PAISAJES COMESTIBLES

Quizás hace 30 años la visita de preescolar a la fábrica de botanas chatarra pasaba por esparcimiento inocuo; hoy sabemos que, en temas de alimentación, infancia es destino.

La evidencia muestra que los primeros mil días, desde la concepción hasta los dos años, son cruciales para el desarrollo y la salud a largo plazo. Y, sin embargo, no existen controles para evitar que en México el ciudadano promedio consuma alrededor de 215 kilos de alimentos ultraprocesados al año y que estos se piensen principalmente para los niños.

Entre las consecuencias está que el cerebro cambia y se afecta el rendimiento escolar y, más adelante, el laboral; que los niños con sobrepeso y obesidad –hasta un 40 por ciento– son discriminados y eso impacta su socialización; que la obesidad absorbe cuando menos el 34 por ciento del gasto público en salud y que causa una pérdida de productividad estimada en 71 mil 669 millones de pesos por año (0.4 por ciento del PIB).

¿Cómo llegamos aquí y qué podemos hacer? Fiorella Espinosa, experta en salud pública e infancia, explica que el Tratado de Libre Comercio fue un punto de inflexión. Los alimentos comenzaron a verse como cualquier otro producto y se abandonaron políticas agrarias que buscaban autosuficiencia alimentaria, protegían y educaban al consumidor. Además, se permitió que las corporaciones se “autorregularan”. Uno de los espacios capturados que ha sido particularmente perjudicial para los niños es la publicidad. 

Desde abril el uso de personajes fue restringido en empaques con el nuevo etiquetado y, por primera vez, desaparecieron varios clásicos ilustrados de nuestra infancia. En distintos canales, niños y padres se opusieron a dejar de ver a los osos, tigres, perros y elefantes que eran parte de su día a día.

La doctora Susan Linn, del Boston Children’s Hospital y especialista en publicidad infantil, explica que las marcas comienzan a entretejerse en la vida de los niños, a través de los personajes que aparecen en su cereal azucarado favorito, desde el desayuno hasta que van a dormir con su piyama predilecta. Esa omnipresencia, reforzada por las pantallas, erosiona el juego creativo, que es cimiento del desarrollo, pues les permite descubrir el mundo, expresarse, expandir su imaginación y generar ideas propias. 

La comida se presenta a los niños como un programa de entretenimiento: gracioso, colorido e híper estimulante. Esa educación alimentaria, que viene de las empresas, tiene como primer objetivo construir vínculos emocionales que sustituyan completamente nuestra conexión al territorio para no preguntarnos de dónde viene lo que comemos.

Cuando se va a los lugares donde no existe esa separación, porque hay una dependencia de la naturaleza para comer, a nadie le da lo mismo que se tale o se incendie el bosque, que los animales estén enfermos o que se utilice veneno para regar frutas y verduras.

Todas esas relaciones, que allí son palpables, han desaparecido de nuestras ciudades. Pero cada vez hay más iniciativas para visibilizar nuestra pertenencia a la naturaleza. Este 30 de abril, regala a tus hijos una experiencia que los acerque al origen de su comida.

HUERTOS MILPA AZUL

Fabienne Gignon es francesa, ecopedagoga y trabaja desde hace 15 años en escuelas alternativas en la CDMX.

Cuando se dio cuenta que había mucha teoría y poca práctica, basándose en los principios Montessori, diseñó un método que llamó el Huerto Autónomo.

“Los huertos educativos son el futuro de la educación y traen la vida a las escuelas”, afirma la experta.

El objetivo es guiar a los niños hacia una sostenibilidad alimentaria real y autónoma, que sepan sembrar, cuidar, cosechar y preparar sus alimentos en comunidad, agrega.

Hoy tiene talleres en distintos espacios de la Ciudad y, en colaboración con Arca Tierra y expertos en agroecología, ofrece experiencias en familia en la Chinampa del Sol para fomentar la conexión con la tierra y el medio ambiente. 

Más información:

www.huertosmilpazul.com 

(55)1800-2383

CAMPAMENTOS DE VERANO EN HACIENDA SAN ANDRÉS

Mariana Silva volvió a la hacienda en la que creció para tener una vida de campo con sus dos hijos y su esposo, el chef Marco Margain (Broka Bistrot).

A una hora de la CDMX, la hacienda está abierta al público como un hotel que pone en el centro la posibilidad de entrar en contacto con la raíz de los alimentos.

Durante el verano –julio y agosto–, organizan campamentos para que las familias puedan acercarse juntas a la tierra y la naturaleza.

“La idea es que los niños se integren a las labores de cuidado de la tierra, la siembra y la cosecha. Que lleven la semilla del almácigo hasta los surcos y luego vivan la unión de la cosecha: ¿qué necesitamos y qué da nuestro huerto? Allí entran las clases de cocina con Marco”, explica Mariana.

Los niños cuidan a los animales y aprenden qué alimentos da cada uno. También hay un taller en el que se hace con ellos todo el proceso del desgranado de la mazorca y el nixtamal, se manda moler y se preparan tortillas, tlacoyos y sopes.  

Dirección:

Ayapango 56760, Estado de México  

(55) 3277-5137 y (55) 1973-1675 

info@sanandreshacienda.com 

COCINA PARA NIÑOS EN SOBREMESA

“No les enseñamos a hacer pizzas y cupcakes, sino hamburguesa de frijol y quinoa, pero reaccionan como si lo fueran…”, cuenta Lu Benítez, cofundadora de Sobremesa.

Según su visión, la clave para que los niños disfruten de comer bien y diverso es incluirlos, darles libertad y confianza en la preparación, empoderarlos a que prueben nuevas cosas.

“En Sobremesa tenemos un pequeño huerto arriba y les decimos a los niños que vayan y escojan lo que quieran para su ensalada y que experimenten con 20 ingredientes para su aderezo y a todos les gusta”, cuenta la cocinera. 

Próximas clases: 

Cocina: Sá 1 de mayo, 11:00 horas  

Huerto: Sá 8 de mayo, 10:00 horas

Dirección:

Puebla 135, Roma Norte

(55) 7158-8660 y (55) 5206-3631

www.sobremesa.mx  

LA GRANJA DE LOS NIÑOS

A una hora de la CDMX hay una granja en la que se puede convivir con animales y alimentarlos.

Hay también un invernadero básico, que se visita para aprender sobre el cuidado de las plantas y hortalizas, y un área boscosa para hacer un recorrido lejos de ruido, pantallas y contaminación.

Cada día se organizan talleres didácticos sobre lana, tortillas o composta, por nombrar algunos. 

Dirección:

La Hiedra 1, Santiago Tepatlaxco, Naucalpan de Juárez.

WhatsApp (55) 4811-4900

Textos: Sarah Aguilar, madre, activista alimentaria e investigadora asociada del MASA (Programa de Medio Ambiente, Salud y Alimentación) en el CIDE
Edición: Alejandro Vizzuett
Imágenes: Karla Ayala y cortesía de los proyectos
Fuentes: “Alimentos y bebidas ultraprocesados en América Latina”, de La Organización Panamericana de la Salud y la OMS y “La obesidad en México”, del Instituto Nacional de Salud Pública y “La publicidad dirigida a la infancia”, de Alianza por la Salud Alimentaria.
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