia, la jueza le ordenó pagarle 10 mil dólares a cada una de sus 28 víctimas.