Acudir a municipios como Parás deja en evidencia el éxodo que se registra en los territorios de Nuevo León que limitan con Tamaulipas.
El municipio —que no alcanza los mil habitantes— convive con uno de los “narcocorredores” más violentos del norte de México: La Ribereña.
Esa carretera comunica a Nuevo Laredo con Reynosa, Tamaulipas, y es escenario constante de balaceras, enfrentamientos y un sinnúmero de historias de terror.
Al recorrer parte de esta zona EL NORTE encontró fincas en abandono.
La pandemia, la sequía y la inseguridad se ocuparon de ahuyentar a los pobladores.
“A pesar de tanta vigilancia, de hasta 20 patrullas en las carreteras de esta región, hay personas que abandonaron sus ranchos”, dijo un ex Alcalde.
CHINA
DOCTOR COSS
“La delincuencia los agarró como centro de operaciones. Mejor optaron unos a vender y otros a llevárselos para otros lugares, la verdad la gente tiene miedo, o mejor dicho, tenemos, es que está feo el asunto, tienen orejas por todos lados”.
El éxodo es palpable en municipios como Melchor Ocampo, Cerralvo, Los Herreras, Los Aldamas, Doctor Coss y China, todos con Alcaldes de Movimiento Ciudadano.
Pero también se vive en los territorios de Parás, Agualeguas, General Treviño y General Bravo, administrados por Alcaldes del PAN.
“Hace días entramos en la plática de contar a cuánta gente han desaparecido de Los Herreras desde que inició esta batalla, no te miento, pero contabilizamos más de 80”, dijo un habitante.
GENERAL BRAVO
LOS HERRERAS
“Las patrullas pasan por un lado y los convoyes de camionetas y ‘monstruos’ por el otro, así está la situación”, dijo un ex funcionario de uno de esos municipios.
La inseguridad afecta a los centros de trabajo que quedan en los municipios, especialmente los que se ubican cerca del “narcocorredor” y del flujo de integrantes de grupos delictivos que operan tanto en Nuevo León como en Tamaulipas.
La rentas o venta de cabañas, de ranchos y viviendas se desplomaron desde 2021 y sus propietarios no ven una solución a corto plazo que los ayude a salir adelante con sus negocios.
Depósitos, carnicerías, restaurantes, viviendas y ranchos están abandonados por sus dueños, quienes buscan no ser parte —como informantes involuntarios o como patrocinadores, cubriendo cuotas— del crimen organizado.
Hoteles, ganaderos, agricultores, todos han padecido —de alguna forma— la presión del narco.
“A mi jefe lo levantaron, le quitaron camionetas y se fueron, cerró el rancho y lo vendió, ya no quiso nada, yo solo voy a cuidar animales y me regreso a China, allá esta mejor, pero también ahí hay broncas”, explicó un habitante de Los Herreras.