'FUERA DE SERIE'
MARA SEPÚLVEDA
Julio Galán le dedicó la pintura “Mara y sus juguetes” a la escritora y galerista Mara Sepúlveda un año antes de que ella naciera, en 1979.
La hija del promotor del arte Guillermo Sepúlveda, y ahora encargada de la emblemática galería Arte Actual Mexicano, mantuvo una relación muy cercana con el pintor radicado en Monterrey, desde los 13 años hasta la muerte de él.
Su padre fue el principal impulsor de la carrera artística del ahora referente pictórico.
“(Julio) era una persona profunda, de fe. No nada más cálida, sino que se entregaba a sus amigos. (Era) fuera de serie en todos los aspectos de la vida”, dice.
“Con él encontraba las múltiples bellezas que tenemos aquí”.
“Mara y sus juguetes” se encuentra en la biblioteca de la casa de la galerista regia.
En One Way Ticket, libro que Mara publicó 16 años después de la muerte del pintor, escribe: “Te dejé un frasco con morfina para apaciguar los dolores más intensos // Cuando la muerte se asome / encontrarás en ella un consuelo / Mara / trata de no desintegrarte / Yo te sostengo”.
La escritora no ahonda mucho en su amistad con el artista.
“Si quieren saber lo que yo opino de Julio Galán, compren mi libro, porque le dediqué un año a Julio”.
Describe a su amigo como un genio, una persona más que cálida y excepcional, que nunca la abandonó.
“A Julio Galán no le gustaba que se le diera ninguna etiqueta. No lo etiquetaría de ninguna forma. El arte es para todos, no tiene etiquetas”, menciona cuando se le pregunta sobre la expo en Marco “Un conejo partido a la mitad”, que explora la identidad en la obra del artista.
“El arte es algo cautivador: te cautiva o no”.
Agrega que: “Siempre me da un gusto, un amor enorme, ver que mi amigo está expuesto donde debe estar”.
Toca que las nuevas generaciones sean las que descubran al artista, indica Mara.
'ÉL DECIDÍA QUÉ FOTOS'
JUAN RODRIGO LLAGUNO
Juan Rodrigo Llaguno recuerda de manera nítida la primera ocasión que Julio Galán lo recibió para una sesión de fotos.
Para entonces, Llaguno ya sabía la importancia del pintor y cuán complejo podría llegar a ser en su trato.
“Me abre la puerta así como jamaiquino, con un saco rojo y con su cara de color negro”, recuerda el retratista.
Retratar a Galán era adentrarse a un universo, a un mundo diferente, dice.
“Había mucho material para mí. Como retratista me daba muchas opciones de gestos, de props que tenía ahí”.
Desde principios hasta fines de los 90, el enfant terrible llamaba al menos dos veces al año a Llaguno para que le capturara en imágenes. Unos 24 retratos de Galán realizados en esa época se exhiben en “Un conejo partido a la mitad”.
“Lo interesante de Julio era que tenía las ideas muy claras”, señala el retratista, al tiempo que menciona que muchas de esas fotos eran enviadas por el pintor a sus galeristas.
Era Galán quien daba las indicaciones, quien colocaba las pinturas en proceso detrás de él como inspiración de lo que él quería y era quien decidía qué fotos eran las adecuadas para exhibirse.
“Las sesiones eran hacer como un cuadro viviente de él. En lugar de pintarse él hacía el performance”, comparte el fotógrafo.
Más adelante, aclara que no hacían sesiones muy seguidas “porque él debía tener el concepto muy claro de lo que quería para hablarme”.
Es el artista que Llaguno ha retratado más en su carrera. Quizá por esto es que tiene una pared reservada para él solo en la expo “Retratos de 30 años”, que Conarte le ha dedicado al fotógrafo recientemente en la Fototeca.
'ROMPIÓ CON LO ESTABLECIDO'
LUPINA FLORES
No hay nadie en el panorama pictórico de la Ciudad que se le pareciera a Galán en cuanto a su genialidad, considera la pintora Lupina Flores, amiga del artista que brilló en el mundo.
“Ahorita hay muchos chicos talentosos, pero no hay alguien así que (digas): ‘¡Wow!’. No sé. Estuve el período pasado representando (a su gremio) en Conarte y sí hay jóvenes talentosos, pero no a nivel de Julio, que fue un boom”, dice.
Lupina conserva en su casa de Barrio Antiguo una fotografía de Galán sobre una ratonera de gran proporción que, en realidad, fue una instalación que ella creó para el Museo de Monterrey, en 1993.
Luego recuerda los recorridos en los que ambos compraban “cosas antiguas, chistosas” en los mercados y bazares de la Ciudad, así como las visitas al Mesón del Gallo.
“Le gustaban mucho las antigüedades. Íbamos a bazares. De repente me dejaba recaditos en la ventana y regalitos y florecitas”.
Al preguntarle acerca de la muerte de Galán por causa de un derrame cerebral, a la pintora por momentos se le quiebra la voz.
“Él siempre fue. Estuvo en París, en Dinamarca, en las mejores galerías del mundo”.
De su aportación al arte mexicano y, sobre todo, al norestense, señala que Galán se atrevió a romper lo establecido.
“Qué triste que ya no esté con nosotros”, agrega.
'SIEMPRE HABRÁ UN JULIO NO DESCUBIERTO'
ANTONIO PICHARDO
Como cualquier otra persona dedicada al arte y la cultura nacida entre los 70 y 80, el curador Antonio Pichardo acostumbraba visitar “Rumbos de Luna”, en Barrio Antiguo, entonces uno de los lugares de esparcimiento más frecuentados.
Fue en una noche de aquellas cuando él y sus amigos conocieron a Julio Galán.
“A veces llegaba Julio en su carro súper nice con su chofer y llegaba con una modelo, amiga de él”, recuerda Pichardo.
“(Rumbos de luna) era el lugar de moda, donde tocaban canciones del estilo de Depeche Mode. Era un lugar padre, elegante”.
Recuerda que la genialidad pictórica del artista también se desbordaba en su personalidad.
“Una vez le dije: ‘Tú eres Julio’. Y me dijo: ‘No, no, no soy yo’. Y se fue corriendo, pero obviamente él era así, ya lo conocíamos. No era que estuviera alerta, sino que tenía una personalidad muy especial y enigmática”, comparte el ex director del Museo El Centenario.
Tiempo después, Pichardo invitó al pintor de Múzquiz a una exposición colectiva de arte objeto en dicho recinto, junto a otros seis artistas. Galán cedió varias piezas que él intervino para esa muestra del 2002.
Tan sólo pidió un requisito: que Pichardo personalmente las recogiera en su departamento de Valle de San Ángel, en San Pedro.
“Dijo (su mayordomo): ‘Cuando yo les diga ustedes se voltean’. Y sentimos una persona atrás. Y se iba, pero lo hacía intencional. Era Julio.
“Cuando volteamos había unas botas intervenidas. Las recogimos y, otra vez: ‘Volteen’, y así lo hizo como con seis u ocho objetos”, relata el promotor entre risas.
El ex director del Centro Cultural Plaza Fátima destaca que el pintor falleció cuando ya era una figura del arte internacional.
Y sentencia: “Siempre habrá un Julio Galán no descubierto”.