Aprecia la vida de otro modo

BLANCA SALAZAR


A casi un año de la pandemia y su correspondiente confinamiento, creo que ha sido un período de aprender a ver la vida de otro modo.
Por ejemplo, a no dar por sentado la falsa seguridad de tener vida y salud. Esta seguridad nos la quitó el coronavirus, pero trajo con ello una conciencia más clara de lo vulnerable que somos y lo que podemos hacer con lo que la realidad nos impone.

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Las pérdidas sufridas, desde la vida de seres que amamos, la salud, el trabajo, la libertad, todo ello de manera inevitable nos hizo preguntarnos: ¿qué nos queda? La realidad no nos engaña aunque queramos. Cada quién sacó de sí mismo lo que tuvo a su alcance. Aprovechamos lo que SÍ había.
Los que teníamos salud, nos preocupamos más por nuestra alimentación y actividad física, y si antes se hacía por motivos puramente estéticos, ahora se concientizó la importancia de estar saludable.
Si se perdió el trabajo y con ello el poder adquisitivo, los gastos innecesarios se cambiaron por lo indispensable, nos dimos cuenta que podemos vivir bien con poco, y el mundo no se vino encima.
En el terreno de las amistades y la socialización aprendimos a valorar las pequeñas reuniones y no las grandes fiestas en donde se estaba con todos y con nadie. Valoramos a nuestros verdaderos amigos y esas entrañables reuniones de charla amena, poca comida y bebida, pero momentos de valor incalculable que nutren nuestro espíritu.
En fin, es como haber estado en una prisión forzada, a un silencio interior, tal vez extraño, comparado con la “normalidad” anterior del bullicio, y que espero nos lleve a reconsiderar nuestros valores.

La autora es psicoterapeuta.

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Ante la adversidad, ve lo positivo

Rodrigo Barahona


Éste ha sido un año de retos.
De retos porque nos ha movido de nuestra área de confort.

Nos ha presentado desafíos complicados para sacar adelante.

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No ha sido fácil…
Evitar al bicho,
Cambiar hábitos sociales,
Modificar esquemas laborales,
Sacrificar momentos de celebración como bodas, bautizos, quinceaños, aniversarios.

Reestructurar el aspecto financiero, eliminando lo superfluo previa identificación de lo indispensable.

Lidiar con una autoridad sin los elementos para poder encontrar las herramientas de control más adecuadas.

Torear la imprudencia e incredulidad de muchos.
Soportar el abuso ante la oportunidad encontrada por algunos en esta pandemia a pesar de llevarse de encuentro a otros.
También nos ha privado de la posibilidad de volver a ver, de forma perenne, a algunos cercanos y, en ciertos casos, muy cercanos.
Pero, como todo, nos ha brindado una nueva posibilidad de vida.

Se logró lo que pensábamos imposible: se detuvo el mundo.

La fauna pudo respirar en espacios perdidos,
Volvimos a meditar,
Tuvimos tiempo para nosotros.

Regresó la lectura.

Sí nos reencontramos con aquel Laberinto de la Soledad que nos cambió la forma de ver el mundo en la adolescencia y lo hizo de nuevo a estas alturas del partido.

A escuchar aquel álbum del pasado, aquél que nos trajo recuerdos que estaban en un rincón pero que, al escucharlo de nuevo, nos ha hecho reír, remembrar y hasta cristalizar nuestras niñas.

A estar en familia: los que estaban fuera, para bien o para mal (más bien que mal), volvieron y permitieron que se hicieran dinámicas familiares olvidadas, se desempolvaron el Scrabble, la Lotería, el Monopoly y el Turista;
Se inflaron globos y se rellenaron de agua para reventárselo al hermano más cercano, se soltaron pases de americano o de “fut” en la calle o en el jardín.

Se acabaron las bicis en las tiendas, se retomó el ejercicio y la disciplina alimenticia.
Volvimos a hacer jornadas laborales más adecuadas.

Se terminó con el tráfico en las calles.

Se mejoró, en algunos casos, el nivel de contaminación en las ciudades.

Estuvimos sentados en la mesa, de nuevo y como en la infancia, para desayunar, comer y cenar en familia, retomando la olvidada sobremesa.

Descubrirnos que la tecnología puede ser un aliado y permitirnos estar sin estar, pudiendo incluso continuar con las enseñanzas fuera del aula.

Que hay viajes innecesarios y espacios rentados de más, sin requerirse, en algunos casos más por presunción que por otra situación.

Vimos que había que valorar lo espiritual y olvidarnos de lo material.

Ya no había forma de presumir la bolsa, la camisa, el tenis, el reloj o el automóvil, que nos han hecho creer que nos dan valor cuando el valor se lo damos nosotros a las cosas, no en sentido contrario.

Confirmamos que sí existen los héroes, pero no ese Batman o Supermán de los cómics, sino el de la bata blanca que no se quiebra y sigue en lucha y al pie del cañón, a pesar de que otros se infectan irresponsablemente.
Regresamos a hacer lo que debe ser, pues.

Por tanto, este año no está para olvidarlo, al contrario, fue enviado desde allá arriba, para hacernos repensar y enderezar nuestro camino en beneficio de la naturaleza y de nosotros mismos.

Dejemos pues de recriminar lo pasado y veamos lo bueno que nos ha dejado, que es mucho.

Por supuesto, no es para festejarlo en grande porque hay muchas penas de por medio, pero sí para valorarlo en toda su dimensión y saber reconocer que ante toda adversidad hay siempre cosas positivas que rescatar.

La Estrella de Belén reapareció no por casualidad sino para mostrarnos el nuevo camino.

Venga este nuevo año. A nuestra generación, que se ha forjado a base de retos y crisis, nada nos sorprende.

No es para desafiar a lo que viene, simplemente para enfrentar con actitud lo que pueda llegar, que esperemos sean cosas buenas para todos, sobre todo salud, trabajo y armonía familiar.

El autor es catedrático del Tec de Monterrey y candidato a doctor por la Universidad de Tulane.

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Son cuidadores vulnerables

GUILLERMO RODRÍGUEZ ARIAS


En agosto comencé a estudiar en la Facultad de Medicina y aún no conozco las aulas o algún compañero.
He entendido como la procuración de la salud, además de unirnos, pueden ser un efector social de las relaciones interpersonales, separándolas en positivas y negativas.

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Como ejemplo de las negativas, trabajando como cuidador de personas geriátricas durante esta pandiemia, me topé con conflictos en las familias en las que era un problema el “quién tiene que cuidar a la persona dependiente” al no contar con personal de la salud para cubrir esos cuidados.
El problema es el siguiente:
El cuidador tiene reducido su Derecho al Libre Desarrollo de la Persona, sin educacion, familia, pareja, trabajo y recreatividad, entre otros.
Cuando la persona dependiente muere, el cuidador se encuentra en vulnerabilidad al no contar con esos atributos o ser superado por los otros miembros de la familia que no fueron cuidadores o que tuvieron menor presencia en los cuidados.
Esto me llevo a presentar en septiembre en el H. Congreso de Nuevo León una iniciativa ciudadana que reforma y adiciona diversas disposiciones del Codigo Civil a fin de impulsar el desarrollo de aquellas personas cuidadoras de alguna persona dependiente.
Confío en su aprobación, así como confío conocer las aulas de mi facultad, junto con estas personas que hoy se encuentran vulneradas en su libre desarrollo.

El autor es alumno de Pregrado en la Facultad de Medicina de la UANL

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El valor de la familia

ROBER PENILLA


Mi aprendizaje en la pandemia: Que asistir a los casinos NO es necesario.
Aprendí a valorar mucho más a mi familia y a confiar más en Dios.

4 aprendizajes

RAFAEL M.


Lo que aprendí en esta pandemia:
1. A sentir la vergüenza de ser discriminado sólo por vestir canas. Comprender cómo se siente serlo por una característica física.

2. A convivir más con mi esposa, platicar más con ella, caminar en el parque, ver películas en casa juntos, sin la competencia de sus amigas. Otra luna de miel.

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3. Descubrir que disfruto más ejercitándome al aire libre.

4. A gastar menos.

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A preparar equipo anti-crisis

Por Francisco Antonio Ortiz R


Esta pandemia deja como experiencia que el Gobierno no está preparado para este tipo de contingencias.
Se actuó muy a lo desesperado sin medir ni consensar. No se cerraron las entradas al Estado cuando se debió hacerlo.

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Ellos mismos y los medios de comunicación crearon psicosis y situaciones no muy adecuadas, como las campañas de uso de cubrebocas.
Urge que se prepare un equipo de especialistas para enfrentar éste y otro tipos de situaciones similares.

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