Sus historias están llenas de dolor, sus ojos puestos en Estados Unidos o llegar a algún lugar donde puedan vivir y trabajar tranquilamente, y en su camino han sorteado fronteras, peligros, criminales y autoridades.

¿Quienes son los haitianos que llegaron esta semana a la Ciudad?

Llegaron por cientos, pues por lo general, explican ellos mismos, se sienten más seguros viajando en caravanas.

La mayor parte de ellos salieron de Haití hace años, y se instalaron en Brasil y Chile, donde vivieron durante este tiempo. Sin embargo, dicen, las condiciones de vida se fueron deteriorando cada vez más para ellos, fueron perdiendo los trabajos y no pudieron regularizar su estatus migratorio. Se sintieron expulsados.

Y así emprendieron un camino en el que llevan ya más de 70 días.

“Cruce 10 u 11 países, salí de Chile. ¿Por qué salí de Chile? Es una pregunta muy importante, yo tengo 28 años, pero allí en Chile yo estaba trabajando, y me sentía muy viejo, trabajaba a diario, no tenía futuro, me sentía viejo, necesitaba un país donde hay más libertad, garantizar mi futuro”, platicó Kender, quien vivió cuatro años en Chile.

“Lo único que queremos es un buen país donde la gente respeta a otros”.

Cientos decidieron emprender un viaje tortuoso, difícil, lleno de peligros, donde dejaron a muchos en el camino, para buscar llegar a Estados Unidos.

Quienes salieron de Chile recorrieron unos 10 países, narraron.

En camión, ride o a pie, de Chile a Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y llegaron a Chiapas.

Los puntos más riesgosos hasta ahora, contaron fueron la selva colombiana, cruzar Centroamérica, y la frontera sur de México.

El País lo han transitado mayormente en camión, narraron, desde Tapachula hasta Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas; de allí a Poza Rica, Veracruz; algunos intentaron llegar a Acuña, Coahuila y otros a Matamoros, sin embargo el endurecimiento en las fronteras los hizo llegar a Monterrey.

Llegaron por cientos a Casa Indi, y otros albergues, colapsándolos casi instantáneamente.

Son adultos jóvenes la mayoría, viajan con sus familias, hombres, mujeres y niños. En esta semana una joven tuvo a su bebé en el Hospital Universitario, su bebé ya es mexicano. Otra más está cerca de dar a luz en el mismo hospital.

Muchos llevan su celular en mano y se sumergen en interminables llamadas con familiares y amigos que están también en tránsito buscando llegar lo más al norte posible.

Unos vieron en Monterrey una ciudad próspera a la que podrían insertarse a trabajar y hacer su vida. Otros, dijeron que su deseo es aún llegar a Estados Unidos, sin embargo se han enterado de lo difícil que se ha vuelto cruzar la frontera.

“La situación de Haití es muy mala, no hay seguridad, no hay trabajo, era muy difícil vivir ahí. Vivíamos en Chile y tienes que cruzar hartos países, pasamos dos meses y 10 días para llegar aquí”, platicó Obele Audain, de 34 años, quien viajaba con su familia.

Obele cuenta que espera quedarse en Monterrey al menos un tiempo.

“Estamos mal aquí, queremos cruzarnos a Estados Unidos, no queremos quedarnos en México, nos queremos quedarnos aquí”, platicó Carencia, de sólo 14 años, quien acompaña a su mamá Rosebane.

“Queremos irnos, para poder ir a nuestro destino. Estamos totalmente mal aquí. Nos han hecho muchas cosas, y estamos gastando todo nuestro dinero”.

A diferencia de los migrantes centroamericanos, más conocidos en Nuevo León, los haitianos están mucho más comunicados. Usan Whatsapp y Facebook, y así van conociendo las noticias más importantes.

Por eso saben de las deportaciones de Texas, lo que pasó en Acuña, y los peligros de Tamaulipas.

“Vi las fotos de Acuña, no puede ser, nos tratan así. Nos han tratado mal todo el camino, sólo queremos tener una mejor vida”, platica Ovene, de 32 años, y originario de Puerto Príncipe.

El temor, platican varios jóvenes, es regresar a su país. Entre los desastres naturales que han asolado la región y la inestabilidad política donde incluso han asesinado al entonces Presidente Jovenel Moïse, apenas en julio de este año, dicen que para muchos volver a Haití es casi una sentencia de muerte.

“Yo me salí de mi País porque la estabilidad política es muy mala, no hay trabajo, es muy malas las condiciones”, platicó Moise, homónimo del ex presidente, quien en su país tenía un negocio de venta de celulares en la capital haitiana.

Su ambiente festivo, llamativo y una lengua desconocida para la mayoría han causado sorpresa y admiración.

Aunque el francés es la lengua oficial del País, la mayoría habla criollo haitiano, un dialecto proveniente del francés pero mezclado con influencias africanas. Por haber vivido en países latinoamericanos, algunos hablan un español fluido.

Su bullicio se apaga un poco cuando están frente a las cámaras. Y es que dicen tras casi tres días de haber llegado a Monterrey, les ha sorprendido la cobertura mediática y las decenas de medios de comunicación que han llegado a documentarlos.

“Es que son tantas cámaras, desde las seis de la mañana, hasta las seis de la tarde, todo el día nos toman. Somos noticia mundial, no me gusta. Yo quiero llegar a Estados Unidos”, cuenta un padre de familia que ha llegado a Monterrey con su esposa e hijos.

Las aglomeraciones bajo los toldos en Casa Indi, donde el miércoles había ya más de 1 mil 300 personas, 900 migrantes haitianos y otros 400 de otras nacionalidades, también tienen sus ratos de esparcimiento.

Con un dominó sencillo, cuatro haitianos de todas las edades juegan dominó debajo de un toldo y bajo la atenta mirada

Wilcamly, tiene 14 años y le apasiona el futbol. Cuida como un tesoro su balón que tiene las siglas de USA, a donde quisiera llegar.

Para matar el tiempo Wilcamly juega con sus otros amigos haciendo un “torito”, pasándola en una rueda, sin que alguien en medio la pueda tocar. Poco a poco, migrantes haitianos y de otras nacionalidades que están en Casa Indi se unen y hacen la rueda cada vez más grande.

En medio de la incertidumbre, estos momentos se vuelven un remanso, de risas y hermandad multinacional por la pelota. Juegan por horas, pero Wilcamly siempre queda pendiente de su balón.

No todo ha sido fácil en su estancia en Monterrey. Ellos platican que por las noches se tienen que cuidar de la gente, de otros migrantes y hasta de la policía.

“Dicen que nos van a cuidar, pero ya nos pararon la otra vez, aquí afuera y nos robaron el celular”, platicó un joven haitiano.

Además Casa Indi ha quedado colapsada, sólo tiene unas 550 camas, y no alcanzan para que todos puedan dormir bajo un techo.

El gel antibacterial y cubrebocas nuevos tampoco están disponibles para ellos.

La diáspora de haitianos ha enfrentado peligros, múltiples fronteras y un largo camino para buscar una vida mejor.