Alberto Watanabe Murillo falleció el 22 de noviembre, a los 67 años de edad, y la sociedad tapatía se unió en oración por este empresario, esposo y padre que se distinguió por ser una persona sencilla que gozaba al máximo cada instante.
“Yo lo que más admiré de él fue esa alegría de vivir y saborear cada momento de su vida. Siempre con una actitud de mucho optimismo, con mucho entusiasmo al deporte de la motocicleta, la lancha y el velero”, comparte Yolanda Watanabe, su hermana.
En el ámbito profesional, Alberto dedicó su vida a la industria del calzado, donde aplicó sus conocimientos y habilidades a través de su negocio, las zapaterías Ana Collection.
En cuanto a su vida personal, Alberto se casó el 24 de marzo de 1979 con Paulina Pérez, con quien tuvo cinco hijas (Paulina, Roxana (q.e.p.d.), Ana, Claudia y Mariamparo) y tres nietos.
“Fue muy estricto cuando sus hijas estaban jóvenes, inclusive hasta se burlaban de él de tanta disciplina, y luego después poco a poquito fue soltando el cuerpo, pero yo creo que fue un gran amigo de ellas y muy buen consejero”, expresa Paulina Pérez, su esposa.
Entre sus hobbies se encontraba el motociclismo, por lo que acostumbraba hacer largos viajes por carretera.
“A él le gustaba en la moto irse a lugares como Alaska o Canadá, donde están los grandes lagos, y en moto descubrir la naturaleza en una forma increíble, ir a lugares inimaginables de vegetación, de paisajes, o ver el universo en la noche. Era aventurero y le gustaba la adrenalina pura”, dice Yolanda.
Tal pasatiempo lo compartía con su esposa, con quien realizó un sinfín de paseos por la República y el extranjero.
“Viajábamos mucho en moto, la moto era su pasión. Alberto planeaba mucho las rutas. El viaje más largo lo hicimos hasta Canadá, y después los viajes aquí, fuimos a Real de Catorce, Zacatecas y Guanajuato”, afirma Paulina.
“Le gustaba mucho viajar con las hijas, le encantaba bucear, le encantaba esquiar, era muy inquieto y muy aventurero”.
Testimonios
Yolanda Watanabe, hermana
“Yo en particular lo recuerdo como un gran hermano, en toda la extensión de la palabra, con el que podías contar incondicionalmente, haz de cuenta cuando tienes una columna que te hace fuerte para cualquier cosa en la vida, de esos hermanos que sientes que está dispuesto a darte la mano si te pasara algo, muy leal, muy inteligente, con mucha visión, un hombre visionario, muy actualizado, y sobre todo muy cariñoso conmigo, y yo lo admiré mucho.
“Yo creo que una de las cosas que más me gustó en este ‘hasta luego’, porque no es una despedida, fue que él estuvo siempre consciente de lo que iba a pasar, y el gran milagro fue que se despidió de todos, muy cercano, y que coincidimos con él en momentos maravillosos, muy enriquecedores, siempre con él”.
Paulina Pérez, esposa
“Íbamos mucho a Manzanillo porque era un lugar muy familiar, nos gustaba mucho allí pasar el Año Nuevo. Te puedo decir que casi pasamos los últimos 20 Años Nuevos ahí.
“Alberto siempre fue de veras muy divertido, y súper alivianado, a mí de Alberto lo que me encantaba era que tenía sus valores muy bien puestos, como que no era puro trabajo, como que sabía campechanear mucho.
“Una anécdota que recuerdo es que nos fuimos a Santa María del Oro la familia, y entonces se puso malito y el doctor quería que nos lo trajéramos, le dimos la medicina y se supone que nos lo teníamos que traer muy temprano al día siguiente, pero al día siguiente se levantó, se sintió bien y dijo ‘no, no, no, a mí no me van a llevar a ningún lado’, y entonces se subió a la lancha y disfrutó la lancha con las hijas, y total, llegamos hasta bien tarde, o sea, era súper espontáneo”.
De parte de sus hijas
Paulina, Ana, Claudia y Mariamparo escribieron esta carta para leerla en la misa oficiada por el eterno descanso de Alberto:
“A mi papá se le pudieron aprender muchas cosas, pero su más grande enseñanza fue su actitud ante la vida, su congruencia y su sentido del humor.
“Desde el día uno que le dijeron de su enfermedad, su frase fue ‘si me toca irme, estoy en paz, la vida nada me debe’, y así vivió toda su vida hasta el último día. Sin temor a lo que le tocara, nunca renegó de su destino.
“Su vida estuvo llena de risas y alegría, con millones de anécdotas que nos hacen reír todos los días y seguirán vivas en los corazones de todos los que tuvimos el placer de coincidir con él en esta vida.
“Disfrutando sus salidas con sus amigos en moto, los antojitos que le encantaban, las pláticas y consejos con toda la gente que quería, y tantos viajes con su familia que disfrutó al máximo.
“Fue una persona muy afortunada, como pocos, al saberse querido por tanta gente, contó con la bendición de haberse despedido de todas las personas que quería y lo querían.
“Tantos que tuvimos la gran oportunidad de demostrarte nuestro cariño hasta el final. Hoy y siempre estaremos eternamente agradecidas contigo por el gran regalo que es mi mamá, por esa gran mujer que escogiste para formar nuestra familia, fueron un gran equipo durante 42 años y ahora gozas del cielo con Rox.
“El vacío que nos dejas es enorme, pero siempre trataremos de ver el vaso lleno, como tú nos decías”.
Información: Jimena de la O.