El crimen organizado extendió su chantaje al sistema privado de educación y afecta a miles de estudiantes, tras ensañarse los últimos tres años con comerciantes y transportistas principalmente.

Su poder de intimidación desafía al impopular Gobierno de Dina Boluarte, que echó mano del Ejército para tratar de contener la ola de extorsiones en las calles de Lima.

“A la fecha tenemos (…) 500 colegios extorsionados” a nivel nacional, señaló a la AFP Giannina Miranda, presidenta del Colectivo Educar con Libertad, que representa a los colegios amenazados en Perú.

De ese total, 325 se vieron forzados a cerrar por tiempo indefinido y pasar a la virtualidad, precisó.

Las bandas han impuesto el miedo y el silencio en los ambientes escolares, según constatan docentes y padres de estudiantes que hablaron bajo reserva.

“Es prácticamente como una pandemia pero con armas”, afirma un padre de 40 años tras acompañar a su hijo de 13 al colegio San Vicente, en el distrito de Comas, en el norte de Lima.

A las afueras un grupo de cinco militares y policías vigilaban el ingreso de los alumnos.

Miedo

En la primera semana de marzo la institución que recibe a mil 200 estudiantes fue atacada con un explosivo. La detonación no dejó víctimas, pero causó daños en la puerta principal y obligó a iniciar clases de manera virtual.

Previamente, por un mensaje de WhatsApp, desconocidos habían pedido a las directivas 100 mil soles (unos 27 mil dólares) para no atacar.

Después del atentado, llegó un video todavía más intimidante, cuyo contenido fue compartido por el padre de un alumno del colegio San Vicente bajo anonimato.

“YA TE EXPLOTÉ TU COLEGIO Y AUN SIN DARME SOLUCIÓN”, se lee en un cartel con siete balas encima rodeado de fusiles y pistolas que aparece en la grabación.

El aviso concluye con una advertencia de muerte contra un vigilante, un profesor o “padre de familia dentro o fuera del colegio”.

Estos centros escolares pasaron a ser blanco de las bandas locales o internacionales, que cobran a cambio de no matar o destruir.

Las amenazas inundan los celulares de directivos y profesores. Unas 17 mil instituciones y 2.5 millones de estudiantes forman parte de la red privada.

Ante “tanto miedo y tensión”, familias están considerando no enviar más a sus hijos a la escuela, sostiene una jubilada de 70 años.

Costo político

El auge del crimen organizado empujó a la Presidenta Boluarte a declarar el estado de emergencia por un mes en Lima, la capital peruana de 10 millones de habitantes.

El decreto entró en vigor el 18 de marzo. Amparada en esa figura, la Mandataria sacó a los militares de los cuarteles para que apoyen a la Policía en la lucha contra la extorsión y el sicariato.

Mientras se multiplican las protestas, Boluarte se hunde en las encuestas. Un 93 por ciento de peruanos rechaza su mandato, según recientes encuestas, lo que la ubica entre los Presidentes más impopulares del mundo.

Pese a los esfuerzos de las autoridades por presentar resultados, la extorsión se instaló prácticamente en la actividad diaria de millones de peruanos.

“¿Cómo explicarle a mi hijo lo que está pasando? Tener yo que enseñarle que cuando regrese al colegio, si escucha un disparo o si escucha una explosión” se resguarde debajo de su pupitre, se pregunta una secretaria de 30 años.

Desde hace 20 días, su pequeño de seis años recibe clases virtuales después de que el colegio Pitágoras, en el norte de Lima, suspendió sus actividades también por extorsión.

Según la policía, en 2024 recibió 19 mil 443 denuncias por este delito frente a las 22 mil 294 del año anterior. Sin embargo, según la propia autoridad, muchos no denuncian por miedo.