Maga Álvarez Bermejillo de Aranguren, en una foto que data de 2011.

Margarita Álvarez Bermejillo, a quien sus seres queridos llamaban Maga, nació el 20 de abril de 1939 en Guadalajara; sus padres fueron Margarita Bermejillo de Álvarez y Miguel Álvarez Ochoa, matrimonio que tuvo ocho hijos en total: seis hombres y dos mujeres.
En 1961, Maga se casó con Fernando Aranguren Castiello (q.e.p.d.), con quien tuvo cinco hijos: Fernando, Margarita, Mónica, Jaime y Maite Aranguren Álvarez.
Después de 12 años de matrimonio, Maga enviudó; tenía apenas 34 años de edad, pero logró salir adelante, convirtiéndose en un ejemplo de fortaleza y caridad.
Algunos de sus pasatiempos favoritos, según comparten sus allegados, eran asistir a su club de lectura, jugar póker y viajar con su familia y amigas.
“Le hacíamos burla que no tenía destino aborrecido, ni medio de transporte”, recuerda Margarita Aranguren Álvarez, su hija. “A donde la invitaran, iba feliz. Gozaba de todo, y todo siempre le parecía perfecto”.
Además de ser una hija, esposa, hermana, abuela, bisabuela y amiga muy querida, Maga destacó por su gran corazón y espíritu altruista, ya que toda su vida se dedicó a trabajar en obras sociales.
Algunas de las organizaciones en las que dejó su huella son la Asociación Mexicana para la Superación Integral de la Familia (AMSIF), Apoyo y Vida, Hogar Cabañas, la guardería Abejitas, el Organismo de Nutrición Infantil (ONI) y la Fundación México Me Necesita A.C.
Maga falleció el 27 de agosto de 2021, cuando tenía 82 años de edad; al momento de su partida tenía 20 nietos y dos bisnietos, más otros dos bisnietos que vienen en camino, y a todos ellos les hereda su ejemplo de amor y generosidad.

En su boda con Fernando Aranguren Castiello (q.e.p.d.), realizada en 1961.

Muy amada

“La voy a extrañar muchísimo”, comparte Margarita Aranguren Álvarez. “Era un gozo estar cerca de ella. Hasta su último día siempre fue agradecida, amorosa, generosa, muy chistosa, y sembró tanto cariño y amor en su familia que gozamos estar con ella toda la vida. Fue una maravillosa mamá y una abuela excelente”.
Margarita añade que a los nietos de su mamá les encantaba estar con ella porque jugaban baraja; también les hacía campamentos en su jardín con casa de campaña, les contaba cuentos y los disfrazaba.
“Decía siempre que la familia era lo más importante”, ahonda Margarita. “Y así nos enseñó desde chicos a cuidarnos unos a otros, y eso nos hace muy unidos. Hijos, cuñadas y cuñados, los primos, todos gozamos estar juntos para ella”.
Fueron muchísimas las lecciones que Maga les dejó, desde gozar la vida hasta tener fe.
“Siempre que estabas triste te decía ‘cuenta tus bendiciones'”, recuerda Margarita. “Siempre (estaba) agradecida y con el corazón más generoso. Nunca se sintió ni guapa ni especial, y eso la hacía más linda. Aún enferma seguía al pendiente de todos, y agradecida”.

Maga con sus hijos Fernando, Margarita, Maite, Mónica y Jaime Aranguren Álvarez; la imagen fue tomada en 2010, en un homenaje póstumo que el IJAS rindió a Fernando Aranguren Castiello.

Abuelita ejemplar

Mónica Martínez Aranguren, Maite Villaseñor Aranguren y Mariana Gutiérrez Hermosillo Aranguren, tres de los 20 nietos de Maga, comparten cuánto la querían.
“Era la mejor abuela”, afirma Mónica cuando se le pregunta cómo va a recordarla. “Fue un ejemplo de vida de amor incondicional, perdón y bondad infinita”.
Añade que algunas de las cosas que más va a extrañar de su abuelita son su forma de escucharla, sus consejos, sus abrazos y su risa. Tiene varias anécdotas memorables con ella, como las veces en que Maga las vestía “de novias” usando sus batas, o cuando les contaba las historias del conejito y la ballena.
Tampoco olvidará las idas a Chapala con el “Buki”, su perro, ni las piyamadas en su casa y las pláticas sobre sus viajes. Por esto y mil cosas más, Mónica quiere darle las gracias a su abuelita por su legado y la familia que formó.

Con sus nietas Mónica Martínez Aranguren y Mariana Gutiérrez Hermosillo Aranguren

Por otra parte, Maite Villaseñor Aranguren describe a Maga como una mujer generosa, alegre, servicial y sencilla, con un corazón enorme; añade que era una persona de fe y de oración, que se dedicó a dar y a ver por los demás, en especial por su familia.
“Fue la mejor abuela que pudimos haber tenido”, expresa Maite. “Todos sus nietos tuvimos un lugar sumamente importante. Siempre nos hizo sentir especiales, queridos, y estuvo siempre presente en cada uno de nuestros momentos importantes.
“Voy a extrañar las comidas familiares todos los lunes, las idas a Manzanillo, al rancho y a Chapala. Los viajes que hacíamos con ella, las piyamadas en las que nos reíamos muchísimo, y muchas otras cosas más”.
Maite comparte que su abuelita les dejó a sus nietos un sinfín de lecciones, pues su vida fue un ejemplo de amor, perdón, fe y alegría.
“Nos enseñó que, sin importar a lo que te puedas enfrentar en la vida, siempre hay que mantener la cabeza en alto y el corazón abierto”, expresa Maite.
“Nos dio el más claro ejemplo del perdón, de un perdón sincero. Su vida es testimonio de amor, en especial de amor al prójimo. […] Entregó su vida a ayudar a los más necesitados con humildad, sencillez y muchísimo amor”.

Con su nieta Maite Villaseñor Aranguren

Por último, Mariana Gutiérrez Hermosillo Aranguren dice que ella va a recordar a su abuelita todos los días de su vida: en cada rosario que rece; cada vez que vaya a San Diego (pues Maga llegó a vivir ahí); cada miércoles, pues era el día en que comía en su casa, y sobre todo cada lunes, cuando se armaban las comidas familiares.
“Mi tati es la mujer más maravillosa que he conocido en mi vida”, explica Mariana. “Y no por el hecho de que haya sido mi abuela y segunda mamá. Fue una mujer con el corazón más grande del mundo, siempre viendo por todos los de su alrededor, y cómo hacer de este mundo un mejor lugar.
“Cada persona que se cruzó en su camino le tocaba el corazón de una manera diferente, y siempre llena de amor. Con una fe en Dios impresionante, y nunca dejó de creer en la bondad de los seres humanos, por más sufrimiento que ella haya tenido. Siempre con una sonrisa en su cara, y compartiendo amor por todas partes. Fue una mujer que las palabras no le hacen justicia”.
Mariana añade que también recordará a su abuelita por su gran capacidad para darle la vuelta a la vida y hacer de cada mala situación que vivió algo precioso, lleno de amor, siempre poniendo a Dios ante todo. Por todo esto y más, confiesa que es difícil enumerar todas las razones por las que la va a extrañar.
“Desde mi infancia, todo lo que me cuidó y enseñó”, elabora Mariana. “Lo cercana a ella que siempre me hizo sentir. Todos los viajes que hicimos juntas, y cómo nos divertíamos.
“Hasta cuando le dio la enfermedad de Alzheimer y me iba a su casa a cuidarla y a acompañarla, y todos los rosarios que rezamos juntas. Voy a extrañar todos los consejos que me daba, pero sobre todo la alegría y paz que siempre sentía cuando estaba con ella”.

Con su nieta Mariana Gutiérrez Hermosillo Aranguren
Lazos duraderos. De pie: Maga Aranguren de Alfaro, Marichu Aranguren de Rosales, Mary Corvera de Lazo, Susana Rodríguez de García Morales, Beatriz Robles de Vázquez Arroyo, Susana Preciado, Carmen Gerini y Tere Bustillos. Sentadas: Maga Álvarez Bermejillo de Aranguren, Pinky Corvera de Charpenel y Gabriela Ochoa de Hernández.

Amiga excepcional

Marichu Aranguren de Rosales es una de las personas que Maga quería más; se conocían desde niñas, ya que eran vecinas y se hicieron compañeras de juego en el colegio.
“Luego fue un regalo de Dios para la familia Aranguren cuando se convirtió en la esposa de Fernando, mi queridísimo hermano”, comparte Marichu. “Desde entonces, para mí Maga fue una hermana del alma”.
Cuando se le pregunta a Marichu cómo va a recordar a su cuñada, responde que como un ejemplo de amor, de sencillez y de generosidad, especialmente con los más necesitados. También como un testimonio de solidaridad, de paz, de perdón y de alegría.
“Lo que más extrañaré de Maga será su compañía”, admite Marichu. “Su presencia siempre alegre, su risa contagiosa y su actitud de siempre estar interesada por cada uno de los miembros de la familia, y de sus amigos”.
Marichu concluye diciendo que Maga les dejó una estela luminosa a través del testimonio de amor, paz y perdón; una vida llena de Dios.

Hermanas del alma. Maga con su cuñada Marichu Aranguren de Rosales

“Siempre quise conocer a Maga por todo lo bello que oía hablar sobre ella, y nunca imaginé que no solo la conocería, sino que llegaríamos a ser grandes amigas y compañeras de trabajo en el Hogar Cabañas. Yo la describiría como una persona muy alegre, entusiasta, comprometida, ¡y siempre velando por los demás! Voy a extrañar su risa contagiosa, sus consejos y su congruencia de vida. ¡La voy a extrañar mucho! ¡Deja una enorme huella!”

Isabel Martínez de Velasco, amiga

“Maga fue una amiga muy querida para mí. Era una persona llena de cualidades: alegre, entusiasta, simpática, entregada y comprometida con todas sus obras de beneficencia. Tuvimos la dicha de colaborar juntas por varios años en el Hogar Cabañas, en Apoyo y Vida A.C., y en una estancia infantil. La recordaré como una gran mujer con un corazón inmenso, y siempre entregada a los demás. Voy a extrañar mucho su amistad, presencia, y su compañía en los viajes, pues en ellos Maga era la más entusiasta, siempre estaba positiva y con la mejor actitud. Fue una gran mujer que tocó el corazón de todas las personas que la conocieron, y puso una sonrisa en cada una de ellas”.

Beatriz Robles de Vázquez Arroyo, amiga
El primer eslabón de esta dinastía. Margarita Bermejillo de Álvarez y Miguel Álvarez Ochoa, papás de Maga

De gran corazón

Margarita Aranguren Álvarez siempre recordará a su madre como una mujer valiente, sencilla, congruente, generosa y muy, muy cercana; alguien que siempre pensaba en los demás, desde los más desprotegidos hasta los más abandonados.
“Era incansable”, comparte Margarita. “Siempre tenía proyectos nuevos y siempre estaba dispuesta a ayudar. Era calladita, pero no paraba, y esto la llenaba de paz y alegría”.
Por otro lado, Lourdes Álvarez Bermejillo, hermana menor de Maga, dice que en ella encontró una segunda mamá.
“Siempre la voy a recordar alegre”, platica Lourdes. “Siempre bondadosa, con mucha fortaleza; puras cosas bonitas. Como mujer la describiría como alguien muy valiente, pues ella pasó una época muy difícil en su vida, y la supo superar. Y voy a extrañar todo de ella, desde su presencia y compañía, a su ejemplo”.
Lourdes añade que el lema de Maga era “siempre dar”. Ambas llegaron a trabajar juntas en Apoyo y Vida, un lugar que Maga ayudó a fundar para socorrer a madres solteras desprotegidas.
“Pusimos una casa donde se albergaban las muchachas que no tenían apoyo de sus familias”, recuerda Lourdes. “Y Margarita siempre quería que, saliendo de ese lugar, hubiera un cambio para ellas. Entonces siempre se les respaldó.
“Ahora, a la fecha, ya duran hasta tres años las muchachas ahí para que realmente se puedan reincorporar a una vida más sana y mejor. Se les dan muchos valores, y van y estudian mientras otras trabajan”.
Lourdes explica que, a partir de Apoyo y Vida, surgió la idea de crear la guardería Abejitas, una estancia para niños de hasta 3 años de edad.

Con su hermana menor, Lourdes Álvarez Bermejillo

Cuando se le pide a Ana Cristina García Okhuysen, la actual presidenta del Consejo de Apoyo y Vida, que describa a Maga, responde que fue una mujer con un espíritu de servicio incansable que tenía un carisma de amor al prójimo, al necesitado y al que sufre.
“Era cálida y generosa”, afirma Ana Cristina. “La conocí en 1997, cuando inició el proyecto de Apoyo y Vida… Me invitó su hermana Lourdes y comenzamos a trabajar como voluntarias. Más adelante nos hicimos consejeras, y al estar tan cerca de ella (Maga) en las juntas fue cuando la fui conociendo”.
Ana Cristina añade que las aportaciones de Maga siempre eran atinadas, y recuerda que en una ocasión invitó a varias consejeras a la Ciudad de México para obtener asesorías en pro de las madres solteras.
“Mi admiración hacia ella”, manifiesta Ana Cristina. “Era una gran señora: distinguida, inteligente, elegante, servicial, y sobre todo, pensando en cómo hacer el bien. Para ella no había obstáculos, solo cambios para crecer y mejorar. Su silla nunca será reemplazada. La recordaré siempre como un ejemplo de vida, y puedo decir que no le conocí defectos.
“Inclusive, nos contaba anécdotas de su vida con buen humor, aunque sabíamos lo que había sufrido con la muerte de su esposo, y lo que esto la marcó. La transformó en una mujer que siempre era bondadosa.
“Y la despido diciéndole: Maga, tu proyecto de madres solteras desprotegidas es una realidad. Han pasado por la casa muchísimas mujeres con sus hijos a los que se les ha ayudado a hacer cambios y mejoras en sus vidas. Estaremos trabajando con tu espíritu. Descansa en paz”.

Ana Cristina García Okhuysen

“Tuve la dicha de conocer a Maga hace 20 años, cuando entré a trabajar en el proyecto de Apoyo y Vida en el que ella colaboraba en el Consejo Directivo. Maga era una mujer optimista, siempre ayudando; estaba al pendiente de las necesidades de los demás y era un excelente ser humano. Tenía una sonrisa hermosa y contagiosa, e irradiaba vida y felicidad. Siempre la recordaré amorosa y gentil. Fue un ángel para la casa hogar y la guardería Abejitas por su trato humano y cálido hacia las asistidas y los niños. Tengo muchas vivencias lindas con ella y me quedaré con su hermoso recuerdo, y con agradecimiento por su lucha por un mundo mejor. ¡Gracias, Maga!”

Cristina Ponce Carrillo, colaboradora
Cuatro generaciones. Maga con su hijo Fernando Aranguren Álvarez; su nieta, Belén Aranguren, y su bisnieta, Camila Palacios Aranguren

Todo por los niños

Una etapa muy importante en la vida de Maga fue la que entregó al Hogar Cabañas, donde fungió como presidenta del Patronato.
Alguien que trabajó mano a mano con ella durante aproximadamente 15 años fue Amparo González Luna de Baeza, quien fue directora de la casa hogar de 1995 a 2012.
“Pero desde que éramos niñas nos conocíamos”, aclara Amparo. “Vivíamos por el mismo rumbo, íbamos a la misma iglesia, pero yo era mayor que Maga por unos cinco años, así que de chicas no había tanta intimidad. Ya de grandes sí porque Maga se casó con Fernando Aranguren, y yo soy muy amiga de un familiar de Fernando. Entonces nos vimos de toda la vida”.
Cuando le ofrecieron a Amparo que trabajara en el Hogar Cabañas, esta le preguntó a Maga si la consideraba apta para el cargo.
“Le dio muchísimo gusto”, recuerda Amparo. “‘¡Claro que sí, por supuesto!’, me dijo. Estaba encantada, y cuando llegué el primer día, ella me estaba esperando en la puerta”.
Amparo comparte que Maga se convirtió en una de sus grandes amigas, y la recuerda como alguien que nunca se quejaba de nada y estaba totalmente entregada a la labor del Hogar Cabañas, que en aquel entonces ayudaba a alrededor de 500 niños desamparados, de Jalisco y otras partes de la República.
“Y Margarita solucionaba todos los problemas, desde lo económico a las conexiones, y a conseguir donativos en especie, entre otras cosas”, dice Amparo. “Fue en verdad una persona maravillosa. Como Maga, ninguna.
“Y además, con ese carácter que tenía tan encantador, porque a todo mundo le caía bien. Tenía un tino y una educación maravillosos. Fue una persona que me dejó enseñanzas muy grandes para toda la vida”.

Amparo González Luna de Baeza
Siete de los hermanos Álvarez Bermejillo. De pie: Jaime, Manuel, Lourdes, Fernando y Javier. Sentados: Maga y Carlos.
Del álbum de los recuerdos. Pilar Aranguren, Maga Aranguren de Alfaro, Maga Álvarez Bermejillo de Aranguren y Marichu Aranguren de Rosales
Maga con su hermano Manuel, quien también falleció este año.
Maga Álvarez Bermejillo con su familia en el Rancho San Cayetano, adonde solían ir de vacaciones en verano.
Maga, una dama sencilla y de sonrisa cálida.

Información: Carolina Herrera.